Porque tú lo querías así

⟡Capítulo 17 - Último intento de libertad⟡

Todo es silencio, el aroma de mi hogar, la tranquilidad que no sentía hace mucho, los muebles de madera, la cocina, los cuadros, mi habitación, los libros; todo está como siempre, hace mucho que no me fijaba en los detalles que ahora veo, tuve días tan pesados y en este momento (aunque tenía tremenda reprimenda esperándome) al fin me doy cuenta que este era mi hogar, el lugar en donde crecí y donde quiero permanecer por mucho tiempo. De pronto siento hambre, ¿Hace cuánto que no he comido? No lo sé, pero parecen años, me dirijo a la cocina y saco un recipiente de la nevera—. Genial frijoles —el olor me inunda al destaparlo, no soy muy fanático de comerlos, habría preferido curry o estofado, pero el hambre es más fuerte; dos cucharas de arroz, un cucharón con frijoles y al microondas, 2 minutos, sirvo un poco de jugo de naranja en un vaso y como, el sabor me trae paz y tranquilidad, la abuela cocina muy bien, su sazón es como de los dioses o que se yo, pero su comida es lo mejor de lo mejor en mi vida, pero la melancolìa sigue llegando con cada bocado ¿qué haré cuando ya no tenga esto?

Me recuesto en la cama sintiendo el olor del detergente que siempre ha usado la abuela, es reconfortante, quizá por la comodidad o puede ser por el cansancio, no lo sé, pero me quedo dormido. Me despierta el sonido de la puerta principal cuando se abre, las llaves de la abuela producen un sonido metálico al chocar con el mueble de madera junto a la entrada, sé que me regañaran por haber huido de la estación, pero de todas formas me levanto de la cama, me pongo mis zapatillas y bajo a recibir a mi abuela que ya ha vuelto, seguramente está con Salome.

—Abuela volvis... —me detengo en seco a dos o quizá tres escalones antes de llegar al primer piso, se siente un ambiente tenso y pesado, la abuela esta junto a Salome como lo imaginé, su rostro es triste, sus ojos están rojos, quizá ha estado llorando por la decisión de la custodia; termino de bajar las gradas, haciendo visible el futuro tan triste que me espera desde ahora. Ya no tengo escape, no esta vez. Dos agentes de la policía estaban parados en la puerta y justo frente a ellos, a sólo unos pasos de mi familia, Catalina y la oficial Miller, mirándome.

—Lua —llama mi atención— Debes irte —termina Salome. Ella los trajo hasta aquí, era a la única que he llamado desde que vine. Ahora ella también quiere que me vaya, me quiere lejos de aquí. Mi corazón aumenta la velocidad de sus latidos y siento la adrenalina aumentar por mis venas.

Pobre, en serio se ha terminado todo, debes ir con tu querida madre, pensé que la querías.

No, no la quiero, la detesto. Nunca debí desear que estuviera viva. maldita sea.

—No lo haré, jamás me iré con esta mujer —Retrocedo sobre mis pasos y corro, la desesperacion se apodera de mi cuerpo, aferrándome a la idea de que aún puedo esconderme, aunque en el fondo sé que se ha terminado, ya no me queda nada. Intento cerrar la puerta de mi habitación, pero es inútil, alguien ha corrido detrás de mí evitando que me encierre de nuevo.

—Lua por favor, abre ya —Es Salome. Nunca imaginé que tendría tanta fuerza para dar pelea al empujar. No sé si es por el piso, o las zapatillas, pero mis piernas fallan provocando que resbale unos centímetros perdiendo fuerza, dándole ventaja a mi tía sobre el destino. Ella entra y yo estoy en el suelo debido a mi caída. Las lágrimas brotan cayendo por mis mejillas de la desesperación.

—No dejes que me lleven, te lo ruego —Sus ojos me miran. No reacciona ante mis palabras, no sé el motivo, pero algo me dice que ya no puede ayudarme. Su mirada muestra impotencia, tristeza y la forma en como arruga la nariz mientras su pecho se levanta cuando inhala aire, muestran que quiere llorar, pero se niega a hacerlo.

Los dos agentes entran a la habitación haciéndola a un lado, intentan sostenerme, pero me arrastro hacia atrás con ayuda de mis piernas, pero son más rápidos, sostienen mis brazos y yo forcejeo en un intento inútil por zafarme de su agarre.

—¡Tía! —grito con desesperación— No dejes que me lleven

De pronto siento que han liberado mi brazo derecho, Salome ha saltado sobre uno de los hombres, aprovecho para intentar escapar sacándome al otro hombre de encima y salgo corriendo, pero vuelve a sujetarme, tiene un brazo rodeándome el cuello, siento un pequeño pinchazo en la espalda y el cuerpo empieza a fallarme, me debilitó y caigo al suelo. Salomé está encima del hombre golpeándolo hasta que el otro me suelta para ayudar a su compañero.

—Es mejor que te detengas —ordena Miller. Su voz suena tenue, mi vista se nubla de a poco. Me quedo sin fuerza.

Salome grita cosas que no entiendo, solo puedo ver una sombra frente a mí. Es ella, aún la sostienen, veo un par de movimientos y cierro los ojos, el sueño invade mi cuerpo, no puedo moverme, estoy cansado. Creo que solo necesito dormir un poco. El aroma a perfume caro de mi tía es lo último que puedo percibir antes de caer dormido por completo.

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