Camino al baño sintiendo el dolor aumentando por mi muñeca. Kia no es tan fuerte como para lastimarme, pero si lo suficiente para abrir la herida de mi brazo que no ha cerrado por completo, apenas tiene horas así que es fácil que frente a cualquier movimiento brusco se abra y sangre de nuevo. Cierro la puerta de los baños para hombres que tiene la universidad, coloco mi mochila sobre los lavamanos y la abro, alzo la manga de mi brazo izquierdo mostrando la venda alrededor de mi antebrazo ahora empapada en sangre. Saco el botiquín que he traído de casa para curarme mientras los recuerdos de la noche anterior me invaden cuando siento el ardor que causa el contacto del algodón bañado en alcohol con las heridas de mi brazo.
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—Papá llegó — anunció la pequeña. Estábamos sentados en el sofá de la sala mientras Catalina dormía en el piso de arriba cuando Kiran llegó. Eran pasadas las ocho de la noche, la hora de dormir de Nori, Kiran había bebido la noche anterior así que no imaginé que ayer volvería a hacerlo. Noté mi equivocación cuando escuché un grito proveniente de la entrada. —Deberías estar durmiendo — alzó la voz el hombre y me sobresalte al escuchar el tono al que ya me había acostumbrando me levanté y salí tras ella a la entrada.
Kiran tenía una botella en la mano y con la otra sostenía el frágil brazo de la pequeña, ella suplicaba por que la deje ir, pero el se negaba a escuchar razón. Cuando notó mi presencia la lanzó hacia mi haciéndola caer a mis pies, me arrodille abrazándola como hacía siempre que intentaba protegerla, ella hundió su cabeza en mi pecho y apreté mi agarre.
—Ella no tiene la culpa, fui yo —avisé intentando calmarlo.
—No intentes cubrirla —amenazó—. Ya que se largue a dormir —ordenó
—¡No tienes porque tratarla así! —grité cansado de sus agresiones—. A mí puedes golpearme pero no la toques
—Tu no vas a enseñarme como cuidar a mi maldita hija. —Bebió un gran sorbo de la botella que traía.
—Yo sería mejor padre que tu. —Vi la ira llenar sus ojos. Por reflejo subí el brazo para protegerme el rostro cuando él levantó la botella que segundos después estrelló contra mí antebrazo. El estruendo del vidrio quebrándose sonó por toda la casa y el se marchó hacia la sala principal en donde estábamos antes—. Corre a tu habitación — ordené al sentir un fuerte ardor en mi piel — cierra la puerta con llave, yo la abriré mañana —indiqué y la pequeña corrió obedeciendo.
Salí hacia el baño de invitados, un vidrio me había provocado un corte algo profundo, la sangre corría manchando todo de color rojo. Nunca había lidiado con una herida tan grave, por suerte, Claudia entró al baño en donde me encontraba intentando frenar el sangrado, cosió mi herida y la vendó.
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Salgo del baño de la universidad justo a la hora de mi última clase del día, y del semestre. Me siento al frente junto a la puerta en el momento que entra la maestra. Mi antebrazo arde durante cada minuto, no me permite concentrarme por completo pero el día termina y puedo volver a casa. La rutina que tengo es aburrida, pero no me interesa cambiarla, jugar con Nori es lo único bueno de mi día y no lo cambiaré por nada, ni por nadie.
Hay un auto deportivo negro como el de Salome frente a la entrada de la universidad, pero no es ella, lo sé porque siempre está ahí. Nunca hay nadie dentro de él, siempre está vacío y las placas no son extranjeras. Al principio fui un tonto por pensar que quizá ella me habría encontrado y me estaba buscando de nuevo. Ahora ya no soy un niño, el niño que existía hace cinco años murió, el día que Lucia me exigió que me fuera de su vida. El día que la carta de Salomé no llegó. El día que Halia me trató como un extraño. El día que Aku no volvió. El día que me subí al avión para venir aquí. Todo eso mató lentamente a la persona que fui, me encargué de enterrar al niño indefenso que me identificaba antes.
El teléfono vibra en mi bolsillo antes de llegar a mi auto, al sacarlo veo el nombre que aparece 《Catalina》. Ella nunca me llama a pesar de que algo malo pase.
—¿Bueno? —respondo con curiosidad.
—Lua, ¿has terminado tus clases? — su voz no emana ninguna emoción, lo cual no es raro en ella.
—Si, estoy saliendo ahora. —Subo al auto dejando la mochila sobre el asiento del copiloto.
—Necesito que vengas a casa. —A pesar de que su voz se mantiene sin emoción una leve alerta se despierta en mi pensando que quizá algo ha sucedido con Yui.
Apago el celular, enciendo el auto y conduzco a casa. No hay nada que me indique que algo malo está por pasar, sin embargo voy lo más rápido que puedo por la calle, no me gusta el tráfico de la ciudad, es medio día así que la afluencia por las calles no es tan veloz. Enciendo la radio del auto y Believer de Imagine Dragons empieza a reproducirse. El camino a casa se hace largo y me desespero a cada minuto que pasa. Un suspiro de tranquilidad sale por mi garganta cuando llego a la carretera que ahora está más fluida y puedo acelerar hasta la casa de Kiran. Dejo el auto y entro lo más rápido que puedo.
—¡Sorpresa! —gritan desde el interior y el confeti cae encima de mi cabeza.
Levanto la mirada y hay globos por todos lados. Al fondo el número 22 pegado a la pared. Toda la sala está decorada con todo tipo de cosas para cumpleaños y fiesta. Bajo la mirada y veo a Nori que sostiene una caja envuelta en papel azul para mi.
—Feliz cumpleaños. —Sonrie como cada vez que me ve. El mechón de color lila que tiene en la parte de enfrente de su cabello cae por su rostro. Yo tengo uno similar pero de color azul que nos hicimos un día solo por capricho suyo.
—Gracias, Nori. —Sostengo la caja con una mano y con la otra la despeino al pasarla sobre su cabello. Ella frunce el ceño ante mi acción y yo solo le sonrío.
—Aww cuando me dedicaras una sonrisa así a mi también. —Se queja una mujer a mi lado, Kia. Vuelvo a mostrarme inexpresivo cuando volteó a mirarla.
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Editado: 29.05.2024