Porque tú lo querías así

⟡ Capítulo 32 - Un verdadero amigo ⟡

—Lua ¿Cómo has estado? —escucho la voz de Salome frente de mi y aunque intento responder, no puedo.

Los recuerdos que tengo con ella de la última vez que hablamos se repiten en mi cabeza sin cesar. Las cartas que me envió se ven claras en mi memoria y mucho más la última que recibí, la recuerdo tan bien, y como no hacerlo si la leí todos los días durante semanas, cada día sintiendome peor que el anterior sin entender que había sucedido. El rostro de Aku la última vez que llegó sin un sobre antes de desaparecer viene a mi mente con esa mirada de melancolía que intentaba ocultar. Recuerdo todo lo que sentí los siguientes seis meses y todo vuelve a mi, los sentimientos que había escondido por tanto tiempo vuelven a aparecer llenándome de tristeza frustración y dolor, sentimientos tan fuertes como la primera vez.

Una parte de mi quiere gritarle en la cara todo lo que he reprimido durante años, el dolor que he sentido desde que ella me ilusionó para luego desaparecer sin dejar rastro. Quiero decirle que si ella no me hubiera dejado en el olvido, no habría tenido que soportar a Kiran en sus noches de ebriedad. No habría tenido que estudiar algo que odio, no tenía porque haber llorado como lo hice cuando entendí que ella no regresaría y lo más doloroso, lo que ahora me tiene tan vacío; no tendría que haberme encariñado tanto con una pequeña como para que su sueño eterno dejara mi vida con una sensación de haberle perdido todo sentido a seguir viviendo.

—Lua —Se agacha colocando sus manos sobre mis rodillas, intentando buscar mi mirada, intentando encontrar una respuesta.

Otra parte de mi quiere abrazarla, quiere llorar y sentirse seguro al tener la sensación de un hogar nuevamente. Quiero decirle que la perdono, que la extrañé durante todos estos años que no pude pasar ni un día sin recordarla, porque esa es la verdad, la quiero, porque aunque me haya dejado, el pequeño niño que aún habita en mi ha salido a la luz al escuchar su voz y sentir la melancolía en mi pecho al percibir su aroma de perfume caro que sin saber extrañaba con toda mi alma, y quiero abrazarla, llorar en sus brazos repitiéndole que la he extrañado, que anhelé por tanto tiempo volver a verla, volver a escuchar sus regaños, las historias de sus tantos viajes por todo el mundo, los regalos, su aroma, todo, la extrañé, y al fin la tengo enfrente.

Levanto la mirada volviendo a tener la imagen de la mujer que realmente consideré mi madre durante años. Se ve cansada, con leves ojeras bajo sus ojos, su cabello es un poco más largo que antes a sido teñido de negro y ahora tiene una pequeña cicatriz en la ceja izquierda que intenta cubrir con un mechón. Su boca muestra una sonrisa tierna al ver qué por fin la miro, sus ojos se clavan en los míos y su expresión cambia pero igual que antes, no logro entender su expresión Oh mierda, lo olvidé. Mi cuerpo se tensa al sentir sus brazos rodearme con fuerza. Su abrazo se siente cálido, tal como lo recordaba, la sensación de hogar llena mi pecho y mi garganta arde, quiero llorar pero hace tanto que no puedo hacerlo.

—¿Qué te han hecho, mi pequeño niño? —Sus palabras suenan tristes, y su abrazo es más fuerte que antes.

Ella lo sabe

Me duele tener tantos sentimientos revueltos en el pecho, no me gusta, lo detesto. Porque cuando eso pasa sé que todo volverá a ser un caos y no quiero. No quiero que vuelvan a alterarme, porque pensé que no sería posible y ahora sé que si puede serlo, cinco años reprimidos en el fondo de mi corazón han sido expuestos haciéndome débil de nuevo solo con un abrazo.

La habilidad que tiene para leer mi mirada aún se mantiene, lo cual es sorprendente. Después de años aún logra ser la única persona que ha podido leerme tan fácil como una receta de cocina, conocerme por completo sin someterme a un interrogatorio, apoyándome sin decir ni una sola palabra.

Busco corresponder su abrazo sin éxito porque la parte de mi que aún le guarda rencor me detiene y ella lo nota.

—Entiendo que estés molesto —Empieza separándose de mi—. Sé que lo que hice no tiene perdón

Al menos lo admite

¿Tanto te cuesta callarte?

—Pero juro que todo tiene una explicación, y te la voy a decir cuan…

—!Salome! —interrumpe casi gritando un hombre desde la puerta algo alterado— Hay un informe por secuestro en el departamento de policía.

Los tres en la habitación lo miramos, el hombre respira cansado, apoyando su antebrazo en el marco de la puerta parece haber corrido en cuanto le informaron la noticia que esta comunicando.

—No me mires a mi —habla Franz tranquilo, lo miro a él y luego a Salome quien lo mira con enfado, continúa con la espalda pegada a la pared levantando sus manos en señal de inocencia—. No ha sido mi culpa

—El testigo afirma haber visto a dos hombres subir a la fuerza al chico a uno de tus autos —Termina de hablar el hombre en la entrada.

Sus palabras me regresan al momento de paz que tuve durante pocos minutos en la noche antes del “no secuestro”, recordando la voz de Sam llamándome desesperado a lo lejos antes de perder el conocimiento.

Mira tu, al parecer si tienes un mejor amigo después de todo

—Bueno, talvez si fue un poco mi culpa. —Franz muestra una sonrisa y puedo notarlo nervioso sobándose la nuca.

—Voy a matarlos —Su mirada ahora es seria, cargada de enojo aunque su voz suena calmada—. Ve a buscar a esos idiota —ordena con un tono firme.

—Si, jefa —Franz se marcha y Salome se pone de pie después de blanquear los ojos ante el apodo. Sacando una libreta de su bolsillo, anota algo en una hoja mientras la observo, se ve mayor, aunque no tanto para tener casi cuarenta años, su rostro ya no tiene la expresión seria pero amable que solía recordar, ahora es seria y parece estar siempre alerta, su ropa ya no es elegante y formal, ahora lleva ropa negra y por un segundo me parece ver algo similar a la silueta de un tatuaje de dragón sobre el cuello de su camisa blanca, arranca un trozo de papel y me lo entrega regresándome al presente.




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