Prólogo.
12 de septiembre, 2008
California es calida y no se parece ni un poco a Wilmington. Aunque en ella se encontraba las personas más importante en mi vida. Mi familia. Esos seres queridos que amo cada día más ha pesar de estas lejos de ellos.
Había dejado la ciudad para venir a la universidad que me diera mejores resultados para ser reportera, ese era mi sueño y mi pequeño hilillo de felicidad, sin embargo, las cosas estaban saliendo mal. No sería nada bueno engañarme y engañar a alguien más. Estaba pasando algo, algo que me afecta y dolía, algo que me estaba comenzando a afectar en mi rendimiento diario. Soy una mujer de ejerció, no es que voy a diario al gimnasio pero si hago algo por mi cuerpo. Soy de aquellas personas que ven a su cuerpo como un templo sagrado, cuidarse es lo más importante.
Preocupada decidí que hoy sería el día que iría a hacerme algunos estudios, en eso estoy. Sentada en la sala de espera para que puedan hacerme varias pruebas y me digan que es lo que tengo o me manden algún correo con los resultados. Después de este largo viaje de hospital iré a casa con mi familia. Pasar algunos días y ver a mi hermana menor; no tengo idea si Logan irá. Así que es mejor pensar que solo veré a papá, mamá y Shania.
Cuando dejó de divagar entré algunos recuerdos con mis hermanos, como aquella vez que Logan me enseñó a mi banda favorita de todos los tiempos, me doy cuenta que la enfermera dice mi nombre para que la acompañe a donde los instrumentos de trabajo están. Me levanto de la silla donde estaba, alizo mi vestido y paso un mechón castaño atrás de mí oreja. Suspiró , siempre le he temido a las agujas, prácticamente, a los hospitales. Estaba vez no era la excepción, quería correr y escapar de este lugar que olía terrible.
Ya no había escapatoria para cuando llegue a la habitación donde el doctor me esperaba con una sonrisa. La regrese, ser amable no es para nada difícil, así que me dejó de estresar yo misma. Seguro que después de esto iré a tomar un café y en algunos días, veré qué no tengo nada. Que estoy bien, que no pasa nada malo en mí.
—Señorita Stevens — asiento, me da la mano y la estrechó. —digame, ¿Cómo se siente?
Aquí vamos.
23 de septiembre, 2008
Estaba deprimida, caí en aquella situacion de estar tan mal que me encerrada en mi propia burbuja de depresión, tristeza, amargura. Es que no pude estar menos mal, que no quería ni siquiera comer y menos salir a clases. Me faltaba tan poco para terminar que ahora, justo en estos momentos, no me interesa ser una reportera hecha o algo que tenga que ver con felicidad escasa.
Me estaba preparado para la muerte. El cáncer que me han detectado esta tan avanzado que no podía hacer nada, pero podía intentar hacer quimioterapia y ver si algo funcionaba. Tantas veces observé en televisión o incluso en persona, que los tratamientos para vencer al cáncer son dolorosos. No quiero sufrir más. Si me tengo que ir eso será, no quiero interrumpir en algo que el destino tiene marcado.
Ahora más que nunca quería y necesitaba ver a mi familia, decirles lo que pasaba y como me encontraba. Quería deprimirme en la comodidad de mi hogar, entre esas viejas paredes de mi casa en Wilmington, quería morir tranquila.
Aquí lo único que me mantenía tranquila es la música de destiny four ,sus voces y su música. Su presencia, la presencia de esa banda me daba una pizca de sonrisa. Es que estaba tan enamorada de ellos, si se me puede dejar decir que más de Ryder Wald, ese hombre era todo lo que quería. Siempre habia tenido la fantasía de terminar en su camino, que me conociera y que, imposiblemente, me amara. Estaba tan metida en eso que en realidad si lo llegue a pensar. Él, ese guitarrista, era un motivo por el cual comence está carrera. Eso me aterraba porque no lo conocía y quería pasar el resto de mi vida con él.
El destino era un jodido conmigo, no me crucé a mi banda favorita nunca por los angeles. Ni en aquella vez que tenían una gira por el país, me dio un poco de esperanza cuando papá me mando dos entradas para verlos una noche en Los Ángeles, si que vi el concierto, pero jamás los tuve enfrente. Lo importante es que mi padre hizo un lindo gesto hacia a mí, se lo agradezco. Fue la segunda ocasión que me dejó ver a mis ídolos, a mi amor imposible y a mi razón de ser. Mis cuatro razones.
—Keith, tu hermano está en la línea. — Monic, mi compañera de piso, me habla a través de la puerta que se mantiene cerrada desde hace días. —¿Tienes el teléfono ahí?
—Sí, aquí lo tengo.
Le respondo y ella se aleja. Lo tengo porque ayer quería decirle a mamá lo que me pasaba, pero decidí que sería mejor hablarlo con ella en persona. Sin muchas ganas tomo el teléfono de la mesita de noche y suspiró antes de responderle a mi hermano mayor.
—¿Logan?— escucho su respiración al otro lado de la línea. —¿Pasa algo?
—Eso es lo mismo que quiero preguntar. —me dice y me quedo muda porque no sé qué decirle.—¿Keithi?
—Estoy bien, solo tengo alguna alergia. —finjo bien, pero teniendo sus ojos verdes frente a mí jamás podría mentirle. —¿Hablas para algo más?
—En unos días estaré en Wilmington, quería saber si puedes ir. Como antes, digo a Shania le falta nuestra presencia en casa y mamá quiere vernos. Creo que tiene un mal presentimiento, ya sabes cómo es mamá. —trago saliva tan difícil, ella tiene un presentimiento bueno.
Mamá siempre tiene una habilidad para saber que algo anda mal o pasara algo. Quiero pensar que todas las madres del mundo tienen ese sexto sentido. Pensar que jamás lo voy a desarrollar me da escalofrío y ganas de tirarme a llorar.
>>¿Qué es lo que pasa, Keith? — escucho la voz de Logan tan seria que tengo ganas de gritarle lo que tengo. —Se que algo anda mal, no te escuchas bien. Tu voz parece estar más encerrada que tú.
—Hay algo, pero no quiero decírtelo. Debes de esperar hasta que nos veamos en casa. Debe de ser con todos cerca. —se corta mi voz. —solo espera, Logan.
—Eso me da miedo, pero entiendo. —suspira. —Keith, te amo. Eres mi hermana y quiero que estés bien.
—Tambien te amo, nos vemos luego.
Cuelgo, porque mi tristeza gana y no puedo dejar de sentir mis ojos picar y después vienen las lágrimas. Lágrimas que dejó fluir con sollozos que no me gustan, sollozos de dolor que me hacen saber que estoy tan mal. Me moriré y mi familia lo sabrá. ¿Cómo van a reaccionar ante la confesión que tengo para ellos?