Felicia se encontraba pegando en la pared las pinturas que su alumnos habían hecho en la última hora.
Faltaba poco para las seis de la tarde y aún no habían llegado por Jenny y Alex. Siempre eran los últimos.
—Alex ya ha venido tu madre — anunció la señora Miltown.
Era la secretaria del colegio desde hace demasiados años. Se tomaba muy en serio su responsabilidad de asegurarse que todos los estudiantes fueran recogidos antes de la hora de cerrar el colegio.
Alex corrió a la puerta y se despidió de Jenny con la mano al escuchar los tacones de aguja de su madre aproximandose por el pasillo.
—Jenny vamos a recepción. Esperaremos ahí a tu padre— dijo Felicia tomando su bolso.
Jenny recogió sus cosas y se trajo consigo el dibujo en la que había pasado ocupada hace unos minutos.
—Alto ahí. — Viendola de pies a cabeza.
—¿Puedo llevármelo? — preguntó inocentemente alzando el papel húmedo con pintura fresca.
—Si Jenny, si puedes. Pero debo lavarte primero. A tu papá no le gustará verte así de sucia. — Le sonrío para suavizar la reprimenda.
Sacó de su bolso unas toallas húmedas y comenzó a pasarlas por las mejillas, los brazos y las manos.
—Mejor vamos al baño — dijo tomándola de la mano al notar la pintura en las puntas de su cabello rizado.
"¿Cómo se habría ensuciado tanto en una hora?".
—Señorita Williams tengo hambre — anunció Jenny al entrar a recepción.
—¿Aún falta ella? — habló la señora Miltown en su tono de sorpresa disimulando el enfado por tener que esperar más.
—Sí el señor Jones aún no ha venido. Le llamaré ahora mismo.
"Jones. No puedo responder en este momento por favor deja tu mensaje y tu número. Trataré de responde lo antes posible".
—Señor Jones. Lamento molestarle seguramente está ocupado. Soy la señorita Williams y su hija aún está en el colegio y es tarde. Espero pueda venir pronto. Buenas tardes.
—No lo lamentes es su responsabilidad venir por su hija ¿Qué te ha dicho?
—No ha contestado le he dejado el mensaje.
La señora Milton torció el gesto en forma de reproche y giro su silla de nuevo el monitor de la PC para continuar con su Facebook.
"Señor Jones ¿Dónde está?".
Desde que había conocido a Jenny, de eso ya un par de años. Felicia admiraba el valor del señor Jones por criar a su hija solo. Sabía que no era una tarea fácil, díganselo a ella que educaba diariamente a 15 niños desde hace 5 años. Pero en el caso de ellos admiraba que se tratara de un hombre que era soltero al parecer viudo o divorciado.
—Señorita Williams, tengo hambre.
—Oh, si — respondió saliendo de sus pensamientos en dirección al Señor Jones. Tomó a Jenny de la mano para llevarla a los aseos —. Vamos a lavarte primero.
Luego de dejar a Jenny limpia buscó en su bolso, que parecía más un maletín, unas galletas de avena que guardaba en un recipiente plástico y un jugo de manzana en caja.
—Toma una servilleta.
—Gracias señorita Williams.
—Por nada. Volveré a llamar a tu papá.
—Papá está con el Juez.
—¿Ah si? — Pero Felicia ya se encontraba marcando el número de nuevo.
Se lo sabía de memoria. Lo llamaba casi a diario para recordarle que recogiera a su hija. Eso era algo que definitivamente no admiraba del señor Jones, su aparente impuntualidad o hasta irresponsabilidad como decía la señorita Miltown.
Aparente, porque Felicia siempre le daba el beneficio de la duda. El tráfico o mucho trabajo en la oficina.
El archivo de Jenny decía que era abogado.
"¿Un caso difícil tal vez?".
"Aún así, sin importar la excusa no era justo hacer esperar a su hija".
Quien por cierto ya se había terminado las galletas y decía aún tener hambre.
Fue a la máquina de golosinas para los maestros y compró dos barras de nueces con chocolate.
Aveces los demás a su alrededor, no siempre veían bien su sentido maternal y lo que éste le impulsaba a hacer.
"No son tus hijos. Deja que sus propios padres se responsabilicen".
—Come ésta. Está buena — dijo dando un mordisco a la suya —. Tiene chocolate.
—Gracias.
—Por nada Jenny. — Se sentó a su lado para abrazarle —. Y ¿Qué pintabas? ¿El mar? — Viendo el intenso azul —. Es un lago con flores y estos peces — decía señalando las manchas rojas y naranjas en medio de lo azul.
—Es bonito. — Le limpió las comisuras con la servilleta.
Y es que Felicia siempre ha sido así.
" Demasiado dulce" como decían las mujeres mayores.
No por nada era la mejor niñera de su vecindario, se le daba bien no sólo cuidar de los niños, sino enseñarles y hacer pláticas interesantes aunque su interlocutor tuviera tres, siete o más años.