Posibilidades.

Capitulo 3: Señorita Williams.

Felicia salió de su apartamento debajo de su abrigo verde. Se detuvo en los buzones un momento.

—Buenos días Felicia.

—Buenos días Marcus.

—Y ¿Qué tal? — preguntó apoyándose en la pared.

—Bien y ¿Tú?  — respondió distraída. Abría un paquete para comprobar que fueran los libros que esperaba.

—Que bien. Oye... Estaba pensando en si te gustaría...

—Oye Marc. Ven aqui. — Alguien lo llamó tras ellos.

—Tengo que irme. Que tengas buen día Felicia.

—Gracias, igual para ti.

Marcus vivía y trabajaba en aquel edificio desde hace unos años. Desde que Felicia se mudó siempre intenta invitarla a salir o hacer una conversación casual con ella. Pero sus intentos siempre se ven interrumpidos por alguien más.

Y Felicia, aunque es vagamente conciente de las intenciones de Marcus, no es descortés rechazandolo ni le alienta a seguir intentándolo. Aunque parezca contradictorio. Ésta chica es muy buena como para decirle: No molestes Marcus.

Tenían una relación extraña.

Mientras guardaba los libros en su bolso, el ascensor abrió con su anunciante campanilla.

El hombre de traje azul oscuro salió de éste, con el teléfono pegado a la oreja y una niña le seguía por detrás sujetando su saco.

Era Jenny, quien por cierto la reconoció y saludo efusivamente con su mano al cruzar la puerta.

Un portafolios tamaño carta color marrón cayó al suelo.

—¿Señor Jones? Señor Jones. Olvidó esto — exclamó sin atraer su atención —. Bueno se lo daré en el colegio.

" El señor Jones. Siempre ocupado, siempre de prisa y siempre olvidando todo" meditaba mientras sostenía con fuerza el portafolios. Al llegar al colegio notó que el automóvil del señor Jones estaba aparcado mientras despedía a Jenny.

—¿Señor Jones?

—¿Si? — Giró en dirección de la voz femenina que le llamaba.

—Me alegro alcanzarlo. Buenos días.

—Si buenos días. ¿Qué se le ofrece? — dijo mientras veía su reloj.

—No quiero quitarle su tiempo.

—Hola srta Williams. Buenos días — habló Jenny interrumpiendo.

—Hola Jenny. Solo quiero darle esto — agregó mirándolo de nuevo —. Se le cayó y supongo es importante.— Extendió el portafolios.

—Vaya. Si de hecho. Me ha salvado. — Exclamó —. Son unos documentos muy importantes. Muchas gracias. — Le sonrió agradecido.

Era la primera vez que Felicia le veía sonreír.

"Encantador" pensó al detenerse en su rostro.

—Por nada. Y descuide no los he visto — aseguró con una pequeña sonrisa.

—Muchas gracias señorita... —  Y hasta ese momento, Richard fue conciente de los hermosos ojos que tenía aquella muchacha que siempre le había parecido demasiado delgada y joven para ser una maestra. Además de bonitos labios delineados naturalmente. Llenos y de suave tono melocotón.

—Williams. Señorita Williams.

" Así que ésta es la famosa señorita Williams".

—Williams. Gracias. Bueno, me voy. Se me hace tarde - hablaba buscando a Jenny.

—No sé preocupe yo la llevo dentro. —  Se ofreció tomando en sus manos las cosas de la niña.

—Gracias. Adiós cielo. Pórtate bien.— Bajó a su altura para besarla.

—Adiós Papi.

—Señorita.

—Señor Jones. Que tenga buen día.

—Gracias - tartamudeó al verla sonreír.

Entró al auto y antes de arrancar, buscó con la mirada a la joven maestra. Caminaba de la mano con su hija. Un niño las interceptó en el camino. Lo saludó y también a la madre del chiquillo, tomó su mochila y se la puso en el hombro para cogerlo de la mano.

Era extraño, pero a Richard le pareció que esos sencillos gestos eran demasiado dulces para alguien tan joven como ella. O solo era amable con los niños por qué era parte de su trabajo.

Negó con la cabeza para despejar la mente y arrancó el auto.

Mientras Felicia caminaba por el pasillo hacia su salón de clases, se distrajo con el recuerdo de la encantadora sonrisa del señor Jones.

Y es que la verdad, no tenía mal aspecto. Sus facciones eran duras y marcadas. Con la estatura de un hombre que imponía respeto solo con verle. Su barbilla perfectamente bien afeitada despidiendo un aroma a menta que combinaba con su colonia maderosa y que bien se veía de traje.

Aunque es cierto que siempre se le veía así, el aire sofisticado que despedida atraía la atención de las mujeres a su paso.

Sin embargo, para él solo existía una mujer en su vida.

Las pequeñas clases comenzaron. Las actividades de recortes pegamento crayolas y papel por todas partes llenaban el salón mientras Felicia intentaba hacer que sus pequeños no se salieran del contorno del círculo que rellenaban de pintura.




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