Esa tarde Felicia volvió antes de las cuatro.
Jenny se veía mejor aunque una tos con flema sonaba eventualmente. Terminó quedándose dormida en el sofá en brazos de su nueva madre que le leía un poco.
—Iré a ponerla en mi cama — anunció antes de levantarse. Las medicinas y el malestar le hacían dormir más.
Dejó encendido el vaporizador en la habitación y encendió el intercomunicador. Habían comprado uno para el apartamento de ella.
—Te ves cansada — observó al verla volver. Ella buscó sus brazos y se escondió en su pecho.
—Me siento cansada, la verdad hemos dormido poco esta semana. — De pronto un aroma fresco llenó la pequeña cocina—. ¿Preparaste café? — quizo saber entusiasmada.
—Claro. Quiero un rato a solas contigo así que... Que mejor que con un café.
—Y canela.
—Eh... Solo tú café llevará canela. — Ambos sonrieron y se sirvieron el café.
Se habían sentado en el sofá grande. Cada uno en un extremo con un libro en sus manos. Ella mantenía sus piernas encogidas sobre el sofá donde apoyaba el libro. Mientras él apoyaba sus pies en un banco de madera.
Hacía frío. Y con esa excusa Richard tocaba los pies de Felicia para comprobar si los tenía fríos sabiendo que ella sentía cosquillas en esa zona. Asi que fue a ponerse calcetines.
—Entonces — intervino ella en medio del
silencio—. ¿Vamos a casarnos no?
Richard cerró su libro de golpe y le miró serio.
—Por supuesto. ¿Por qué lo preguntas?
—Es solo que... — Poniendo el libro a un lado y acercándose a él—. Bueno ¿Cuando le diremos a tu familia? ¿A Jenny? ¿A Chris? ¿Cuando será?
Richard sonrió y la acercó más para cubrirla con la sábana que tenía encima y suspiró.
—Tengo que hacer algo para que no te adelantes —dijo con una sonrisa al tiempo que le abrazaba. Felicia no respondió—. O ¿Eres muy impaciente o me lees el pensamiento y lo dices primero? Justo pensaba en eso. ¿Por qué crees que prepare el desayuno y el café? — Sonrió con cariño.
—Oh. Lo siento. Creo que soy impaciente.
—Si. Y por eso yo me encargaré. Bueno, pensaba en que saliéramos todos el fin de semana pero la verdad es que con Jenny y los niños de Alice es mejor no salir en estos días. Así que ¿Que tal si nos reunimos con ellos en un par de semanas? En casa de Alice. Así damos tiempo a que Jenny mejore y nosotros descansamos.
—Me parece — le sonrió complacida y le dió un beso fugaz en los labios.
Él retomó su lectura y ella buscó su libro para continuar. Sin embargo no se concentraba.
—¿En q piensas?
—¿Eh?
—No has pasado de página en un buen rato.
—Es que es una parte difícil. Requiere mucho análisis.
—Pero si estás leyendo "Ha llegado un extraño". Otra vez. ¿Que análisis hay en una historia sobre selkies? Además ya te lo puedes de memoria. — Felicia no respondió—. Mejor dime qué piensas.
—En que esto es gracioso ¿No lo crees?
—¿Que cosa?
—Bueno, sinceramente nunca me imaginé que sería yo quien haría la propuesta de matrimonio. — Rió al recordar la situación.
—He de admitir que tampoco me imaginé que yo sería quién diría "Si". Pero no es algo malo. Estamos en un nuevo siglo ¿No? — añadió divertido.
—Creo que lo más gracioso es que las mujeres, ya sabes, aveces soñamos tontamente con esos momentos. — Se escondió en su pecho avergonzada.
—Te arrepientes ¿Verdad?
—No. Para nada. Solo es... No fue de las propuestas más exquisita y fantásticamente romántico como en las películas y los libros— dijo con una rosita al recordar algunos ejemplos donde se veían tales declaraciones de ferviente amor.
—Bueno. Yo lo intenté Felicia pero tú no quisiste.
Se sentó de forma brusca para mirarlo.
—¿De que estás hablando?
—Está mañana. Intentaba dar "Mi respuesta" ¿Recuerdas? Y tú no quisiste. — Suspiró dramáticamente y volvió a su libro—. Debo decir que te perdiste de una declaración de ferviente amor y deseo más grande y sentida que puedas imaginar. Aún más que la declaración de Darcy a Elizabeth — dijo con fingida indignación.
Atónita lo miraba. Intentó recordar a detalle esa mañana pero a ella le parecía que él solo trataba de romper el acuerdo.
—¡¿Has leído orgullo y prejuicio?!
—Es lo único y lo más romántico que he leído.— Se rió al admitirlo—. Por insistencia de Alice por cierto. Me dijo que era un clásico que no debia dejar de leer.
—La verdad es lo más romántico que cualquier hombre podría leer cariño. — Le besó suavemente los labios—. Pero tú. Tu solo intentabas hechar a perder el acuerdo— le acusaba con el dedo índice—. Eso es lo que tú hacías esta mañana.