La voz de Jenny apenas se escuchaba en el fondo de aquel profundo sueño.
—Mami. Tengo hambre.
Las manos de la niña acariciaron la mejía de Felicia. El intenso calor que emanaban la despertó.
—¿Qué pasa cielo? — Somnolienta se frotaba los ojos.
—Tengo hambre.
Buscó el reloj de pared. Las ventanas reflejaban que ya había oscurecido. Faltaban 13 minutos para las doce.
Richard se despertó con desgana debajo de Felicia a quien ayudó a levantarse sin que ambos se cayeran del sillón. En seguida se puso ha preparar algo.
—Perdón amor. No me di cuenta de la hora para que comieras.
Pero Jenny estaba concentrada en probar su cena de media noche.
Y ya que no tenían sueño, los tres se sentaron en el sofá. Pusieron una película de dibujos animados que a Jenny le gustaba. Al pasar media hora Felicia le interrumpió con el jarabe para la tos. Le ayudaban a limpiarse la nariz pues goteaba y ella se limitaba a limpiarse en su pijama.
Al cabo de una hora se quedó dormida en brazos de Richard, quien no la puso en la cama pronto por si despertaba.
—Creo que ya está bien dormida. La pondré en tu cama — dijo al ver que ya no se movía y su respiración delataba su profundo sueño.
—Mjm. — Se limitó a responder sin desprender los ojos de la pantalla.
Al regresar, encontró a Felicia en el sofá. Aún seguía mirando la película. Y le causó gracia ver lo absorta que estaba.
—¿Aún la sigues viendo?
—Es que esa me gusta— dijo en tono bajo para seguir escuchando.
Se sentó a su lado y la acercó pasando el brazo sobre sus hombros. Pero no logró distraerla.
Sonreía en las partes divertidas y en donde los diálogos tenían bromas de humor serio. A Richard le parecía divertido verla en lugar de ver la película.
Como cambiaban sus expresiones según avanzaba la historia. Pasando por la incertidumbre y la tensión, luego el "inesperado" suceso que lo resolvería todo.
"Inesperado" por que ella ya había visto la película y sabía cuál era el final.
Luego pasaba a la sorpresa y la felicidad del momento. Incluso su ceño se fruncía levemente al aparecer el villano en cuestión. Y concluía saltando a la felicidad por el final feliz y esperado.
La verdad era graciosa. Graciosamente dulce y encantadora. Independiente de la película que ella viera, era más que evidente que podía sentir a un grado máximo las emociones transmitidas por los actores.
Aunque al final del filme muchos dijeran que era predecible o era una historia ya repetida en otras películas, ella se encontraba en la posición contraria. Incluso si le decían que la secuencia de acción era aburrida o predecible al saber quién ganaría o quién moriría ella tenía en su defensa argumentos irrefutables.
Vivía cada escena como si fuera el protagonista de la historia. Podías verle saltar en su asiento por la sorpresa, abrir más sus ojos al ver que un personaje moría de la forma más repentina. Esquivaba los golpes en las escenas de acción y hasta podía sentirlos tocando la parte donde los recibía el actor. Sonreía con los halagos que le daban a la protagonista y hasta parecía sonrojarse. Y por supuesto que podías verle llorar en silencio al lado del actor. Sin embargo no lloraba en todas las películas, ni siquiera le gustaban las de drama por la excesiva tristeza. Más bien prefería las de acción y las que ella llamaba "buenas historias".
En una ocasión veían juntos una película sobre un hombre que junto a sus compañeros de viaje debía sobrevivir a las inclemencias de un ambiente congelado en un bosque. Pues debido a un terrible accidente aéreo estaban varados en aquel remoto lugar. Además de lograr llegar con vida hasta la civilización, eran seguidos por lobos.
La tensión que acompañaba la actuación se reflejaba en su rostro. Se encontraba tan concentrada en ello que en un tremendo ataque sorpresa por parte de un lobo hacia uno de los hombres, ella salto en su asiento y encogió sus piernas como si fueran a alcanzarla. Richard no puedo evitar reírse de ella a carcajadas. Y al final ella terminó riendo con él.
Cuando la película terminó, Richard no desprendía sus ojos de ella, que al terminar se levantó y quitó el DVD.
—¿Que quieres ver?— Preguntó sentada en el suelo frente al estante con las películas.
—Estoy suficientemente entretenido viéndote a ti linda.
—Lo sé — dijo sonrojada por la forma en cómo le miraba—. Entonces ¿Qué hacemos? Nos tengo sueño y ¿Tú?
—Tampoco.
Pensaron en silencio un momento.
—¿Y si jugamos? — Propuso él con picardía alzando la ceja.
—¿Quieres jugar? — habló con un tono insinuante como el que él usó.
—Si. Hay que hacer algo si los niños están dormidos ¿No?— Continuó sin quitar el tono de voz malicioso. Se acercó a ella sentándose en el suelo y abrazándola por la espalda. — Prometo dejarte ganar — le susurró al oído antes de besarla.
—Sin trampas — exigió, sin dejarse convencer a pesar de sus besos.
—Sin trampas — repitió. Solo para que le dejara retirar el cabello al rededor de su cuello y besarle.
—Y si yo gano... ¿Cual será mi premio Richard?
—Lo que tu desees...— susurró.
—¿Y si tú ganas?
—No será gran cosa.
—Acepto — respondió entre besos.
Así que sacaron el juego de naipes y comenzaron a barajarlos. Cada uno con su coca cola fría y papas fritas.
Habían hecho un "documento" escrito por ambos para especificar la penitencia del que perdía y el premio en concreto de cada ganador. Un elemento indispensable que implementaron al juego. Pues cuando se hacía contra un abogado, fácilmente él sabía esquivar las penitencias excusándose con "detalles no especificados".
De manera que:
Si Felicia ganaba. Richard le pintaría de las uñas de las manos y los pies en el color rojo carmesí que ella amaba. No era una gran tortura pero sabía que a él le desagradaba el olor a esmalte fresco. Y aseguraba que su pulso no era bueno como para dejarle una buena manicura.
Pero Felicia únicamente deseaba ver su cara de concentración cuando lo intentaba. Era más que graciosa.
Richard solía concentrarse poniendo un rostro serio y apretaba levemente sus labios carnosos. Algo que a ella le daba risa y al mismo tiempo le parecía adorable.
Y si Richard ganaba. Dormirían juntos esa noche. Y no precisa y únicamente dormir.
—Estás demasiado insistente — dijo ella al leer en la servilleta de cocina lo que él había escrito tan brevemente—. Creí que pedirías otra cosa.
—¿Como que?
—No sé talvez leerte un capítulo de alguno de esos libros que yo te digo que no entiendo. O que viéramos una película de terror. Oh. ¿Sabes que? Cambiaré el mío.
Fue a tomar otra servilleta y escribió: "Elegir la siguiente película". Richard entrecerró los ojos.
—¿Eso es todo?
—Si.
Él solo sonrió. Estaba seguro que ganaría.
—¿2 de 3?
—Por supuesto.
El juego comenzó y cada vez más nerviosos. En espacial ella se encontraba cada vez más ansiosa. Al final Richard ganó y muy complacido se comió la última patata.
Ella parecía más bien tiesa, como si lo que estaba por suceder le aterraba. Y su rostro reflejaba aquella tensión.
—Lissi ¿Estás bien?
—Si. Si.
—¿Que pasa? ¿No puedes creer que he ganado? —dijo en tono burlón intentando acercarse.
Pero ella no le miró, parecía incómoda. Así que él se levantó y rodeo la mesa para sentarse a su lado en el suelo.
—Por favor dime ¿Qué pasa?— Preguntó ahora angustiado.
—Es solo que... — Su semblante cambió bruscamente—. ¡¿Por qué tienes que insistir tanto en ello?! ¡¿Por que insistes en estar tan cerca?! — Soltó en un tono de enfado y rechazo que a Richard le molestó.
—Quizás por que te quiero Felicia. Y por que eso hacen las personas que se quieren ¿No? Están cerca en muchos sentidos. Y quizás por que tú te esmeras en rechazarme tanto como yo deseo acercarme a ti — dijo demasiado serio y molesto. Ella no respondió.
—¿Te molesta verdad?
—Pues...
—Te molesta ¿Cierto? Que quiera estar cerca tuyo.
—No, no. Es solo que...— Ahora parecía confundida. Deliberando entre decir la verdad o no.
Al ver su indecisión, Richard se levantó enfadado y se fue al refrigerador como si buscará algo. De pronto la escuchó sollozar.
—¡Dios Santo Felicia! ¿Que tienes? Me estás asustando.
—Richard lo siento tanto... Lo siento — decía desesperada como si estuviera por confesar quién sabe cuántos asesinatos—. Tengo que decirte algo.
Él se sentó de nuevo en el suelo apoyándose contra el sofá que estaba pegado a la pared y la invitó a acercarse. Ella así lo hizo y él le abrazo.
—Es sobre... El dormir juntos, ¿Verdad? — Claramente refiriéndose a un acto más allá de eso. Pues ya habían dormido juntos anteriormente. Ella asintió.
—Es que... Yo... Bueno... Richard yo nunca... No, yo no.
Entonces él comprendió y le miró.
—¿Quieres decir que tú nunca ...? — Dejó la pregunta sin terminar. Avergonzada desvió la mirada.
—No. Nunca...
—¿Es eso lo que te preocupa? Que sea...— Pensó en las palabras adecuadas—. ¿Una desagradable ocasión? O es más por aquello relacionado con llegar de blanco al altar — bromeó tratando de que ella se relajara.
—No. No es eso.
—¿Entonces? Por que me da la impresión que te desagrada la idea o te desagrada el saber que sería conmigo.
—Por supuesto que deseo que sea contigo... Es solo que la única... Y última vez... Pues... No es un recuerdo muy grato la verdad. Creo que me sigue asustando un poco el recuerdo — dijo. Y se limpió las mejías y sonrió tímidamente.
Él solo pudo abrazarla con más fuerza al pensar en sus palabras y entender que aquello tuvo que ser un suceso verdaderamente horrible para ella. Tanto que seguía rechazándolo solo para reprimir el recuerdo.
—Perdóname Lissi. No tenia idea.
—No es tu culpa. Debí decirlo antes. Es razonable tu reacción y... Tu insistencia — dijo con una risita —. Perdón por hacerte esperar tanto.
—No hay nada que perdonar. — Le besó la frente.
Se quedaron así hasta que ella se tranquilizó.
—¿Fue hace mucho tiempo?— Ella tardó en responder—. Perdón. No digas nada. — Besó la palma de su mano dejándola contra su rostro.
—Estaba en segundo de secundaria. Me invitó a una fiesta. Y aunque yo no estaba muy borracha él si... Terminó conmigo después de eso.
Se hizo una pausa.
De todas formas no era alguien que valía mucho la pena. Y sinceramente después de eso no volví a intimar tanto con alguien. — Abrazó fuerte a Richard quien le imitó—. Creo que he sido una exagerada. Hay personas a las que les ha pasado peores cosas.
—No digas eso. La verdad es comprensible tu reacción. Y yo debo respetarlo — meditó—. De hecho debo agradecerte tu negativa a mi insistencia.
—¿Por qué?— Preguntó extrañada ahora mirándolo a los ojos.
—Por que me ayudas a desarrollar paciencia. — Ella río con él —. Prometo no insistir más. Y que cuando suceda, después de la boda si tú quieres. Permíteme darte nuevos recuerdos que te afecten de forma positiva —concluyó con una sonrisa.
Ella entonces se movió. Richard no comprendió sus movimientos hasta que le tuvo encima y recostada contra su pecho.
—Gracias.
Al cabo de unos minutos bostezaron.
—Debemos descansar ¿Te parece si dormimos juntos? No quiero dejarte sola.
Ella solo asintió.
Así que trajeron un gran edredón y lo pusieron en el suelo después de mover un sillón pequeño. Pusieron un par de almohadas y sábanas.
—Has llorado mucho hoy — dijo mientras le acariciaba el cabello.
—Lo siento. Quizás, estoy muy sensible. Ya sabes tonterías de mujeres.
—Y también has pedido muchas disculpas.
Ella no respondió, únicamente sonrió.
—No hay nada que perdonar — terminó él.
Cerraron los ojos agotados y durmieron tan tranquilamente como nunca habían dormido.
El lunes por la mañana Jenny volvió a tener fiebre, de manera que se vio en la necesidad de pedirle a Alice que le cuidará mientras ella y Richard trabajaban.
En casa de Alice Jenny se le veía mejor. Traía puesto un gorro azul gracioso que parecía más bien un pez en su cabeza.
—Solo así conseguí que se lo dejara puesto — explicó su tía.
Terminaron quedándose a cenar. El ambiente familiar era relajante y dulce. Los Smith insistieron en que dejarán a Jenny en su casa para que ellos pudieran tener una noche entre semana a solas.
Aquellas bromas no dejaban de incomodar a los implicados pero se divertían con ellas.
Así que terminaron saliendo de esa casa solo dos personas. Esa noche se quedaron en el apartamento de Richard.
—Deberíamos comenzar a buscar dónde mudarnos —dijo ella de pronto mientras veía el techo de la habitación desde la cama.
—Está vez me he adelantado. De hecho me gustaría que vieras estás opciones.
Encendido la portátil y conversaron sobre las ofertas de vivienda. Algunas eran económicas pero se encontraban muy lejos. Otras eran demasiado caras y algunas muy pequeñas y con defectos que les hacían pensar en lo que tendrían que invertir para mejorarlas.
Por fin encontraron una buena opción. Se encontraba no muy lejos de ahí. Les ahorraría al menos unos 20 a 30 minutos de viaje a ambos hacia sus empleos. Incluso era mas fácil para llegar a casa de Phil y Alice.
La casa tenía una pequeña cochera, dos habitaciones, dos baños. Una pequeña cocina y sala comedor. No era una mansión pero si tenía el espacio suficiente para ellos. El precio del alquiler era razonable. Enviaron un mensaje al casero para acordar una visita.
—¿Que te parece Enero para la boda?
—Tienes algo de prisa. — Rió ella al darle un beso en la mejía.
—No voy a negarlo. Y tú tienes la culpa — bromeó.
—Acepto mi responsabilidad — dijo siguiendo el juego.
De pronto Felicia se sentó en la cama sobresaltada.
—¡¿Pero cómo va a ser en Enero, si a penas faltan un par de semanas para que termine diciembre?!
—¿Cual es el problema? Tú dijiste que querías casarte pronto.
—¡Si pero eso no me da tiempo para organizar todo! — Pronto se puso al filo de la histeria—. ¡Son tantas cosas! El vestido, tu traje, las invitaciones. ¿Donde será la boda? ¡Mi vestido! ¡Dios Richard. Mi vestido! Hay que buscar quién me lo confeccionará. El vestido de Jenny. ¡El pastel!
Richard la miraba a punto de tirarse una carcajada.
—Lissi. — La sujetó de los hombros y la puso de nuevo en la cama—. Tendrás tiempo para eso. La boda no será el otro sábado. Será cuando tú quieras ¿Si? Y el vestido, Alice te puede ayudar con eso. Conoce a alguien que es una buena modista. Todo va a salir bien.
—¿Tu crees?
—Por supuesto. Y el pastel y todo lo demás lo haremos juntos ¿Si?
—Si — repitió sin mirarlo. La idea de organizar una boda en menos de cuatro semanas le abrumó. Salió de sus pensamientos hasta que sintió el peso de su cuerpo contra ella —. Cielo...
—¿M...? — Murmuró contra su piel. Pero él ya se encontraba recorriendo su cuello y sus hombros.
—¿Que haces? — Ella le acarició el cabello.
—Darte buenos recuerdos cariño — dijo sin despegarse mucho de su piel.
—Cielo. Quiero dormir.
—Entonces duerme.
—Cariño...
—¿Si esposa?
Eso la hizo sonreír.
—Te quiero.
—Y yo a ti.
Esta vez fue ella quién se adelantó a besarlo atrayéndolo más cerca para dibujar con sus dedos líneas invisibles sobre los marcados músculos de su espalda, sus hombros y sus brazos.
—Tenemos que encargar las sortijas pronto — soltó bruscamente.
—Si cariño. Estarán listas a tiempo — aseguró volviendo a colocarla debajo de su cuerpo para retomar la línea de besos.