Posibilidades.

Capítulo 20: Revelación.

—Señor Jones. La señorita Murray esta aquí.

—Murray — repitió distraído—. ¿Jeniffer? ¿Pero que...? Bien hazla pasar. Gracias.

—Hola Richard — saludó la susodicha. 

—Pasa. La verdad ya estaba por irme pero dime ¿Que necesitas?

—Solo quería verte...

—Jennifer vamos ¿Otra vez?

—Richard por favor escúchame.

—Mira Jennifer. Entiendo que desees ver a mi hija...

—Nuestra hija — le corrige.

—Si. Nuestra hija. Pero lo nuestro es un asunto muy aparte. Y es algo que se terminó hace mucho.

—Si. Entiendo que te sientas así y tienes toda la razón por rechazarme pero, por favor entiéndeme. He sufrido tanto estos años sin ella... Sin ti.

—Otra vez con eso. — Se levantó exasperado de la silla.

—Perdóname por favor... ¿Cuántas veces debo rogarte Richard? — Sollozaba la mujer.

—Demasiadas ¡Pero serán por haber abandonado a tu hija! — Se acercó para abrirle la puerta pero ella le retuvo aferrándose a su brazo.

—Por favor. Déjame volver...

—¿Y dejaras también a Thomas? — Preguntó mordazmente.

—Lo de Thomas fue un error. Eso ya terminó. Sabes que solo buscaba ayudarlo por la amistad.

—¡¿Amistad?! ¡¿Amistad?! Por favor. Ni siquiera tú te crees eso.

—Richard te lo suplico. Te extraño, no podré ser feliz sin ti.

—Pero si que lo fuiste todo este tiempo. O al menos no te remordio tanto la conciencia por abandonar a tu hija — habló mirándola desde su altura.

—No. No lo he sido. No he sido feliz. Pero estaba tan avergonzada por lo que pasó y ha sido tan difícil volver...

Richard cerró los ojos y sus puños de mantenían cerrados para tratar de retener la ira que sentíaen esos momentos. Volver a verla solo le traía recuerdos amargos que con dificultad él había logrado poner a un lado para seguir avanzando con su hija.

—Por favor... Piénsalo ¿Sabes por qué he permanecido en la ciudad estos meses?

—Por que solo quieres fastidiarme.

—Por que te quiero Richard. Aún te amo y amo a mi hija.

Pero a pesar de sus esfuerzos con Richard sólo lo hacía enfadar aún más.

—No quiero escucharte más. Así que lárgate de aquí.

Los oscuros ojos le contemplaron suplicando. Pero él no cedió.

—Piensa que sería lo mejor para nuestra hija Richard. Ella merece una verdadera familia, una completa  — Y con aquellas palabras salió de su despacho.

¿Por qué? ¿Por qué esta mujer tuvo qué volver en estos momentos? ¿Por qué no podía desaparecer de nuevo como ya lo había hecho una vez?

El asunto de Thomas había sido solo una excusa para quedarse. El caso se había resuelto hacia al menos dos meses y ella seguía en la ciudad solo para pasar recordándole los duros años que él había vivido con su hija.

Todas las semanas llegaba a verle suplicándole una oportunidad para ver a su hija, algo a lo que él estaba dispuesto a ceder. Era su derecho y sabía que Felicia estaría dispuesta a aquello pero eso también resultó solo ser una treta para debilitar sus defensas y acercarse a él. Ahora se le había metido en la cabeza que deseaba volver.

Definitivamente él ya no sentia nada por ella de lo que alguna vez existió. Ya no había nada más que los uniera salvó su hija.

Sin embargo el plan de aquella persistente mujer había logrado debilitar su resolución. " Lo mejor para nuestra hija" era lo que ella llevaba repitiéndole cada vez que le llamaba o lo buscaba en la oficina. Y efectivamente Richard comenzó a abrigar la posibilidad de volver a reunir a su hija con su madre, su verdadera madre.

Pensó en las ocasiones en que ella había preguntado por su madre y él acorralado no sabía que responderle. También pensó en lo mucho que pasó deseando que ella volviera al principio, que perdonaría sus estupideces y la mantendría a su lado de nuevo por el amor de su hija. Jenny se merecía una familia real, una familia que le diera amor y seguridad.

Pero entonces recordaba lo duro que fue su partida. Despertar un día desesperado con una bebé de 8 meses que lloraba sin parar en su cuna en la madrugada y no saber exactamente qué hacer. Si tenia hambre o si había que cambiarle o estaba enferma. Tener que salir con ella de madrugada a dejarla en casa de su hermana y correr con ella al hospital en las noches cuando enfermaba.

Aquella terrible confusión le había mantenido alejado de todo. Incluyendo lamentablemente de Felicia, su dulce Felicia.

Pensó en el amor con el que siempre trataba a su hija, en lo cuidadosamente selectiva que era incluso para darle de comer. En la enorme responsabilidad que se había puesto en sus hombros al aceptarlos a ambos. Y la increíble pasiencia que ella le había tenido esos dos meses de indecisión.

Recordó su mirada triste la noche en que le dijo que no estaba seguro y que ella había sido tan valiente al decirle que comprendía y esperaría.




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