Posibilidades.

Capítulo 22: Emergencias.

—Hola Lissi. No me avisaste que vendrías. Hola Jenny. — Pero al ver su rostro supo que algo andaba mal. Algo andaba muy mal —. Ven linda — dijo tomándola en brazos—. Los chicos están jugando en la madriguera con los conejos.
Jenny se dirigió al patio buscando a sus primos.
Quedando solas, Alicia tomó la mano fria de Felicia
y se sentaron en el sofá.

—¿Lissi que tienes? — Preguntó en tono cariñoso. Ella parecía estar conteniendo su reacción y respiraba con dificultad —. ¿Que ha pasado?

Pero no pudo responder.  Sus lágrimas desbordaban por sus mejias como un torrente y se cubrió el rostro con las manos.  El llanto cada vez era más fuerte y más desconsolado.  Parecía que ni siquiera respiraba, suspiraba entrecortadamente para coger un poco de aire.  Se esforzaba por gritar pero el sonido se quedaba atascado en su garganta.  Alice le dió una almohada para que sus manos aferraran algo en vez de seguir apretandolas en puños.  La piel de sus nudillos estaba más que pálida por lo tirantes que permanecían, daba la impresión que se reventaría su delicada piel.
Se estrechaba contra su pecho la almohada y seguía llorando.  Alice la abrazó intentando consolarla.  Nunca la había visto en ese estado.
—Lissi tienes que tranquilizarte un poco — le decía mientras le mecía suavemente.
—¿Que voy a hacer Alice? ¿Que voy a hacer? — Repetía nada más.

Unos minutos después se fue tranquilizando poco a poco hasta que el llanto casi cesó por completo.  Bebió un sorbo de agua que Alice y trató de respirar.
—¿Estás mejor?
—Lo siento. Se que te he asustado — balbuceaba entre sollozos.
—Sí un poco pero respira por favor.
—Sí... — habló limpiándose la nariz con los pañuelos desechables—.  Sabes, sinceramente nunca creí que esto llegaría a pasar Alice.
—¿Qué fué lo que sucedió?
Ella comenzó a relatarle lo acontecido la semana pasada y lo que acababa de ver.  El ataque de llanto volvió pero esta vez con menos fuerza.
—Por Dios Liss. — Fué todo lo que pudo decir por la sorpresa.
Phil entro en la sala de pronto.
—Alice ¿Has visto mis herramientas? No las encontré… Hola Lissi.  No sabía que estabas aquí ¿Estás bien? ¿Que pasó? — Preguntó a su esposa.
—Richard. Podrías poner agua caliente para prepararle un té por favor.
—Sí.  Claro. — Phil aún sorprendido se fue a la cocina y ellas le siguieron.
Le sentaron en un banco de madera cerca del desayunador.
Felicia volvía a recuperar el aliento y su llanto se fué calmando.  Alice le sirvió el té pero ella no alcanzo a beberlo.  Se cubrió la boca con una de sus manos y la otra sujetaba su estómago.  Se paró tambaleándose y la dirigieron al fregadero para poder vomitar.
—Perdón. Lo siento mucho — Se disculpaba avergonzada intentado ayudarla a limpiar.
—No te preocupes está bien. Siéntate un momento ya te pasará el mareo.
Felicia estaba pálida, más pálida que un muerto, le temblaban las manos y las piernas las sentía tan débiles que le costó demasiado dar un paso hacia el desayunador para lograr sostenerse.  Phil la tomó por el brazo para ayudarla.
—¡Ay!— Le escuchó quejarse.
Phil volvió a verla temiendo haberla sujetado muy fuerte.
Pero ella se había encogido, doblándose en dos y cubriendo su abdomen.
—¿Que te duele? — Preguntó él con urgencia.
Ella cayó al suelo sin dejar de quejarse por el punzante dolor. Su respiración era estruendosa y demasiado lenta.  Estaba llorando de nuevo y se contraía bruscamente doblándose más.
Ellos se quedaron sin aliento un segundo, viendola en el suelo quejarse. Phil trató de incorporarla haciendo que se sentará en el suelo.
Estaba temblando y solo lloraba sin parar.  De pronto, Felicia alzó sus manos y vio por qué las sentía dormidas.  Los dedos se le retorcían deformándose frente a ella.  Eso la asustó más y trato de controlar su llanto.
—¿Que hacemos? — Se preguntaron uno al otro desesperados.
Ella volvió a gritar cubriendo su abdomen.
Phil ya estaba marcando en su celular por una ambulancia.
—Alice... Mi... Bolso — dijo temblando.
Se escuchaba como ella inspiraba una y otra vez como si se le estuviera acabando el aire tratando de alcanzar con cada bocarada un poco para respirar.
—Sí.  Se queja de un dolor muy fuerte en el abdomen y no podemos ponerla el pie.  Sí, si comprendo — decía Phil por el teléfono—. Lissi la ambulancia ya viene en camino trata de respirar por favor — le suplicó.
Alice llegó corriendo con su bolso.
—¿Que te han dicho?
—La ambulancia ya viene.  Debemos tratar de mantenerla despierta y que respire.  Tiene que calmarse o podría ser peor.
Ella había alzado la cabeza respirando con la misma dificultad hasta que una nueva punzada de dolor atacaba y la hacia inclinarse y apretar mas las piernas contra su cuerpo.
—N... O... No… Siento mis piernas — decía.  Pero era muy difícil entenderle. Pues tenía los labios dormidos.
Estiró una mano a su bolso.
—¿Tienes medicinas aquí? Yo las busco — dijo Alice.  Le dió vuelta al bolso para sacar todo en su interior pero no veía ningún medicamento o inhalador si es que es lo que buscaba—.  Aquí no hay nada — dijo desesperada—.  Llama a Richard talvez él sepa si toma algún medicamento.
Phil reaccionó ante la desesperación de su mujer y marcó de nuevo.
Ella se estiró para alcanzar el móvil que tenían conectado los auriculares.
—¿Que necesitas?
“¡Música! ¡Música!” Gritaba Felicia en su mente. Tenía la esperanza que con su terapia musical el ataque de ansiedad se redujera.  Pero no podía articular las palabras con claridad.
Alice le dió el móvil y vio como inútilmente ella intentaba tocar en la pantalla.
—Phil ya está llamando a Richard. No te preocupes — decía. 
Pero ella solo se desesperó más al ver que sus manos no respondían hasta que el teléfono cayó de sus manos.
—Ya está llegando la ambulancia — anunció Phil mientras tenia el teléfono pegado a la oreja.
Corrió a abrirles.  Los paramédicos la levantaron sin mayor esfuerzo y la pusieron en la camilla.
—Iré con ella — dijo Alice y tomó el móvil y la cartera con sus documentos corriendo tras los paramédicos.
Los niños llegaron corriendo preguntando que había pasado.
—Tía Lissi se ha sentido mal. La llevan al doctor.  Estará bien Jenny — dijo cargando a su sobrina que le veía confundida.
Pero ella se desmayó camino al hospital.
Los médicos le estabilizaron cuando llegaron a urgencias.
 Dijeron que había estado a punto de ser intervenida quirúrgicamente si su colon hubiera estallado por la tensión que están sufriendo.  El ataque de ansiedad solo habría empujado a su cuerpo a sufrir un derrame cerebral o como mínimo facial.  Pero habían llegado a tiempo.
Felicia despertó después de las ocho de la noche el día domingo.  Pasó durmiendo por los calmantes que le habian puesto.  Despertó en la cama del hospital con un catéter venoso en su mano derecha.  Estaba conectado a un suplemento de suero y su dedo índice envuelto en un pequeño aparato que monitoreaba su corazón.
Mareada por los medicamentos se movió lentamente en la cama para sentarse.
—Te ayudo.
—Alice...
—Tranquila, ¿Ya estás mejor?
—Sí, gracias.
—¿Como te sientes?
—Solo mareada y con un poco de náuseas.
—Debe ser por la medicinas. Iré a buscar a la enfermera y avisarle que has despertado




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