—Richard... ¿Estas seguro de esto?
—Alice. Ya lo hablamos cientos de veces. Y te dije que estoy haciendo lo que creo mejor para mí hija.
—Lo sé. Sabes que solo me preocupo. Por Jenny y por ti.
—Sí. Y gracias por eso — dijo tomándole la mano.
Richard no quería darle más vueltas al asunto. Las cosas serían así a partir de ahora.
Pero primero debía enfrentarse a algo más grande. Su hija no había vuelto a ver a su madre desde que se fué. Era solo un bebé y ella nunca volvió.
Verla de nuevo causaría un impacto grande en su hija. No sabía cómo reaccionaría. Gracias al cielo Alice decidió acompañarlo junto a sus hijos aquel día.
Todo con tal de no hacer tan directo el acercamiento entre ellas. Y también en cierta medida era un apoyo moral para él mismo.
Este encuentro era muy diferente a cuando le había visto en estas últimas semanas en su oficina y discutir con ella. Esta vez se verían con la posibilidad en mira de volver a ser una familia. Se verían como padres. Algo que tenía mucho de no ser en el mismo equipo.
Acordaron la cita en un restaurante familiar donde los niños podían pasar el rato jugando si querían mientras los tres adultos hablaban. Y así Jenny podría verla y talvez ¿Aceptarla como una amiga?
Ahora estaba dudando de si fué la manera correcta de hacer aquello.
Había hablado con ella, sí. Pero era demasiado complicado explicar a una niña de cinco años que su madre, quien desapareció desde que ella tenía ocho meses de edad, había vuelto, quería verla y deseaba ser su madre de nuevo.
No sabía cómo resultaría aquello. Pero con cada kilómetro que avanzaba sentía su frente llenarse de sudor. Él podía soportarlo, él podía sacrificarse de aquel modo, él estaba dispuesto a volver a empezar con tal de darle a su hija lo que necesitaba.
Pero si ella, Jenny, no era feliz, entonces todo el sacrificio no habría válido la pena. Y también por ello estaría Alice, para ver lo que él no podía ver en su hija o en su madre.
Cuando llegaron con los niños fueron a ubicarse a una mesa cerca de los juegos.
Jennifer, se presentó con su hija con entusiasmo. Aquella mujer desbordaba felicidad, admiración, amor, perplejidad todo a partes iguales cuando le vio.
Richard le había pedido expresamente que no le dijera nada a Jenny hasta después de ver su reacción al conocerla. Y por supuesto, él sería quien hablaría con ella. Y si algo se salía de control, Alice estaba ahí para ayudar.
Jenny tomó la presencia de aquella extraña mujer como lo que era para ella: una invitada al almuerzo.
No le dió especial atención ni intentó socializar. A pesar de los intentos de su madre por hacer algún tipo de conversación con ella.
—Jenny. Te he traído algo — dijo mientras comían.
Richard se puso nervioso, más de lo que estaba, cuando escuchó aquello.
Jennifer sacó un paquete rectangular con papel rosa de envoltorio. La niña no pudo evitar poner entusiasmo ante la sorpresa y tras un gesto de aprobación por parte de su padre y su tía, abrió el regalo.
Encontró una caja del mismo color con el dibujo de una muñeca Barbie en la tapa. Jenny, al encontrar aquello siguió abriendo el paquete ahora menos emocionada. Sacó la muñeca y la examinó un momento. Pero los cinco segundos de fascinación donde dió las gracias, se convirtieron en algo totalmente opuesto.
—¿Una muñeca? — preguntó.
—Sí. Es muy bonita no crees. Yo tenía una igual cuando era niña. Podrás jugar con ella y tus amigas — respondió sonriente.
—Pero a Zac y Johnny no les gustan las muñecas. Alex tampoco, ni a Sophia. No sirve — dijo metiendo la muñeca de nuevo en su caja y dejándola sobre la mesa.
Jennifer buscó ayuda de Richard con la mirada pero él estaba igual de impactado con su reacción.
—Cielo. Claro qué sirve — intervino Alice —. Puede ser la princesa en peligro cuando jueguen con los conejos o el dragón. O la chica a la que el superhéroe llega a salvar.
—Talvez — dijo la niña sin ponerle importancia —. ¿No le trajiste un regalo a mis primos? — inquirió dirigiéndose a aquella mujer que estaba frente a ella.
—Bueno yo...
— Jenn. Ella ha sido muy amable en traerte un obsequio a ti... — abogó su padre.
—Lissi seguro que le hubiera dado uno a ellos también. Y a mí algo bonito.
—¿Lissi? — preguntó confundida.
—Siempre nos da un regalo a los tres. No solo a uno.
—Sí. Tía Lissi da los mejores regalos — apoyó su primo.
—Lissi. Lissi. Lissi. — Comenzó a cantar el pequeño.
—Estoy segura que si Jenny. Al parecer es una buena amiga.
—Es mi mamá — refutó en un tono demasiado serio para una niña de esa edad.
Ella retrocedió mirando a su hija metiendo una papa frita en la salsa de tomate. Avergonzada por el desprecio bajo la mirada evitando la de Alice.
—Jennifer yo...
—Descuida Richard. Es comprensible — le interrumpió sin perder la sonrisa.