Esa semana Richard se decidió hablar con Felicia de una vez por todas. No dejaría que llegara el siguiente Lunes sin resolverlo todo.
De manera que salió temprano el día Sábado. Pues se quedaba hasta tarde en la oficina a propósito con tal de aparecer cuando Felicia ya se hubiera marchado de casa de Alice y darle tiempo para estar con su hija.
Pero al aparcar en casa de su hermana se mantuvo dentro del auto pensando otra vez en ¿Qué decir? ¿Cómo decirlo?
Abrió la guantera del auto y sacó un estuche de reloj. En el interior habían dos alianzas matrimoniales. Ambas tenían sus iniciales y una fecha grabada de hace siete años. Volvió a cerrar la cajita y tomó la de terciopelo negro. Ahí estaba el delicado anillo que le dio a Felicia. Cualquiera le diría que no tuvo suerte en el amor, pero él le corregiría diciendo que la primera vez fue mala suerte y la segura fue por ser un tonto.
Se guardó en el bolsillo la caja negra y entró a la casa por la cochera usando las escaleras que llevaban directo a la planta alta. Se metió en la habitación que compartía con su hija y se tiró a la cama luego de sacarse los zapatos. Puso los pies en la pared manteniendolos elevados sobre el espaldar.
Habia hecho unas notas en su despacho esquematizando todo lo que quería decir, pero eso solo servía para cuando hablabas con los clientes, dabas una conferencia o eras maestro. No era útil para cuando debías admitir que te habías equivocado, pedir perdón y…
Inquieto de nuevo por no saber ni por dónde comenzar, sacó el anillo de la caja. Se lo puso en el dedo meñique. A penas y le quedaba.
—¿Qué te puedo decir Felicia? ¿Qué fui un tonto, un imbécil, un inmaduro y un egoísta? Sí. Sería bueno decírtelo — hablaba mirando el anillo—. Pero eso ya lo sabes ¿Verdad? Ya sabes todo eso.
Y sinceramente no sé cómo decir: Perdóname. No es que no lo quiera. Al contrario, necesito que me perdones. Pero temo que no me creas, que dirás: No. Así como dices no a aveces. Por cierto, casi nunca decías no. Y cuando lo decías me dabas miedo — dijo sonriendo.
Cruzó los brazos detrás de su cabeza y siguió hablando con la Felicia de sus recuerdos.
—La primera vez en que temía que dijeras: No, fue esa tarde de las fotografías. No. No. Fue cuando te invité al zoológico. No entiendo bien por que ese día es tan importante. Quizás por qué, aunque nadie me crea, sé que ese día me enamoré. Pero, que más da. Si lo he arruinado todo ¿Cierto?
Perdóname Felicia. Por todo. Por no haber confiado en ti cuando debí, por ser un inseguro. Por haber confiado en las personas equivocadas. Sabes… Sinceramente creí que ella no se iría. No por mí. Yo no la quiero, claro que no. Te quiero a ti y amo a mi hija. Y creí que ella la quería. Pero, no fue así.
Confié en ella de nuevo, por Jenn. Y la abandonó. Otra vez. Y ahora por mi culpa mi hija ya no tiene a su madre, a ti. Ahora Jenny me odia, Alice sigue enfadada conmigo y Phil… No lo dice pero sé que a veces quisiera darme una buena paliza por todo lo que pasó. Entenderé si un día caigo accidentalmente de las escaleras y él me deja medio muerto sin auxiliarme.
Por eso en parte me alegró que Christopher me rompiera la nariz en el hospital. Pensé que hubiera sido mejor que me matara por los golpes pero era mejor sufrir en vida.
Y sobre Hellen… Dios es lo que más vergüenza me da — dijo pasando sus manos por el rostro para dejarlo cubierto—. ¿Un momento de debilidad? ¿No sabía lo que hacía? Eso dicen los maridos infieles ¿Verdad? Soy una basura Felicia. Incluso culpé a Hellen de eso pero ella lo habría hecho con cualquier otro. Ella es así. Sabes, hasta ella me odia. Por dejarte y me recuerda cada vez que nos vemos que lo arruiné por mi orgullo.
¿Quién diría que alguien como ella resultaría ser tu abogada pro bono y defenderte con tanto ainco? Sí. Es buena abogada. Siempre me deja contra las cuerdas sin nada con que refutar las pruebas contundentes que presenta en mi contra. Alice es la fiscal. Sabe que soy culpable y me estruja hasta que lo admito en voz alta. Pero Jenny es el jurado. No necesito consultar el veredicto, sé que dirá: Culpable. Y Phil. Es el único que se sienta a ver el juicio en mi lado del caso. O al menos eso creo.
Quisiera poder decirte que te quedes. No por mí — continuó mirando al techo—. Por ella… Eso es lo que me mata Felicia. Ver que aunque no estemos juntos tu sigues estando para ella y Jenn lo sabe. Me duele… El pecho, la cabeza, me duele todo cuando me dice que ella te quiere ti cuando se despierta en la noche.
Sabes, escuché una de sus conversaciones el otro día… ¿Cómo puedes ser así, tan gentil y buena sin que yo lo merezca? Le dijiste a Jenny que yo solo estaba cansado. Cansado del trabajo. Sí estoy cansado pero de sentirme así. Culpable pero me lo tengo ganado. Es cadena perpetua. Y aún si tú y yo no volvemos a estar juntos, me gustaría que estuvieras siempre para ella — dijo con un nuevo nudo en la garganta.
Observó el anillo una vez más en silencio.