Post Mortem Cadáver

Capítulo 6: Revelaciones

13 HORAS ANTES DE LA AUTOPSIA.

 

Joe Materson, abandonó su cuarto, dispuesto a enfrentar su destino. Evitó recapitular de nuevo su plan, y aunque en verdad no lo consideraba algo tan elaborado, sí requería que se dieran ciertas situaciones para activarlo. Estaba un poco intranquilo, pero su determinación iba creciendo. Su rostro había adquirido un matiz de dureza, mostrando un rictus de seguridad y osadía. Parecía más un gladiador preparado para morir en la arena, que un vendedor de bienes raíces, entrado ya en avanzada edad de adultez. Si su madre pudiera verlo, sentiría orgullo por su primogénito, y le dedicaría la sonrisa que a diario le mostraba, cuando debía salir a enfrentar la vida. La trajo por un momento a su memoria, e imaginó lo que le diría, sí pudiera observarlo caminando a enfrentar la muerte, pero con la esperanza de limpiar sus culpas, y dispuesto a destapar las atrocidades que cometían en la hermandad.  

Una serie de imágenes pasaron por su mente, trayendo a sus recuerdos, momentos y situaciones que guardaba desde que tenía uso de razón. La primera vez que jugó al balón con su padre, cuando nació el primero de sus hermanos, y aquella niñez que había sido normal y feliz con su madre, padre y hermano menor. Con el tiempo habían llegado los demás hijos Materson, haciendo crecer más la familia, y ya entrado en la adolescencia, comenzó el espiral de descenso a los infiernos para su progenitor, y de paso; para todos los suyos. Aquellos momentos de angustia e incertidumbre, de no saber qué hacer ante el abandono de Vincent Materson, y la consecuente responsabilidad de ser el encargado de velar por su madre y hermanos, y la angustia que convino con ello.

Aquella imagen de su progenitor, hombre responsable y dedicado a su familia, que por los placeres banales, compuestos por el juego, el alcohol y la ambición de tener más dinero, se desvaneció con el tiempo, arrastrando a su familia a tiempos realmente difíciles, y que lo obligó a convertirse en el protector y proveedor de sus familiares. Tuvo que abstenerse de muchas cosas, y olvidarse de vivir una vida normal, para un adolescente de su edad, pero pensando que lo volvería a hacer las veces que fueran necesarias. Trató de sacar de su mente, aquella insinuación de respeto por su padre, porque a pesar del daño que les trajo, vivió tiempos felices a su lado, antes de que se perdiera por completo en los vicios. Al fin y al cabo, la casa donde había pasado los últimos años de vida, le perteneció a su papá. Era su herencia y la de sus hermanos, y no permitiría que terminara en manos manchadas de sangre y muerte.

Terminó de bajar las escaleras, y le dio un nuevo vistazo al primer nivel de su casa, pasando por la sala y el comedor, y reparando especialmente en el tapete que descansaba al frente de la chimenea, donde hizo el amor tantas veces con su esposa. Su amor por ella era enfermizo, porque la amaba con locura, pero a la vez la odiaba por aparecer en su vida, y convertirlo en un pusilánime sin carácter, que dejó de ver a su familia, con la que pasó tantos momentos difíciles en el pasado, solo porque le molestaba el concepto en que la tenían. Ya no era el hombre decidido y en control que fue antes de conocerla, y solo quedaba un hombrecito que se arrastraba por placeres carnales, mendigando amor y un poco de atención. Maldijo el día en que Olivia Chery apareció en su vida, y se enfiló hacia la salida al patio trasero, por donde entraría al sótano.

Descartó la idea de ingresar por la puerta que había dentro de la casa, en el primer nivel, porque en realidad no era utilizada cuando se reunían allí. Debía dar la apariencia de que seguiría los protocolos, para no levantar sospechas dentro de la hermandad, y que su plan continuara como lo había programado.

 

Había repasado lo suficiente aquello que tenía planeado, y aunque no era nada parecido a una incursión de un equipo de asalto o de elite, sí requería esperar el momento oportuno para provocar tanto daño como pudiera, y que el perjuicio que les causara, les fuera muy difícil de ocultar dentro de la mansión. Entendía que seguramente no saldría vivo de la contienda, pero ya había decidido, que era el precio que tenía que pagar por ser cómplice de la sociedad.

Palpó de nuevo el arma que escondía debajo de su túnica, y que ahora sostenía con su mano izquierda. Esperaría el momento en que los ritos que fueran a realizar, ya hubiesen comenzado, para disparar a los miembros más prominentes de la hermandad, antes de que él mismo se quitara la vida. Disponía de nueve balas, y esperaba que ocho se llevara la vida de varios integrantes de la logia. La novena bala, ya tenía su nombre tallado, esperando que encontrara la manera de que se alojara en su cráneo, y evitar algún posible sufrimiento excesivo.

Atravesó el pasillo que lo llevaría hasta la salida, al patio trasero de la casa, y vio como la puerta se hacía cada vez más grande ante sus ojos. Ya no había marcha atrás. Había llegado el momento de enfrentarse a los malignos; solo, con nueve balas en su poder, y un coraje que salió de lo más profundo de sus huesos. Abrió la puerta y la oscuridad le llegó a su humanidad como un fantasma acechante, esperando el momento para robarle su alma. La noche estaba helada, y se sentía cómo el invierno paulatinamente, se iría alojando en la ciudad para congelarla hasta sus cimientos.

 

Cerró la puerta y vio los dos hombres que siempre vigilaban la entrada de la trampilla, por donde se iba a su sótano.



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 03.04.2024

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