Pradera verde

capitulo 6

Al tomar el ascensor fue algo mágico; nunca había estado en uno, pero fue fácil de usar. Solo presioné un botón y empezó a moverse; llegué muy rápido al destino.

Entro en la sala y lo primero que me golpea es el humo: espeso, rancio, pegado al techo como una segunda niebla. La mesa está cubierta de papeles, mapas arrugados y botellas vacías; una lámpara tambalea y parpadea con la misma cadencia que el generador. Rohen Valrick me mira desde detrás de un montón de informes, la cara iluminada por la luz débil.

—Así que tú eres el del ataque del alce —dice, sin levantarse—. Un gusto conocerte.

Me acerco; el olor a tabaco me hace toser. Él sonríe sin alegría.

—Estamos jodidos —continúa—. No hay comida. No hay agua.

La luz cae de repente; todo queda en sombras y el zumbido del generador se ahoga. En el silencio solo se oye el metal trabajando y, por debajo, el murmullo de la gente en los pasillos. Unos segundos después la luz regresa, titilante, como si dudase en volver.

—La electricidad es inestable —dice Rohen, mirándome fijamente—. La biomasa se nos está terminando. Estamos en las últimas.

Hace una pausa y suspira. —Pero tú nos debes la vida. Así que considéralo una oferta amable de mi parte.

Se levanta con dificultad y saca un sobre arrugado. Lo abre y me desliza una fotografía casi quemada y una hoja con coordenadas.

—Ve a esta ubicación —me dice—. Ahí encontrarás el núcleo de enfriamiento. Dudo que lo hayan tomado; está en este edificio.

Me entrega la foto: una fachada medio derruida, números pintados en rojo en la esquina. La nota trae las coordenadas tal cual; no parecen gran cosa, pero lo importante es que la encuentres.

Rohen conecta la mirada con la mía y, con movimientos precisos, me pasa tres bengalas: una roja, otra verde y una negra, cada una envuelta en tela grasienta.

—La roja —explica mientras me entrega la primera— es para enviar la señal de que lo han localizado y lo recojan.
—La verde —me pasa la segunda— es para que la traigas tú mismo.
—Y la negra —me deja la última— es para indicar que no está.

La dejo reposar en la palma; tienen el peso de promesas y amenazas.

—Si alguien te pregunta para qué sirve —añade Rohen, despacio—: es para el reactor de energía Mark-3. Sin ese núcleo de enfriamiento no funcionará.

—¿Qué es eso? —pregunto.

—El reactor de energía MK-3 —responde— es un generador, pero este no funciona con biomasa sino con uranio. Hace un tiempo lo revisé junto a mis ingenieros y vimos que estaba incompleto; tiene carga suficiente para unos cuarenta años y además encontramos más uranio en el almacén. Solo necesitamos ese núcleo de enfriamiento. Sin eso no servirá de nada porque podría explotar.

Se recuesta en la silla y me mira directo a los ojos. —Te espero aquí. No tardes mucho; aún tienes mucho trabajo que hacer.

Es un mandato con algo de esperanza. Me incorporo, ajusto la mochila, guardo las bengalas en un bolsillo accesible y la pistola en otro. Antes de salir, Rohen añade, casi en voz baja:

—Y recuerda: si cumples esta misión, te ganarás el respeto de toda esta ciudad. Esto es por Megápolis. Y porque nos debes la vida, o al menos el hecho de que sigas aqui.

Salgo con la nota en la mano y la imagen de la ciudad desplegándose en la oscuridad que me traga otra vez. Tomo una vez más el ascensor y me preparo para mi siguiente destino.




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