Jil, decidió pegar su mano en la pared e ir distinguiendo las vibraciones de esta, y así localizar la cabina noroeste, en vez de perderse en el inmenso laberinto del lugar.
Al llegar a la cabina, esta se encontraba rodeada por Hostil—us y con una velocidad increíble los durmió a todos con un líquido de una flor. Cuando se encontraba frente a la cabina, un águila voló cerca de ella, logrando que la siguiera con la mirada y se percatara de la presencia de una mujer detrás de ella.
Tenía el cabello café claro lacio, unos ojos limón, una playera vino con mangas cortas, un chaleco y pantalón Slim Fit color negro con tacones bianca color vino. Además de un látigo con colores cafés y rojos.
—Una plantita en medio de la selva, será comida para mis pequeños —comento la peli café.
—También existen plantas venenosas que los matan—contesto Jil.
—Sí, pero esas son feas —respondió burlona.
Jil comenzó a sentir un aliento caliente en su cuello, volteo lentamente y se encontró con un tigre detrás de ella.
—Grande ¿no? —dijo la mujer.
Del suelo también se iba arrastrando una serpiente, quedando frente a Jil. El águila estaba en el hombro de la mujer.
—¿Qué harás ahora? Plantita… —dijo en un tono provocador.
Jil examino la situación unos segundos, de sus brazos saco un par de troncos de árbol y cuando se disponía a atacar a ambos animales, estos desaparecen, dejando a nuestra joven peli naranja confundida.
—No estás loca, es mi magia —explico la mujer—. Puedo invocar a cualquier animal que se me antoje, salvaje, reptil, ave, no tengo limitaciones —presumió.
Jil solo le respondió con una mirada molesta.
—Así que… muéstrame lo que tienes, plantita —chasquea los dedos y detrás de los arbustos, el tigre se abalanza sobre Jil.
Afortunadamente esta logra percatarse y hace una maniobra de rueda para moverse y esquivarlo. Sin embargo, estaba a punto de ser mordida por la serpiente en su pierna izquierda, intento patearla, pero el águila la distrajo pasando por encima de ella, provocando que el tigre por fin la tumbara al suelo, encajando sus uñas en ella.
Jil ahogo sus gritos de dolor, no quería que el enemigo se percatara de su debilidad y vulnerabilidad.
—¿Quieres llorar? —se burló su contraparte agachándose hasta su altura.
—Aún no —Jil estiro una rama que tenía amarrada a la mujer, causando que se cayera al suelo.
Con rapidez quita al tigre de encima de ella y se colocó en medio del lugar nuevamente.
La chica de cabello castaño se levantó con molestia del suelo.
—No seré amable contigo —mira a sus bestias—. ¡Mátenla! —ordeno y los animales corrieron hasta Jil.
—Eda no shīru —pronuncio Jil entrelazando sus manos.
Del suelo salió un logo de unas flores con espinas junto a una luz color verde. Unas ramas sujetaron al tigre y a la serpiente pegándolas al suelo, impidiéndoles moverse.
La mujer frustrada chasqueo los dedos, pero nada sucedía.
—¿Por qué no funciona? —se quejaba con fastidio.
—Es mi magia —explico Jil—. Las ramas están encantadas para evitar que el sujeto atrapado en ellas pueda moverse con cualquier tipo de magia o encantamiento, un sortilegio irrompible —presumió.
La mujer con agresividad le replico.
—¡Pero no puedes con animales aéreos!
Tenía un punto a favor, pues el águila seguía en el aire esperando las órdenes de su invocadora, la cual le indico atacar mientras se acercaba al resto de animales.
Jil trataba de evitar los ataques aéreos que realizaba su contratante, así que convirtió las ramas en una cuerda para atrapar al ave en el aire, lo cual logro. La misma se resistía, volaba y movía con brusquedad, forzando a Jil a engancharse a la tierra, literalmente.
Pero esto le dio tiempo para ver la horrenda escena que mostraba su otra rival, pues ella se encontraba maltratando a los animales con aquel látigo que vio con anterioridad.
—¡Eres un bueno para nada! —Golpeaba al tigre una y otra vez—. Sal de esta porquería, ¿te haces llamar animal salvaje y no puedes con cosas como estas? —gritaba con furia, se demostraba con sus acciones.
Desgraciadamente, la serpiente no era ignorada, sino que la mujer de pelo castaño pisaba su cola y su boca, sofocando al reptil.
Jil no soporto tal maltrato, así que soltó al ave y libero a los demás del encantamiento.
La mujer sonrió victoriosa, pensaba que el hechizo se había roto.
—Parece que tu hechizo no era tan irrompible como decías. —Dijo eso y ordeno nuevamente a las bestias atacar a Jil.
Pero Jil no opuso resistencia alguna, dejando que el tigre la tumbara y encajara nuevamente las uñas, que la serpiente mordiera su pierna inyectando su veneno y los incesantes picoteos del ave en su cabeza.
Jil reprimió nuevamente sus quejidos, aguantando el dolor por completo.