Tres meses después de lo ocurrido en el pueblo de nuestro grupo de aventureros, las cosas estaban mucho más tranquilas.
Aunque curiosamente Liz había desaparecido, junto a aquella laptop donde Agur había encontrado todo sobre esa base de datos tan explícita. Quien sabe que habrá sido de ella, pues no dejo rastro alguno.
Habían terminado de reconstruir las casas que se derrumbaron a causa de los desastres que ocasiono Kira, pero ahora estaban comenzando a limpiar la zona que antes era denominada, el cuartel de los Hostil—us.
Tenían el plan de construir nuevas casas en esa zona, pero aún se encontraba en debate, así que por lo pronto limpiaban el lugar y lo desalojaban.
Clelia, se encargaba de alimentar a los pueblerinos y a cuidar algunos enfermos, esto con la ayuda de Abi y de Cinthia. La segunda era muy buena con las artes culinarias, así que fue de gran ayuda para la joven de cabello azulado.
Aunque, aún le quedaba cierta duda respecto a sus anteriores encuentros con esas chicas. Sentía miedo en que ellas regresaran a terminar el trabajo de alguna forma, o al menos, eso es lo que pensaba.
Elvira, se dedicaba a diseñar y apoyar a los pueblerinos con las armas, las otorgaba y diseñaba nuevas para sus turnos nocturnos, además de apoyar directamente a la reconstrucción de las casas.
A decir verdad, Elvira también se encontraba inquieta, no asustada como su hermana, sino preocupada, a pesar de lo mucho que intento negarlo. Ellas se encargaron de cuidarlos todo este tiempo, así que lo que en verdad esperaba, es que estuvieran bien.
Agur, se la pasaba en su laboratorio más que otra cosa. Después de ayudar con la reconstrucción de las casas y encontrar los escombros del cuartel de los Hostil—us, quiso averiguar lo antes posible sobre sus armas y tecnologías.
A pesar de ser siempre tan individualista, en esta ocasión decidió diseñar para el pueblo en vez de para él, con el argumento de:
“Son demasiados materiales para mí, así que desperdiciarlos sería una deshonra. Además no puedo dejar que los haga alguien más, porque lo más seguro es que lo hagan mal.”
Puede ser muy duro a veces, pero muestra cierto interés en quienes lo rodean, o al menos, a su manera.
Pero eso no evitaba que pensara en aquella revelación ocurrida momentos antes de la despedida, sobre el verdadero nombre de la líder de las chicas; Lucinda. El mismo nombre de la hija de los reyes del reino de fuego, quien se supone hasta la fecha se encontraba muerta.
Sumándole que tenía la apariencia de la reina del lugar y que su contraparte era el demonio que ocasiono el genocidio, es algo que lo carcomía por dentro.
En cuanto a Leonardo, se encargó de la reconstrucción de las casas, junto a Agur y Florián. Después comenzó a limpiar los escombros y a sepultar los cuerpos de aquellos caídos, a pesar de ser sus enemigos, tenían que darles una despedida digna.
En su mente, se debatía fuertemente lo acontecido aquel día, pues no sabía si creer las palabras de Mayra antes y después de todo. La sinceridad se notaba en sus lágrimas y en su mirar. Además de que al explicarlo, todo ahora tenía sentido, pero no podía tener las ideas claras aún ¿Cómo alguien que te salva de tus peores enemigos sea en realidad tu peor pesadilla?
Abi, la hermana mayor de Cinthia, apoyaba a sus nuevos compañeros de aventuras y de casa, pues habían decidido quedarse con los chicos, con la condición de ayudar en lo que pudiera y vaya que lo hace.
Ella es quien se encarga de hacer rondas por el bosque por la noche, además de vigilar toda la zona, de verdad que los hacía sentir seguros. Su motivación y su estima se contagiaban en el aire, y hacía que los días fueran mucho más ligeros para todos en el pueblo.
Florián, el líder de todos, apoyo en todo lo que pudo, ayudo a las personas, las atendió, construyo, vigilo y ahora limpiaba la zona donde antes era el cuartel de los Hostil—us. Todos los días aparecía con un gran humor y con una gran sonrisa, la cual ayudaba a cada miembro de su equipo.
A diferencia de los demás, él no se encontraba preocupado, con miedo, inquieto o confundido, él tenía la mente clara y limpia. Él no sentía ninguna de esas emociones porque sabía que no eran malas y que tarde o temprano, se volvería a encontrar con ellas, tal y como Lucinda lo dijo en el momento en que se conocieron.