Prai-Isu: Secretos Ocultos

Capítulo 1

Agur se encuentra trabajando en un nuevo invento en su laboratorio, cuando dos golpes en la puerta suenan. Esta se abre, dejando ver a Clelia asomándose.

—Agur, ya está la comida.

—Gracias, pero tengo que terminar esto —responde sin verla.

—Sabía que dirías eso —abre en su totalidad la puerta para entrar al laboratorio con una charola con comida—. Así que decidí traerte la comida —sonríe colocándola en una mesa al lado de él.

—Vaya, gracias. —La mira por un momento y vuelve con lo suyo—. Por cierto, lindo vestido.

—¿Verdad? —da una vuelta completa luciéndolo—. Lo hice yo misma —dice orgullosa.

—Siempre lo haces, incluso haces también ropa para los demás.

—Ya que lo mencionas… —mete sus manos a la bolsa del delantal y saca un abrigo gris—. Te hice otro —dice emociona esperando su respuesta.

Agur suspira, deteniendo su labor y la mira.

—Gracias, pero no tenías por qué hacerlo.

—Lose, lo hago porque me gusta.

—No entiendes, no necesito otro abrigo. Además, sabes que prefiero los colores oscuros —comenta y prosigue con su trabajo.

Clelia cambia su cara de felicidad por una de tristeza, abrazando el abrigo.

—Cuélgalo en la silla. Creo que un cambio de colores no hará daño —dice poco después.

Con las energías recuperadas hace lo que dice.

—Por cierto, ¿no hay noticias?

Clelia se queda paralizada al oír sus palabras, sabe exactamente a que se refiere. De inmediato regresa a su mente la imagen de él junto a Jil en el bosque.

—No, aún no —dice melancólica mientras se refugia en sí misma mirando hacia el suelo.

Agur vuelve a interrumpir su labor, se levanta de la silla y se coloca frente a Clelia. Ella lo mira confundida.

—¿Qué pasa? —pregunto serio.

—¿A—A que te refieres? —se retuerce un poco.

—He notado desde la presencia de ellas que te volviste un poco… rara. Cada vez que se mencionaban te ponías evasiva, como ahora —responde sin rodeos—. Y para serte sincero —acerca su cara a la de Clelia—. Me incomoda tu actitud.

Clelia se sonroja levemente.

—¿Le incomoda mi actitud? O ¿Le incomoda que mi actitud cambie? —se preguntaba ella en su mente.

No sabía si sentir felicidad o miedo, aunque algo en su interior le decía que no debía sentir esa emoción tan negativa hacia él.

—Lo siento —se disculpa—. Yo… Aún no puedo digerir todo lo que ha pasado —miente.

Agur no queda convencido con su respuesta. Arquea una ceja al escuchar su excusa. Suspira y se aleja de ella.

—Está bien —se rinde—. De nuevo, gracias por todo —vuelve a sentarse a terminar lo que dejo suspendido.

Con timidez, ella se va del laboratorio, pero al hacerlo, se recarga en la puerta, mirando hacia arriba con los ojos brillantes.

En la sala de la casa se encontraba Leonardo, Abi y Cinthia.

—Hay algo que siempre me he preguntado —dice Abi a Leonardo.

—¿Así? ¿Qué es?

—¿Por qué siempre llevas ropa rasgada? —pregunta exaltada—. ¿Acaso no tienes más?

—Claro que sí, tengo mucha ropa, pero toda está en las mismas condiciones —responde tranquilo.

—¿Por qué no te consigues una nueva?

—¿Para qué? Si la voy a volver a rasgar —Abi gruñe molesta, mientras Clelia camina hacia la cocina.

—No te enfurezcas Abi —sugiere Clelia—. Él siempre se la pasa haciendo trabajo pesado, es normal que su ropa sufra las consecuencias —aclara.

—¡Pero todas están iguales! —replica.

—Solo me gustan estos colores, no usaré otros y no puedes obligarme.

—¿Por qué no son como las mujeres? O sea, mira esto —extiende su vestir.

Abi llevaba un vestido evase con tirantes color blanco con lunares negros, con unos zapatos lonas negros con tines blancos.

—Je, yo lo veo igual que el anterior —dice Leonardo.

Abi bufa.

—Déjalo hermana, él sabe lo que es la comodidad —defiende Cinthia quien se encontraba recostada en el sillón de la sala.

—¡Hey! ¡Chócalas! —ambos chocan las palmas de sus manos.

Abi suspira.

—No puedo creer que pierdas tu tiempo con gente como él —dice Abi hacia Clelia. Ella ríe levemente.

—No es gran cosa, gracias a mis poderes puedo hacerlo muy rápido. Así que no te preocupes —comenta Clelia y al instante da un aplauso para llamar la atención de los tres—. Bueno, tomen asiento, la comida esta lista. Mi hermana y Florián no deben tardar en llegar.

En ese momento suena la puerta principal y ambos hacen presencia en la sala.

—Ya hemos vuelto —dice Elvira.




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