Prai-Isu: Secretos Ocultos

Capítulo 2

Al salir se dan cuenta de que una multitud de gente está rodeando algo. Sin preámbulo, se acercan a la misma y se adentran entre las personas para ver qué es lo que causa tanta conmoción.

—¿Es ella?

—Oh, por toda la magia, no puedo creerlo.

—Te dije que volvería.

—Es una leyenda.

—Ahora estamos a salvo.

Es lo que los chicos escuchan decir a la gente de ahí. Totalmente confundidos, siguieron adentrándose hasta quedar frente a ese grupo de chicas.

La chica frente a ellos tenía el cabello color negro hasta la cintura y ojos cafés claros.

—Hola, chicos —saluda.

Los chicos la miran extrañados, han escuchado esa voz antes.

—¿Cómo te llamas? —pregunta Florián, sin dejar de ser cortes.

Ella los mira con picardía.

—Mi nombre, es Lucinda.

Los chicos se sobresalen al instante ¿Será la Lucinda que ellos piensan? Se preguntaban todos en su mente.

—¿Acaso no la conocen? —pregunta una anciana entre la multitud. Los chicos no entienden a lo que se refiere.

—Ella fue la que salvo este pueblo hace más de 10 años.

Los chicos se sobresaltan.

Hace diez años fue cuando el cuartel de los Hostil—us quiso invadir este pueblo, pero una valiente mujer los salvo colocando aquella barrera alrededor del bosque, impidiendo la entrada, pero no se le volvió a ver después de eso.

Y como ya lo sabían, aquella barrera se fue debilitando conforme los años, sucediendo los acontecimientos de la aventura pasada.

Los chicos no conocían del todo la historia, pues ellos nacieron durante esa época, y no habían vivido eso, no tenían quien les contara la misma.

A excepción de Leonardo y Agur, quienes si estaban un poco más informados por llegar al pueblo muchos años después.

—Me sorprende que no conozcan la historia, incultos —insulto la anciana.

—No los culpes, ellos no vivieron esa época —defiende una mujer joven, pero la anciana bufa y se va del lugar.

—Creo que será mucho más cómodo si hablamos esto en su casa —comenta Lucinda cruzando sus brazos con una sonrisa.

Algo inseguros, los chicos aceptan, y tras transcurridos unos minutos, todos entran a la casa y se acomodan en la sala.

Todas las chicas se sentaron el sillón grande, Agur, Abi y Cinthia en los sofás frente a ellas. Mientras Clelia y Elvira detrás de ellas. Leonardo y Florián recargados en las paredes de ambos extremos.

—¿Y bien? —dice Agur intrigado.

Lucinda solo alza la mirada con una sonrisa.

—También me alegra mucho volver a verlos —contesta sin ninguna duda.

Todo queda en silencio.

—¿Tú eres la Lucinda que conocemos? —pregunta Elvira. Ella asiente.

—Pero… ¿Cómo? —pregunta Abi desconcertada.

—Vaya, ahora sí que es una muy, muy larga historia —admite y se rasca la nuca—. Pero antes, creo que es necesario presentarnos —se levanta del sillón, se inclina un poco y vuelve a incorporarse—. Mi nombre es Lucinda Sutōmī, antes conocida por ustedes como Kati, pero olviden ese nombre. En realidad, solo lo utilicé para esconder mi identidad. Más tarde aclararé por qué —se mueve hacia el lado izquierdo, dejando el paso a la siguiente chica.

—Hola de nuevo —hace una pose con la mano en la cintura y la otra en la cabeza—. Soy Fivi, Fivi Shy —sonríe.

Fivi seguía teniendo sus características coletas y su cabello seguía siendo color rosado al igual que sus ojos morados. Ahora era más alta, fácilmente podía decirse que tenía alrededor de 15 o 18 años.

—¿Fivi? ¿Eres la Fivi que conozco? —pregunta Cinthia asombrada. Fivi sonríe.

—Aunque no lo pareciera, no era tan tímida y callada como creían. —Se hace para el lado derecho para darle paso a la siguiente.

La chica hace una reverencia mientras extiende su vestido hacia los lados.

—Lamento mucho las molestias que llegue a causar anteriormente. Espero acepten mis disculpas —al terminar de hablar se incorpora y alza la mirada con las manos al frente de su vestido—. Soy Jil, Jil Shokusei.

Agur se acomoda mejor en el sofá donde está sentado, demostrando cierto interés en Jil. Clelia se percata y la invade un sentimiento de tristeza al momento.

Jil, a diferencia de Lucinda y Fivi, no se mueve, sino que vuele a sentarse en el sillón.

La siguiente chica se levanta torpemente y se rasca la cabeza sonriendo nerviosa.

—Je… Hola —saluda con la mano—. Amm… Bueno, yo… Creo que también deseo disculparme por lo que hice. Actué de una forma muy hostil y la verdad me apena mucho —coloca ambas manos frente a ella en señal de disculpa y vergüenza—. Yo soy Lesly Insecure —dice apartando la mirada hacia el suelo mientras gotas de sudor caen por su cara.




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