Prai-Isu: Secretos Ocultos

Capítulo 7

Mientras tanto, Lucinda seguía a Emma con algo de impaciencia y ansiedad, quien la llevo hacia una casa. Parecía ser donde ella vivía.

Lucinda se quedó unos segundos frente a la casa, para entrar ahora a paso lento y tranquilo, aunque por dentro la comía la angustia.

Al adentrarse a la casa, observo cada detalle con asombro. Las fotografías, Los muebles, hasta el color de la pintura, apreciaba todo delicadamente.

Emma se detuvo de repente.

—Le diré que estás aquí —dijo en un tono bajo—. Espera aquí —Lucinda asintió seria.

Al entrar en la habitación, Lucinda apretada sus manos con fuerza, estaba muy nerviosa. Podía escuchar la conversación que tenía Emma con la otra persona, aunque de todas formas, no era un secreto lo que hablaban.

—Te tengo una sorpresa —mencionó Emma—. Adelante, puedes entrar.

Lucinda sentía el corazón palpitar rápidamente y sentía que estallaría por la velocidad sobrehumana. Respiro hondo y entro a la habitación.

—Hola… —hablo unos segundos después de entrar. Su mirada era… calmada.

La otra persona se encontraba en cama, con ciertos aparatos conectados a ella. Tenía la piel aperlada, casi igual que Emma. Sus ojos eran verdes y cabello rojo.

—L—Lucy… —algunas lágrimas salieron de aquellos ojos esmeraldas.

—Sí… Soy yo… Volví, Ariadna —dijo con una sonrisa amable.

Lucinda se acercó lo suficiente y le dio un abrazo, un abrazo fuerte.

—Sabía que volverías —expresó Ariadna.

—Te lo prometí, ¿no? —bromeo.

Las tres ríen ligeramente. Lucinda se aparta de Ariadna, pero esta comienza a toser, ella la mira preocupada.

—No te preocupes por mí —formuló entre tos—. No es la gran cosa.

A pesar de su reciente comentario, Lucinda parecía más preocupada que antes.

—Tranquila, yo me encargaré de hacer que te sientas mejor —sonríe.

—¡Si! Confía en Lucy, ella siempre tiene una solución —comento Emma emocionada.

—Sí, tienes razón —comento Ariadna con una sonrisa—. Me imagino que tienes muchas cosas que contarme.

—La palabra “muchas” se queda corta —bromeo Lucy, provocando una risa de ambas.

—Entonces… —señala la silla en su lado derecho—. Toma asiento, estoy ansiosa de escucharte, después de tanto tiempo —dijo melancólica.

—Je… Sí…

—Yo iré por algo para merendar —comento Emma para retirarse.

—Ahora que ya se fue… ¿Puedes mencionarme que es lo que tanto te inquieta? —expresó Ariadna al haber un leve silencio.

Lucinda suspiró.

—Me conoces bien —contesto.

—Mejor de lo que piensas.

—Es solo que… Todo sigue… Sigue igual, no cambio nada desde que me fui —su mirada se volvió triste.

—Creí que eso te gustaría —declaró Ariadna.

Lucinda la miro confundida.

—Supuse que si dejaba todo tal y como estaba, te sentirías en casa rápidamente —explico amablemente.

Lucinda reflexionó con detalle sus palabras, dándose cuenta, de que tenía razón.

—Gracias —le sonrió agradecida.

—Uno nunca termina de conocerse a sí mismo, mi niña —dijo con cariño.

Después de unos segundos, Emma llego con una limonada fresca y unos sándwiches, comenzando así el relato de Lucinda hacia ellas.

Les comento todo lo que descubrió y lo que vivió en la aventura pasada, pero ahora, desde el punto de vista de ella.

El sol comenzó a caer, dando por enterado que el día estaba por terminar y que la noche reinaría ahora.

—Ya está oscureciendo… —mencionó Lucinda al observar por la ventana.

—Ellos te deben estar esperando —comento Ariadna.

—Je, sí. No están muy contentos con mi visita —expresa al rascarse la nuca.

—Debes de pensar un poco más como ellos. Aún no saben quién eres en realidad, ni el origen de tus acciones —le aconsejo.

—Sí, lose. Gracias.

Lucinda se levanta de la silla para retirarse, le da un último abrazo a Ariadna y se aparta.

—Hasta mañana —dijo Lucinda.

—Aquí te esperaré —sonríe.

—Yo te acompaño —hablo Emma y ambas fueron hacia la puerta.

—¿Cuánto… tiempo lleva así? —pregunto Lucinda inquieta.

—No hace mucho… ¿Cuatro meses? No lose… —dudo y suspira—. Sabes muy bien que ella a veces omite sus enfermedades.

—Sí, lose. Por eso me preocupa.

—Todos estamos preocupados.

—Cuídala, por favor —suplico Lucinda.

—Es lo que he estado haciendo todos estos años.




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