Prai-Isu: Secretos Ocultos

Capítulo 13

La mañana llegó, y a pesar de todos estar levantados esperando el desayuno de Clelia, Lucinda seguía dormida.

—Lucinda, Lucinda —llamaba la joven María.

Tras unas cuantas sacudidas, Lucinda despierta.

—¿E—Eh? —se frota los ojos.

—Ya es hora de desayunar —dijo amablemente.

—Oh, muchas gracias. Iré enseguida —responde mientras se incorpora.

—La esperamos adentro —informa con una sonrisa y se adentra a la casa.

—Wow. Ahora tienes guardaespaldas, ¿qué sigue? ¿Un mayordomo? —bromeo la silueta del día anterior.

Lucinda bufa.

—¿No tienes nada mejor que hacer? —pregunta fastidiada.

—A decir verdad... Eso es lo que estoy haciendo —se incorpora—. Puede que te sientas importante en este momento, que eres la solución de los problemas, pero no es así. Eres la causante de todo lo que está pasado —al terminar de hablar se retira del lugar.

Lucinda prefirió no prestarle atención y se encamina a comer con los demás.

Todos comenzaron a comer y comentar situaciones cotidianas, para entrar en más confianza. Al terminar, los chicos se dividen.

—Nosotras nos encargaremos del pueblo a partir de hoy, así que despreocúpense —dice Jil a los demás.

—¿Están seguras? —pregunto Elvira algo preocupada.

—Por supuesto. Tú tranquila, amiga —dijo Fivi.

—Pueden confiar en nosotras —comento Mayra.

—Bueno, en ese caso creo que podemos relajarnos un poco —dice Florián.

—Supongo que tienes razón —dice Agur y se va del sitio hacia su laboratorio.

—Quizá me ponga a limpiar —dijo Clelia.

—Nosotras te ayudamos —dijeron Abi y Cinthia en Unísono.

Clelia ríe.

—Gracias —sonríe.

—¿Tendrás un poco de tiempo para mí? —pregunto Liz a Lucinda.

—Por supuesto.

Mientras tanto, las tres hermanas decidieron custodiar la casa, cada una en diferentes lados, para así cumplir su tarea.

María se encontraba en el área cerca del bosque, vigilando igual que sus dos hermanas. Tras unos minutos de estar ahí, logro presenciar unos sonidos de los arbustos. Alguien se acercaba.

Un hombre salió del lugar y María quedó algo atontada por el aspecto del hombre, pero rápidamente sacudió su cabeza poniéndose en guardia.

—Oh. Hola, creo que estoy algo desorientado, ¿sabes si por aquí vive la chica, Lucinda Sutomi? —pregunto el joven.

—¿Qué es lo que quieres con ella? —pregunto María molesta.

—Temo que ese tema es personal. Pero parece ser que si la conoces.

—No dejaré que te le acerques.

—¿Y una niña como tú me lo impedirá? —pregunta juguetón.

Ignorando las advertencias de María, caminó hacia ella. Él Intenta colocar su mano en su hombro, sin embargo, María tomo su muñeca con fuerza, se dio la vuelta quedando detrás de él y lo coloca en el suelo boca abajo, sosteniendo su brazo derecho.

—Dije que no —dijo molesta.

—Temo que quizás estás sobreexponiéndote, querida —decía mientras apretaba su mano izquierda.

—¡Mari! —alzo la voz Brenda.

—Hermana —respondió.

La distracción de María fue aprovechada por aquel joven, que hizo más fuerza en su brazo, tirándola hacia el suelo y ahora él sosteniendo ambas muñecas y colocándose encima de ella.

—¡Infeliz! —Brenda salto sobre el tipo.

Encajo sus rodillas sobre su pecho, tirándolo una vez más al suelo, se colocó encima de él y lo amenazo con una navaja.

Kimberly se acercó y sostuvo a su hermana María quien estaba algo asustada.

Lucinda y Liz escucharon todo el caos, por lo que decidieron salir rápidamente a ver qué pasaba.

—Tal vez pensábamos tener compasión contigo... Pero ahora que tocaste a mi hermana, no tengo intención de tenerla —amenazo Brenda.

—¡Alto! —Grito Lucinda—. Él... Es un amigo.

—¿Lucy? —pregunto el chico.

Intento levantarse, pero Brenda seguía con la navaja en su cuello y encima de él.

—Déjenlo libre —ordeno Lucinda.

A regañadientes, Brenda se levantó y lo ayudo a incorporarse. Él estaba a punto de ir hacia Lucinda, pero fue detenido.

—Solo quiero advertirte algo... No te vuelvas a acercar a mi hermana —amenazo Brenda.

El chico solamente bufo gracioso y se dirige hacia Lucinda.

—Angel —Lucinda extendió sus brazos mientras se acercaba a él.

—Lucy —el hizo lo mismo y se abrazaron.

—Espera, ¿es el Angel que yo conozco? —pregunto Liz confundida.




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