Prai—isu: El Reino Perdido

Prologo

Han pasado cinco meses desde lo acontecido. Increíblemente, más gente ha llegado al pueblo y ha logrado expandirse. Debido a la expansión de este, han adoptado un nombre que aparecerá en los mapas del reino al que pertenece: “Radiance” Ese es el nuevo nombre del lugar.

Aquel bosque que antes era un campo de batalla ahora era suplantado por un conjunto de casas, trabajos y centros de entretenimiento para el lugar. Definitivamente el ambiente que se respiraba era muy distinto a lo vivido año atrás.

Lucinda, quien ahora vivía entre aquellas nuevas viviendas, se encontraba observando como su hogar se convertía en un paraíso para sus habitantes.

Ella sale de su casa para dialogar con algunas personas que no paran de agradecerle por salvarlos de las garras del mal.

—¿Terminaste con la hora de la gloria? —pregunto Elvira detrás de ella.

—Algo así —responde con egolatría.

—Ja—Ja —contesta sarcásticamente.

Ambas ríen después de aquel intercambio de palabras.

—Vámonos. Los demás te están esperando —da media vuelta.

—¿Hoy se celebra algo? —camina a su lado.

—Sí, el día en que tú nos libraste de la amenaza que nos acechaba —confeso Elvira.

Lucinda solo la miro con asombro, no había contado los días en que todo había comenzado. Un escalofrió logro sentir por toda su espalda, no sabía porque, pero tenía un mal presentimiento.

Al llegar a la casa donde vivían los chicos, reciben a ambas chicas con un pastel y la casa decorada con un gran cartel que decía: “Gracias”

—¡Bienvenida! —gritaron todos con emoción.

Todos los demás aplaudan, teniendo a Lucinda en medio, siendo el centro de atención.

—Oww, chicos. No tenían que molestarse —comenta apenada.

—A decir verdad, no tuve otra opción —comento Agur con total desagrado.

Leonardo lo empuja levemente, indicándole que se calle.

—Es lo menos que podemos hacer después de todo lo que has hecho por nosotros —reconoció Florián.

—Te lo mereces, Lucy —dijo Emma frente a ella.

Lucinda le sonrió agradecida.

—Oh, vamos sopla las velas de una vez —dice Elvira acercándola a aquel pastel de vainilla con fresas y mango a su alrededor.

—De tu sabor favorito —agrego Clelia con una sonrisa risueña.

Lucinda los miro a todos, miro el pastel, cerró los ojos y soplo las velas. Acto seguido, todos aplauden de la emoción y comienzan a repartir el pastel.

Clelia sirve un poco de vino, en conmemoración de la ocasión.

—Brindo, por tiempos mejores y menos perdidas. Por no enfrentar más villanos salvajes como antes —Florián alza su copa—. ¡Salud!

—¡Salud! —todos gritan en unísono.

Pasaron una tarde increíble, como la familia que es. Sin embargo, Lucinda seguía teniendo un mal presentimiento, todo era perfecto, tal y como ella quería que fuera. Entonces... ¿Por qué se siente como que algo sumamente terrible vendrá y arrasara con todo lo que ella ama?

La respuesta estaba llegando a su casa. Un ave fénix acababa de entrar y le dejo una carta en la sala, junto a las demás.




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