Prai—isu: El Reino Perdido

Capítulo 2

Al llegar a la casa, se adentran al laboratorio de Agur, donde junto a Clelia descifraban y averiguaban más sobre la carta.

—¿Averiguaron algo con Emma? —pregunto Clelia angustiada.

—Así es. Aparentemente se fue sin decirnos nada, con la intención de que nosotros cuidáramos del lugar —explico Elvira.

—Me imagino que ella pensaba regresar antes de que lo notáramos —agrego Leonardo.

—¿Ustedes encontraron algo? —pregunto Florián.

—Me insulta esa pregunta —respondió Agur y los mira a todos—. Aparentemente, la carta es enviada desde un territorio demasiado remoto. Se trata de nada más y nada menos que del Reino del Fuego, o en su idioma seria... “Hi no okoku” Reino supuestamente destrozado durante la época del Genocidio.

—¿Genocidio? —pregunto Florián.

—¿Hi no okoku? —pregunto Elvira.

—¿Territorio Remoto? —pregunto Leonardo.

Agur los mira con desagrado.

—¿No me digan que no saben nada sobre la historia de nuestro mundo? —pregunto irónico.

No tuvo respuesta. Agur suspira frustrado.

—No soy maestro de historia —da media vuelta y sigue con sus cosas.

Clelia se acerca a ellos, dispuesta a explicarles.

—Verán, nuestra historia es bastante extensa, y para hacerla menos larga, fue dividida en cinco épocas: La luz en la tierra, Mancha en la hoja, Gotas de Sangre, Un nuevo comienzo y Genocidio. La época a la que hace referencia es la quinta. El Genocidio que ocurrió hacía muchas de las monarquías de esos años —explico Clelia.

—¿Hace cuantos años ocurrió eso? —pregunto Florián.

—Han pasado 51 años desde el Genocidio. De hecho, por eso mismo nuestra fecha es: Año 51 DDG. Las siglas significan Después Del Genocidio —sonríe.

—Fin de la clase —comento Agur—. Desafortunadamente, en la base de datos de Liz no hay más información que de sus años de gloria. Lo último que encontré de este lugar fue el periódico que les mostré hace un año atrás.

—¿Te refieres a esa noticia que viste? —pregunto Elvira.

—Así es. Deduzco que esa mujer “Coraline” busca a Lucinda por ser la asesina de su madre, Laila —explico.

—¿Asesina? Pero eso no puede ser, Lucinda no ha de conocerla —replico Elvira.

—No puedo confirmar eso —respondió Agur.

—¿Por qué? —pregunto Florián.

—Dentro del periódico, se dice que ese mismo día, murió la última hija de la reina, llamada Lucinda. Es algo que aún no logro encajar del todo.

—¿Puede ser una coincidencia? —dijo Leonardo.

—Lo dudo mucho, una persona como “Coraline” no se dejaría llevar por pura suposición, o quiero creer que no es así —argumento Agur.

—Pero... Es posible, ¿no? —Clelia lo mira angustiada.

—...Si, puede ser posible que todo esto sea un malentendido —respondió secamente, alegrando a Clelia.

—Quizás por eso no quería que nos involucráramos, porque podría ser un simple malentendido —alentó Florián.

—O una amenaza, pues también es posible que quiera matarla por ser la supuesta asesina de su madre, por culpa de Kati —comento Elvira.

—Estas en lo correcto, pero eso lo sabremos al preguntárselo —propuso Agur.

—Pero ¿Cómo? No sabemos dónde está —cuestiono Florián.

—Claro que lo sabemos —corrigió Agur y señala su tableta—. En la base de datos de Liz se tiene el lugar en donde solía estar, dudo que se haya movido a otro lado.

—Hay algo que aun no entiendo —hablo Leonardo—. Se supone que era un reino que fue asesinado hace 50 años, ¿cómo puede existir? —cuestiono.

—Milagrosamente, has hecho una pregunta asertiva, Leonardo —reconoció Agur.

—¿Lo hice? —se señala.

—A decir verdad, no tenemos ninguna prueba de que el reino exista más allá de esta carta —comento Clelia.

—Entonces ¿Cómo están tan seguros de que encontraremos algo? —pregunto Florián.

—Alguien envió esto con el símbolo de aquel reino, no creo que se trate de una mala broma. Quien sea que lo haya enviado, es peligroso, sino ¿Por qué otra razón Lucinda fue sola?

Todos permanecieron en silencio.

—Hay que ir con ella, es nuestra hermana. Debemos apoyarla, aun si ella no lo quiere —dijo Elvira.

—Sí, tienes razón —apoyo Florián.

—¿Quién quedara al frente de Radiance? —pregunto Clelia.

—Emma es lo suficiente capaz —comento Florián.

—Erick también —alzo la voz Elvira—. El... es de confianza —dijo en un tono más bajo.

—Está decidido —Florián le guiña el ojo.

Elvira se alegra.

—Iré a decirle —sale del laboratorio.

—Pero ¿Cómo iremos? —Pregunto Leonardo—. No tenemos una varita para aparecer y desaparecer de un lugar a otro.




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