Lucas nunca había sido el tipo de persona que se quedara atrapado en sus pensamientos por mucho tiempo. Siempre había sido directo, sin miedo a actuar cuando quería algo. Pero Noa... Noa lo cambiaba todo. Ahora, mientras caminaba por las calles de la ciudad con la cabeza baja y las manos en los bolsillos, sentía que un peso enorme lo aplastaba.
Desde aquella confrontación con Ethan y la reacción de Noa, las cosas no habían sido iguales. Noa le había perdonado, sí, pero eso no significaba que todo estuviera como antes. Había algo diferente en el aire cuando estaban juntos, una especie de distancia silenciosa que Lucas no podía soportar. Y lo peor de todo era que no sabía si esa distancia venía de Noa o de él mismo.
Se había dicho a sí mismo que debía superarlo. Que debía aceptar lo que fuera mejor para Noa y seguir adelante. Pero cada vez que veía a Ethan tan cerca de él, cada vez que veía la sonrisa tranquila de Noa cuando estaban juntos, sentía que algo dentro de él se retorcía con dolor.
Lucas llegó a su departamento y se dejó caer en el sofá con un suspiro. Había intentado distraerse con la universidad, con amigos, con cualquier cosa que pudiera sacarlo de su propia mente, pero nada funcionaba. Noa seguía ahí, en cada rincón de sus pensamientos.
Se pasó una mano por el cabello, frustrado. —Esto es ridículo— murmuró para sí mismo. Noa no le pertenecía, nunca lo había hecho. Había sido su mejor amigo, su confidente, su compañero en los momentos más importantes de su vida. Pero eso no significaba que tuviera derecho a interponerse entre él y Ethan.
Entonces, ¿por qué no podía dejarlo ir?
Su teléfono vibró en su bolsillo, sacándolo de sus pensamientos. Era un mensaje de Jack.
Jack: ¡Hey, deja de hacerte el emo y ven a vernos!
Lucas sonrió levemente. Jack nunca cambiaba. Probablemente estaba con Max en su casa, disfrutando de su tiempo juntos, y había sentido la necesidad de meterlo en su burbuja de felicidad. Normalmente, habría ignorado la invitación y se habría quedado en su miseria, pero en ese momento, necesitaba hablar con alguien.
Cuando llegó a casa de Jack y Max, ambos lo recibieron con una mezcla de burla y preocupación.
—Vaya, Lucas, pareces un alma en pena— bromeó Max, dándole una palmada en la espalda.
—Más bien parece que lo atropelló un camión de sentimientos no resueltos— agregó Jack con una sonrisa ladeada.
Lucas rodó los ojos y se dejó caer en un sillón. —Cállense.
Jack y Max intercambiaron una mirada y luego se sentaron frente a él.
—Déjame adivinar— comenzó Jack. —Noa.
Lucas dejó caer la cabeza contra el respaldo del sofá y soltó un suspiro pesado. —No puedo sacarlo de mi cabeza.
Max asintió con comprensión. —Y ahora que Ethan está en la ecuación, es peor.
Lucas apretó la mandíbula. No quería admitirlo, pero Max tenía razón. Noa y Ethan pasaban cada vez más tiempo juntos, y aunque Noa insistía en que solo eran amigos, Lucas podía ver cómo Ethan lo miraba. Sabía que Ethan se estaba enamorando de Noa, y lo peor era que Noa no parecía darse cuenta.
Jack lo observó en silencio por un momento antes de hablar. —Tienes que decidir qué quieres hacer, Lucas. No puedes seguir torturándote con esto. Si realmente lo quieres, lucha por él. Si no, aprende a dejarlo ir.
Lucas cerró los ojos. Ojalá fuera tan fácil.
Esa noche, mientras estaba acostado en su cama mirando el techo, Lucas llegó a una conclusión. Había estado huyendo de sus sentimientos, tratando de ignorarlos, pero la verdad era innegable. Noa le importaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Y aunque la idea de perderlo lo aterraba, aún más le aterraba la idea de no intentarlo.
No sabía qué haría. No sabía si Noa podría sentir lo mismo, o si ya era demasiado tarde. Pero una cosa era segura: no podía seguir quedándose de brazos cruzados.
Si iba a perder a Noa, al menos quería asegurarse de haber hecho todo lo posible por tenerlo a su lado.
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Editado: 03.10.2023