Prai—isu: El Reino Perdido

Capítulo 8

Mientras tanto, Coraline se encontraba realizando un recorrido por el mural de las reinas anteriores a ella, desde el principio hasta la actualidad.

—¿Ella fue la primera reina? —pregunto Abi curiosa.

—Así es —contesto elegantemente—. Cuenta la leyenda que tras la primera reina capturar al demonio del fuego, también conocido como “Burning Flames”, logro obtener el poder de este y desde entonces ese poder se ha pasado de generación en generación —aclaro.

—¿Burning Flames? —pregunto Elvira.

—Llamas ardientes, eso significa —hablo Lucinda.

Coraline hace una notoria mueca ante esto.

—Se supone que lo llamaban de esa manera por su dominio tan potente hacia el elemento fuego y su carácter incontrolable —prosiguió Coraline.

—Wow, solo había leído tan poco respecto a los demonios. Es una raza que se cree ahora extinta —comento Abi.

—Bueno, si esta extinta no le veo la importancia —comento Coraline con una sonrisa.

—Sí, puede ser. Pero a veces al mirar el pasado nos ayuda para no equivocarnos, no es malo aprender más —hablo Florián con cierta despreocupación.

Coraline ríe levemente.

—Son tan graciosos. Yo nunca me equivoco, pero sigamos con el recorrido —interrumpió rápidamente su risa y continua el recorrido.

—Ella es un poco... —comento Abi algo incomoda.

—Sí, es normal. Sólo síguele la corriente —respondió Lucinda.

—Y aquí es donde termina los murales. Próximamente verán mi fotografía al lado de... —suspira—. Mi madre —la admira.

La mujer estaba sentada en una silla al lado de un hombre alto de cabello negro y ojos rojos y traje elegante. La reina tenía el cabello rosado con mechones fucsia y durazno, sus ojos eran verdes y llevaba puesto un vestido color melón con detalles brillantes rosados.

—Wow... Se parece mucho... A Lucy —comento Elvira.

Coraline la miro desconcertada.

—Digo, no a la que vemos ahora. Sino cuando llegaste hace un año a Radiance —explico.

—Oh, sí. Nunca... Nunca lo note —respondió Lucinda algo sorprendida.

—Aunque a decir verdad... Ambas son iguales a su madre —comento Florián.

La autoestima de Coraline se eleva ante esto.

—Se llamaba Laila —comento Coraline.

—Laila... Qué lindo nombre —dice Abi.

—Sí, nuestra madre era... Perfecta —suspira nuevamente.

—No dudo que haya sido así —motivo Abi.

—Bien, sigamos explorando. Hay muchas cosas que quedan por ver —dice Coraline con ánimo mientras dan la vuelta al siguiente pasillo.

Elvira se detiene al escuchar lo que parecía ser un piano no muy lejos de ahí.

—¿Elvira? —pregunto Florián.

Elvira lo voltea a ver.

—Escuche... Algo —dice vagamente.

—Sólo no te quedes muy atrás —aclara y sigue a los demás.

—Lo hare —Elvira sigue aquella tenue pero agradable melodía hacia una habitación a lado del pasillo.

Elvira abre lentamente la puerta, dejando ver a uno de los hermanos de Coraline, Mike, quien tocaba el piano mientras una suave luz de sol lo iluminaba.

No paso mucho tiempo para que Mike se diera cuenta de la presencia de Elvira y repentinamente se levanta presionando algunas teclas al hacerlo.

—Oh, lo siento. No era mi intención interrumpirte. Es solo que... Es una melodía bastante relajante —halaga.

—¡No!, como... ¿Cómo dice eso? —dice moviendo sus manos alrededor del piano, intentado cerrarlo. Estaba muy nervioso

Elvira lo mira muy confundida ante su comportamiento.

—Amm... ¿Estás bien? —se acerca.

—¡Si! Sólo... —suspira y se sienta de golpe en la silla—. No le digas a mi hermana.

—¿Coraline? —pregunto extrañada.

—Si... Ella... —acomoda su cabello, el cual caía en su cara—. Ella dice que un príncipe no debe tocar música... No debe, el solo debe centrarse en la imagen que le da a su pueblo —relata mientras sus ojos se plasman en las teclas del piano.

—¿Cómo se atreve? —pregunto exaltada.

Mike la miro sorprendido.

—Ella no puede decirte que hacer o dejar de hacer. Tú eres el único que decide sobre tu vida, tus gustos, intereses y decisiones —habla con exaltación, mientras se mueve de lado a lado.

—¿Tus hermanos no lo hacen? —pregunto desconcertado.

—No, ellos... Ellos —juega con sus manos—. Ellos solo quieren verme feliz, respetan mis decisiones y sin importar lo que haga... Estarán ahí para mí, porque somos una familia —relata con amabilidad.

Mike la mira con asombro.

—P—Por eso no puedes dejar que ella te controle —se devuelve hacia la puerta—. No dejes que nadie te diga que debes hacer, ¿entendido? —dice en un tono más alto y sale del lugar para reencontrarse con los demás.




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