Prai—isu: El Reino Perdido

Capítulo 10

Leonardo le había pedido a Florián que lo acompañase a ver a Lisa y nuestro joven rubio accedió. Sin embargo, cuando estaban por salir rumbo al reino de ella, otro carruaje real los esperaba a fuera.

—¿Uno de ustedes es Leonardo? —pregunto el señor encima del carruaje.

—S—Sí, soy yo —respondió.

—Súbase, vengo de parte de su majestad, Lisa —anuncio.

—¿L—Lisa? —pregunto Florián algo confundido.

—Si. Andando, el viaje no será corto —apresuro.

—Bien... —Leonardo subió algo dudoso.

Florián lo siguió.

El carruaje comenzó a andar a una velocidad un poco más rápida de lo que esperaban.

—O—Oiga, ¿qué pasa? —pregunto Florián.

—Los caballos de nuestro reino son los rápidos de todos. Es por eso que su majestad ordeno que los recogiéramos, de no ser así, llegarían a la hora de la cena —explico.

—Tal parece ser que Lisa tiene mucho poder —comento Florián.

—Sí, eso parece —concordó Leonardo—. ¿No crees que es muy extraño que todas estén relacionadas entre sí? —cuestiono.

—Sí, es bastante extraño al grado de incomodarme cada vez que lo mencionan. Pero trato de convencerme de que es normal —confeso Florián.

—Je, quisiera poder convencerme yo también —baja la mirada.

—¿Por qué querías venir a ver a Lisa? No me digas que estas interesado en ella —comento pícaramente.

—¿Eh? ¿Qué? No —rechazo rápida pero no groseramente—. Hace unos meses, cuando logramos conocerlas un poco más... Ella me dijo que le recordaba un poco a alguien, es bastante graciosa y agradable. Además, no cuestiona ni mal interpreta todas las cosas que digo —bromea y ambos ríen.

—Sí, creo que tienes razón.

—¿Y tú? ¿Por qué decidiste acompañarme? —pregunto curioso.

—Más que nada por no dejarte solo y porque eres mi amigo. También me cayó muy bien, tenía ese aire aventurero que yo también siento en mi persona —explico.

—¿No será que tú eres quien está interesado en ella? —propuso.

Florián ríe.

—Para nada, yo tengo otros gustos —dice amablemente.

—Sí, creo conocerlos —murmuro.

—¿Dijiste algo? —dice al no lograr escucharlo.

—No, nada —se encoje de hombros.

El viaje suele de ser de cuatro a cinco horas, por lo cual, gracias a la orden que impuso Lisa, el tiempo se reduciría a la mitad, llegando en dos horas.

—Hemos llegado —anuncio el señor del carruaje.

Los chicos voltearon hacia las ventanas, logrando ver un suelo de piedra, junto a gente paseando por el lugar, teniendo un vasto pueblo y al final de este el castillo en donde yacía Lisa. El castillo era blanco con destellos dorados.

—Esto me recuerda tanto a casa —comento Leonardo.

—Pareciera que el tiempo se detuvo de alguna manera ¿No crees?

—Algo así.

Al llegar al castillo, bajaron del carruaje.

—Su majestad los espera en su sala de entrenamiento. Que tengan un buen día —se va del lugar hacia los establos.

—¿Listo? —pregunto Florián.

—¡Listo! —Rápidamente se acercó a las puertas y las abrió con fuerza—. ¡Ya llegué! —alzo la voz y un gran eco se escuchó.

Florián se acercó detrás de él y lo toco del hombro.

—No era necesaria esa entrada.

—¿Eh? ¿Por qué no? —pregunto Leonardo sin entender la exaltación en la que la hizo.

En el pasillo a los costados se podían ver unas fotos familiares, una de Lisa con un vestido de cola de pato color blanco con holanes y detalles azules y dorados. Mientras que del otro lado era una foto familiar de ella y sus dos padres.

—¿Es hija única? —pregunto Florián.

—No lo sé —contesto Leonardo—. Dijo que estaría en el campo de entrenamiento, ¿Dónde está eso?

Ambos llegaron a la cruz del pasillo, de él lado izquierdo se encontraba el comedor y del lado derecho unas escaleras, frente a ellos se encontraban una puerta con vidrios, dejando ver lo que había del otro lado.

—Debe ser ahí —señalo Leonardo.

—¿Por qué lo crees? —pregunto Florián.

—El color de la habitación se asemeja a un gimnasio, y logro ver unas cuantas armas al fondo. Debe ser allí —concluyo.

—Bien, vamos allá —siguió a Leonardo.

Los chicos llegan a las puertas y las abren, dejando ver a Lisa dando un golpe con una lanza a un muñeco de entrenamiento.

—¿Lisa? —pregunto Leonardo.

Lisa inmediatamente se gira para ver a los chicos.

—Oh, ¿tan pronto se introdujeron en mi pueblo y mi edificio real? —Mira un reloj en su mano—. El tiempo surco de manera totalmente lenta por la concentración absoluta en mi rutina de fuerza y destreza —se recarga con la lanza—. Me alegra verlos —sonríe ligeramente y sus ojos brillan.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.