[CUANDO EL PADRE MILLONARIO Y ATRACTIVO ENTRA EN LA PISTA DE PATINAJE PARA OFRECERTE UN TRABAJO MEJOR PAGADO, LO ACEPTAS.]
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JEONGIN.
El estado de ánimo ansioso y cachondo con el que me desperté esta mañana me acompaña durante todo el día, y ni siquiera el tiempo de la ducha desmontable ha podido suprimir lo que me hizo sentir ese sueño.
En el trabajo, todo el asunto se repite una y otra vez en mi mente, lo que me hace estar distraído y un poco irritable. Estoy reponiendo una caja de patines nuevos cuando una voz profunda y extrañamente familiar procedente del otro lado del mostrador me hace detenerme, y de hecho me pregunto si mi cerebro privado de sueño acaba de conjurar el sonido.
—Once y medio, por favor.
Me inclino hacia atrás y miro al cliente que ha hecho el pedido y casi grito cuando reconozco al hombre alto y pálido que está de pie sobre la alfombra de colores brillantes, con la mano apoyada en el alto mostrador lacado. Intento agacharme para rodear la pared y rezo en silencio para que no me vea.
¿Qué está haciendo aquí?
—Hola, Jeongin —dice, y mis ojos se abren de par en par.
Nerviosamente, empujo los patines en la estantería, sin comprobar siquiera si los coloqué en el lugar correcto, y recojo mi confianza triturada para saludarlo.
—Hola —balbuceo, antes de mirar a mi alrededor para ver si hay alguien al alcance de la mano.
Es miércoles y acabamos de abrir hace quince minutos. Con la excepción de algunos niños que estudian en casa y algunos clientes habituales, no habrá ningún cliente real hasta esta noche.
—Por favor, llámame Jeongin.
—Estaba bromeando con lo de los patines —añade con un atisbo de sonrisa en la cara—. No voy a patinar.
Una risa forzada y torpe brota de mi pecho mientras me acerco al mostrador. Se acabó cualquier esperanza de intentar actuar con naturalidad. Ver su cara me hace recordar mi sueño y cómo le arañaba la polla como un sátiro enloquecido.
Me cubro las mejillas, esperando ocultar mi rubor.
—¿Cómo me encontró? —pregunto.
Sostiene su teléfono, mostrándome una foto mía en un grupo de patinadores, bailando en la pista con un traje colorido durante nuestro evento Neon Nights.
—Instagram.
—Oh. —¿Podría ser esto más mortificante? Debe estar aquí porque se dio cuenta de su error al escribir el cheque que me dio ayer y quiere recuperarlo.
Ya lo cobré y hasta hice un pago extra de mi préstamo escolar, así que esto va a ser una conversación incómoda.
—Escucha… —digo con cuidado.
—¿Tienes un momento para hablar? —me pregunta, cortándome.
—Por supuesto —balbuceo.
Me doy la vuelta y busco a Chaeryeong, la dueña de la pista y vieja amiga de mi madre, pero debe de estar en su despacho o fuera fumando un cigarrillo. En lugar de ir al descanso, hago un gesto hacia una de las viejas cabinas de plástico contra la pared. Asiente y toma asiento, y es difícil no reírse al verlo.
El padre de Seungmin es enorme, más grande de lo que noté ayer. Debe de medir 1,80 con hombros anchos y un cuerpo esbelto.
Como un… cuerpo de padre musculoso.
Si es que eso existe.
Además, se ve ridículo en la cabina porque debe ser un millonario que no ha pisado una pista de patinaje ni se ha sentado en una cabina en toda su vida. Estoy seguro de que si lleva a sus ligues a citas, es en un yate o a Montenegro, no a una pista de patinaje barata para comer pizza y beber cerveza. Eso es mucho más mi realidad, lo cual está bien.
Quiero decir… las citas a Montenegro no serían terribles, pero están un poco fuera de mi alcance.
—¿Qué puedo hacer por usted? —pregunto mientras tomo asiento frente a él.
Abre la boca y la cierra, y caigo en la cuenta de que está a punto de sacar algo que podría ser ligeramente incómodo, y ya me temo que va a ser sobre lo que pasó ayer. Sobre todo, después de haber mirado todo lo que hay en su página web.
Rápidamente le ahorro la molestia.
—Si es por lo de ayer, no pasa nada. No tiene que decir nada. Está bien.
—No es por lo de ayer —responde—. Al menos, no realmente.
—¿Sobre Seungmin entonces?
Su atención se desploma y parece que nuestra conversación toma un giro brusco en el momento en que se menciona a su hijo.
—¿Has hablado con él?
Mis hombros caen y aprieto los labios.
—Señor Hwang, se lo dije. Rompimos. No voy a hablar más con Minnie…
Parece una frase dura, pero creo que tiene que entender que Seungmin está fuera de mi vida para siempre. Ya no puedo ser un salvavidas para su hijo.
Algo en él se desinfla, y su ceño se frunce mientras se inclina hacia atrás en su asiento. Luego, simplemente sale a la luz, como si se arrancara una tirita.
—Joven Yang, me gustaría ofrecerle un trabajo.
Por una fracción de segundo, me emociono. ¿Un trabajo? Un trabajo adulto y bien remunerado. Algo que realmente querría poner en un currículum. No más perros de maíz o spray antibacteriano para zapatos.
Entonces recuerdo lo que encontré anoche, lo que él pensaba que yo estaba allí para hacer, y el calor inunda mis mejillas.
—Oh…
Se aclara la garganta.
—Es un trabajo de asistente, Joven Yang. Un trabajo de asistente normal.
—Oh —repito, esta vez con menos dudas. Mantengo mis ojos completamente alejados de su mirada—. Entonces…
—¿Tienes una pregunta? —cuestiona tras un largo momento de incomodidad.
—¿No habrá ningún… arrodillamiento en este trabajo?
Una sonrisa se dibuja en la comisura de los labios.
—No hay que arrodillarse. Más bien papeleo.
Me aclaro la garganta, sin dejar de mirar las paredes, la pista de patinaje, los patinadores… literalmente a cualquier parte menos al hombre guapo e intimidante que está al otro lado de la mesa.