[VEN SIEMPRE PREPARADO.]
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JEONGIN.
En algún momento del domingo recibo un mensaje de Hyunjin.
Quedé de reunirme con algunas personas en el club a las 8:00 de la mañana. Entra en la casa y volveré sobre las 10:00.
Escribo y borro y escribo y borro mi respuesta unas diez veces antes de pulsar finalmente Enviar.
Sí, señor.
No responde. Y Hwang Hyunjin siempre necesita la última palabra, lo que significa que lo he dejado sin palabras. Lo que también significa que estoy consiguiendo lo que quiero.
El lunes, me presento temprano, usando el código que me dio para desbloquear la puerta principal y me pongo a trabajar directamente. Elijo el mismo pantalón de cuero y la misma camisa transparente que llevé el primer día. Apenas puedo concentrarme en mis tareas matutinas mientras lo espero, y cuando llegan las 10:15, oigo que se abre la puerta del garaje.
Rápidamente, ordeno mi escritorio y me apresuro a ir al centro de la habitación.
Puedo hacerlo. Puedo hacer esto. Puedo hacerlo.
La charla interna es lo único que me impide echarme atrás porque cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que esto es una locura. Y no tengo ni idea de cómo reaccionará. Si se enfada, me humillará. Si se sorprende, me alegraré.
Y si le encanta… Dios, no sé cómo me sentiré.
Oigo cerrarse la puerta del garaje y respiro profundamente para calmarme. Luego, dejo caer la almohada al suelo (gracias por el consejo, Internet) y me arrodillo. De cara a la puerta que está a punto de atravesar, inclino la cabeza y coloco las manos delicadamente en mi regazo. Un temblor de nervios me recorre hasta los huesos mientras lo espero. Sus zapatos chasquean contra el suelo de mármol cuando pasa por la cocina, cada vez más cerca, y quiero echarme atrás. Esto ha sido una estupidez. Me va a despedir por ser tan estúpido.
Pero es demasiado tarde. Sus pasos llegan a la puerta del despacho y se detienen. El silencio es pesado mientras él se queda mirando fijamente, y yo no me atrevo a moverme. Mantengo los ojos en mi regazo y espero.
—¿Qué… estás haciendo? —pregunta.
Esperaba esta pregunta, así que estoy preparado.
—Ser un niño bueno —respondo—, Señor.
Le oigo respirar con fuerza. Va a decir algo duro o a decirme que me levante o que pare.
Al menos lo intenté.
En cambio, da cinco pasos ensordecedores hacia mí. Cuando está lo suficientemente cerca como para tocarme, siento que sus dedos alcanzan mi barbilla y me inclinan la cabeza hacia arriba. Hay afecto en sus ojos cuando me mira fijamente, un calor que me invade. La forma en que esa mirada me hace sentir es como el oro.
Si pudiera embotellarlo y venderlo, sería rico.
—Eres un chico tan bueno —dice, y yo casi me derrito en el suelo—. ¿Quieres aprender a ser un buen sumiso?
—Sí, señor —respondo.
Su mandíbula se tensa mientras delibera su respuesta.
—Bien. Pero no todos los días, ¿entiendes?
Intento reprimir mi sonrisa, pero se me escapa de todos modos.
—Si señor.
—Quiero que haya días en los que sólo seas Jeongin, ¿de acuerdo?
Mis hombros se ablandan mientras dejo que sus palabras calen. Luego, asiento.
—Y si no te gusta, no tienes que hacerlo. Hay mucho más que tendremos que discutir, los límites y la seguridad, y cosas así, ¿de acuerdo?
Vuelvo a asentir, sabiendo por mi investigación de este fin de semana que él diría algo así. Aprendí que la comunicación es lo más importante y que hay que poner límites porque hay muchas cosas que pueden salir mal.
Por eso he venido preparado.
—Escribí mis límites —respondo, mirándolo fijamente.
Parece momentáneamente sorprendido, acariciando mi barbilla.
—¿Lo hiciste? ¿Puedo verlos?
Asiento, moviéndome para ponerme de pie, pero él me presiona suavemente el hombro para mantenerme en el suelo.
—Ah-ah. Gatea hasta ahí por mí.
Mis labios se separan y mi cuerpo se inunda de calor.
—Sí, señor —respondo. Se aparta para que pueda arrastrarme hasta mi escritorio, donde está el papel impreso junto a mi portátil. Lo tomo del escritorio y dudo un momento, no sé cómo gatear y llevarlo al mismo tiempo.
—Entre los dientes —responde, notando mi incertidumbre. Hago lo que me dice, muerdo el papel mientras me pongo a cuatro patas y lo llevo hacia él. Ahora está apoyado en su escritorio, con los brazos cruzados y observándome.
Una vez que llego a él, me vuelvo a sentar en posición de rodillas. Me acaricia la cabeza con suavidad y me quita el papel de los dientes. Luego espero mientras él hojea lo que escribí. Esta es la parte que me pone nervioso, porque había muchas cosas en esa lista que me ponía un poco nervioso admitir.
—¿De dónde sacaste esto? —pregunta.
—Era una lista imprimible que conseguí en internet. ¿Está bien?
Espera un momento antes de responder.
—Es excelente, Jeongin. Estoy orgulloso de ti.
Sonrío para mis adentros. La lista tiene más de doscientos ítems y tuve que clasificar cada uno de ellos desde cero, siendo un límite absolutamente duro, hasta cinco, siendo muy interesado, por favor. La mayor parte de la lista aterrizó en el tres, lo que significa curiosidad. Naturalmente.
Sé que debo mantener la cabeza baja, pero no puedo resistir el impulso de observar su cara mientras lee la lista. Para ser sincero, la mayoría de los puntos eran difíciles de clasificar porque tenían que ver con el sexo, y Hyunjin y yo no tenemos ese tipo de relación, todavía. Todo lo que sé es que cuanto más estoy con él y cuanto más me empuja más allá de mis límites, más quiero.
No dice ni una palabra mientras hojea, y su cara de póquer no revela mucho. Todo lo que sé es que está leyendo cosas como…