Pre-destinados

INFINITE TALENT ACADEMY

María José, se encontraba en el interior de aquel lujoso coche, sentada en silencio y tratando de retener la sangre que no dejaba de salir de su pierna, con las manos. Carlota se encontraba sentada frente a ella, en silencio, con una fría y escalofriante mirada. Era más que evidente que estaba furiosa. No hablaba, pero de vez en cuando, giraba un poco y movía los labios como si estuviera hablando con ella misma. Llegaron al hospital y de inmediato llevaron a María José para que se revisara la herida. Una alegre enfermera de piel caribeña y enormes ojos pardos le indicó cortésmente que la siguiera, mientras su tía Rosalinda corría detrás de la mujer, al encuentro de su sobrina. La abrazó con fuerza y le estampó un beso en cada mejilla.

──¿Pero dónde carajos te habías metido? ──le preguntó apretando sus mejillas con ambas manos, como si aun fuera una niña pequeña. Carlota se le acercó y la tomó con fuerza de la muñeca, viéndola con recelo.

──Modula tu vocabulario, por favor ──le espetó en la cara, tratando que los demás no presenciaran aquella terrible escena familiar. La enfermera se llevó a la chica, dejando solas a ambas mujeres, quienes intercambiaban tétricas miradas como si de un concurso se tratara──. Supongo que ahora sí estarás contenta ──dijo Carlota molesta. Rosalinda sonrió con burla y se le acercó.

──¡Si vieras que sí! ──le respondió──. Mi sobrina está bien ¿no?

──¿Bien? ¿¡BIEN!? ──exclamó Carlota, elevando sin querer la voz──. ¿Viste acaso la ropa que traía puesta? ¿Te parece bien que una chica decente, camine sola por las calles vestida así, rodeada por quien sabe qué clase de gente?

──¡Por Dios, Carlota! ¿Es eso lo que te preocupa? Tiene casi dieciocho años, eso es lo que hacen las chicas de su edad.

──Tal vez, las chicas sin valores, sin moral y buenos principios, pero no mi sobrina. Yo la he educado de la mejor manera y bajo mi tutela, nunca había visto, semejante acto de desfachatez. Solo bastó un día junto a ti, para que todo cuanto yo le he inculcado, se esfumara. Así que, dadas las circunstancias, tendré que pedirte que abandones mi casa cuanto antes. Puedes pasar por tus pertenencias cuando gustes. ──reclamó Carlota, dándole la espalda. Rosalinda la tomó del brazo e impidió que se alejara.

──Espera, tal vez oí mal, ¿has dicho "tu” casa? ──le dijo con algo de ironía en la voz── ¿Tengo que recordarte, Carlita, querida, ¿que esa casa le pertenece a Marijo? ──Carlota jaló de su brazo con fuerza viendo a la mujer con furia──. Tienes que entender que María José, no es más una niña. Ya es capaz de tomar decisiones propias y si quieres que me vaya, primero tendremos que ver si ella decide irse conmigo.

──¡ESO NO VA A PASAR! ──recalcó Carlota.

──¿Cómo estás tan segura? ──le retó Rosalinda.

Discutir con alguien como Carlota, era algo verdaderamente agotador, pues ella no era una mujer que cediera con facilidad. Cambiar su perspectiva sobre cualquier cosa era algo verdaderamente imposible, y Rosalinda lo sabía muy bien. Le dio la espalda y se sentó en uno de los sillones de la sala de espera. Suspiró y levantó la mirada hacia Carlota.

──Escucha, Carlita, no quiero pelear contigo de nuevo. ¡Míranos! parecemos un par de adolescentes peleando por tonterías, cuando lo que de verdad debe de importarnos es la salud de María José.

──¿Crees que no lo sé? ──dijo la fría mujer mientras se sentaba a su lado, procurando guardar la distancia.

Rosalinda había estado esperando el momento oportuno para poder plantearle a Carlota, la idea más revolucionaria que alguien le haya presentado jamás. Sin embargo, conocía mejor que nadie a Carlota, y sabía que debía comenzar a mover sus cartas si quería ganar aquella partida.

──No vine para llevarme a María José. ──dijo de pronto, tomando por sorpresa a su compañera, pues esta, estaba cien por ciento segura, de que esas eran las intenciones que llevaba consigo.

──¿Entonces, qué planeas? ──le dijo desconfiada. Rosalinda sonrió complacida y comenzó a contar los detalles de su plan.

Mientras tanto, María José se encontraba en una habitación siendo tratada de la herida de su pierna.

Observaba a la nada con la mirada distante, por lo cual, no fue capaz de darse cuenta de las burlas y murmullos de los que era víctima. Algunas personas cuchichiaban a sus espaldas y la apuntaban tratando de contener la risa, pero la adolescente no tenía cabeza para eso. Aquella anciana le dijo que tenía que ayudar a una pareja y que vería aquel estúpido hilo solo en las personas a las que podía ayudar a estar juntos, pero eso no tenía sentido. Había visto ese tonto hilo atado al dedo de ese chico, que fue tan estúpido como para pagar por una cámara, evidentemente barata. Era obvio que no volvería a verlo, no había manera de que eso ocurriera, entonces ¿cómo demonios, podría ayudarlo a encontrar su destino?

──¿Eres tú, cierto? ──preguntó una de las pacientes que compartía la habitación, mostrándole un video en el celular. María José salió de su aturdimiento y volteó hacia la chica.

──¿Perdón? ──respondió algo confundida.

Puso atención al vídeo y se quedó muda. Aquel video la mostraba deambulando como ida por todo el centro comercial. Vestida con una sucia bata que, en algún momento pudo llegar a ser blanca y que en ese momento parecía de un color gris y sucio. Se veía claramente como una loca, recién salida de algún manicomio. Y para empeorar la situación, se había llevado las manos a la cabeza, y emitido un fuerte grito que había llamado la atención de todo mundo.

Tomó el celular con ambas manos y se puso de pie repentinamente, haciendo que la pobre enfermera que la atendía diera un pequeño salto del susto. Por fin pudo darse cuenta de las burlas de las que era víctima. Volteó y vio a todos los presentes con unas ganas inmensas de vengarse de cada uno de ellos. Sin embargo, sabía que no podía hacer nada. Entregó el celular, fulminando a la chica con la mirada, mientras esta, solo se tapaba la boca tratando de ocultar su risa.




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