Pre-destinados

EL TÉTRICO ÁNGEL

Fue entonces cuando se abrió camino entre aquella multitud, quien aplaudía eufórica a las personalidades que se habían dado cita en el recinto. Su plan era llegar hasta su habitación para poder tumbarse en la cama y tratar de meditar un poco todo lo que le había ocurrido hasta ese momento. La explicación más coherente era que todo eso no se trataba más que de una especie de pesadilla de mal gusto. Imaginó que tal vez, aún seguía en el hospital, inconsciente y que todo eso que había pasado hasta ese momento, no era sino una especie de sueño provocado por la anestesia que le habían administrado. Intentó subir las escaleras para dirigirse a la zona donde habían colocado los dormitorios de los alumnos, pero no fue capaz de llegar. El estómago se le había revuelto y sentía unas náuseas inmensas, por lo que tuvo que salir corriendo hacia el baño más cercano. Conocía mejor que nadie aquella gigantesca casa, pero en esos momentos no era capaz de reconocer prácticamente nada de esta, pues todo estaba completamente cambiado ya que se había adaptado para recibir a todo el alumnado que formaría parte de aquella nueva academia. Eso la alteró aún más, pues si de verdad, aquello se trataba solo de un sueño, ¿cómo era posible que no pudiera ser capaz de controlar las fantasías de su propia mente? Después de un rato llegó al baño del primer piso, donde sin pensarlo entró llevándose otra sorpresa, pues aquel baño, que ya de por sí, era lo suficientemente grande, lo era aún más de lo que ella recordaba. Alguien lo había transformado en una especie de baño público lo cual, además de parecerle ridículo, la hizo molestar aún más, lo que aumentó sus malestares estomacales. Se acercó a uno de los baños individuales y vomitó todo lo que pudo, para después acercarse a los lavabos, mojarse la cara y observar su deteriorado rostro en el enorme espejo que se encontraba frente a ella.

──Esto no es posible ──le dijo a su reflejo.

──¡Claro que lo es! ──le respondió Agatha, quien se encontraba justo detrás de ella, recargada en la puerta, mientras se apoyaba en su viejo bastón. María José giró de inmediato y se acercó a ella velozmente, mientras la tomaba con fuerza del cuello. La anciana era mucho más pequeña que ella, por lo que la chica tuvo que inclinarse un poco para estar a su altura.

──¡Usted! ──le dijo con furia── ¿Por qué demonios no me dijo que metería a mi tía en toda esta mierda? ──la anciana permaneció serena ante su actitud.

──¿Crees acaso que tu tía no merece conocer su destino también? ──susurró, mientras le regalaba una cínica sonrisa. La chica torció la boca y la soltó de mala gana. Dio la vuelta y se dirigió de nueva cuenta a los lavabos. Apoyó las manos sobre el azulejo de este, mientras veía a la anciana por el espejo.

──Esta maldita pesadilla es real, ¿cierto? ──cuestionó comprendiendo la realidad a la que se estaba enfrentando.

La anciana solo movió la cabeza. Fue entonces cuando María José dio la vuelta y suspiró profundamente dejándose caer de rodillas al suelo. Estaba exhausta de todo. No se sentía lo suficientemente cercana a su tía como para ayudarla a encontrar a la persona que, se suponía, estaba destinada a ella. Aunque, en realidad no había necesidad de ello, pues la persona que le estaba destinada estaba demasiado cerca. Sin embargo, era consciente de que tenía que cumplir con su parte del trato para poder dejar de ver aquel endemoniado hilo de una buena vez. Levantó la vista y observó a la anciana, quien la veía seriamente.

──Tal vez estoy siendo algo dura contigo ──comentó Agatha mientras apartaba la vista.

──¿Algo? ──cuestionó la chica, enarcando una ceja, mientras se ponía de pie apoyándose con el lavabo.

──¿Qué te parece si dejamos a tu tía para el final? ──sugirió, mientras se colocaba a su lado. Esta solo pudo girar hacia ella con una mueca de confusión en el rostro──. Uhmm, veamos. ¡Mira que la lista es larga, ¿eh?! ──agregó la vieja, pensativa── ¿Alguna sugerencia? ──le preguntó, mientras ella la veía de mala gana.

──Ahora que lo menciona, sí, tengo una muy buena sugerencia, ¿por qué demonios no deja este maldito juego y me deja en paz de una buena vez?

Agatha rió fuertemente mientras se sobaba la barriga, lo cual la molestaba sobre manera, por lo que solo cruzó los brazos, incapaz de hacer nada más, ya que su educación le impedía darle un golpe a una anciana. En cuanto la risa pudo dejarla hablar, la mujer se colocó frente a ella y la tomó de los hombros, haciendo nuevamente que tuviera que inclinarse.

──¿Por qué no comienzas con ese chico, ¿Luca es que se llama? ──le dijo en voz baja. La joven bajó la mirada, pues era consciente de haber visto el hilo de aquel chico mucho antes de ver el de su tía──. Es un buen chico, algo testarudo, pero bueno, a fin de cuentas. ──comentó la anciana, mientras desviaba la mirada pensativa y salía del lugar dejándola sola, al percatarse de esto, levantó la mirada y fue detrás de ella, con la intención de obtener más información sobre su nuevo y estresante trabajo.

──¡Espere! ──gritó extendiendo la mano, intentando alcanzarla. Sin embargo, la anciana había desaparecido y en su lugar, quien se postró frente a ella no fue nadie más que Hatori, quien la observaba como si estuviera loca.

──¿Con quién hablas? ──le preguntó mientras se acercaba al espejo y retocaba su maquillaje. María José giró hacia ella y se llevó una mano a la cabeza, tratando de convencerse a sí misma de que aquella conversación con Agatha, de verdad había ocurrido.

──Con la anciana, ¿acaso no la viste salir de aquí? ──le respondió, con la intención de que esta le confirmara la existencia de aquella mujer. Sin embargo, Hatori estaba concentrada en admirar su reflejo frente al espejo.

──No sé de qué hablas ──le dijo en cuanto terminó de colocar gloss en sus labios──. Nadie ha salido de aquí, o al menos yo no he visto a nadie.

Aquella respuesta le provocó escalofríos por lo que tuvo que abrazar su propio cuerpo a causa de ello. Hatori dio la vuelta y la vio con algo de burla, cruzó los brazos y la vio de arriba a abajo.




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