Pre-destinados

ALUMNA MODELO

Tanto la anciana, como aquel extraño infante, tuvieron que sentar a la pobre chica quien estaba a nada de experimentar un ataque de pánico. Agatha se le acercó y le puso las manos sobre los hombros para que pudiera centrar su atención en su envejecido y prominente rostro.

──Ya te dije que no tienes nada que temer ──le dijo──. Este mocoso…

──¡Oye! ──protestó el chico.

──Él solo estará aquí ocasionalmente. No viene ni por ti, ni por ninguno de tus amigos, así que no te preocupes ──continuó Agatha, sin prestarle atención al niño, quien hacía muecas detrás de ella. María José estaba comenzando a tranquilizarse.

──¿Entonces por qué está aquí? ──cuestionó con su acostumbrado tono de voz.

──Estaba aburrido ──respondió, mientras seguía con la mirada el paso de una mosca con un aire distraído──, y supe que Agatha había encontrado una muy buena forma de divertirse.

La anciana le dio un fuerte pisotón, obligándolo a emitir un fuerte grito, mientras le lanzaba una mirada llena de rencor. Marijo, por su parte solo enarcó una ceja mientras se ponía de pie, ofendida.

──¿De modo que solo soy una distracción? ──preguntó molesta. El niño giró hacia ella y se le acercó con una amplia sonrisa.

──¡Sí! ──respondió alegremente, lo cual la molestó aún más. Sin embargo, el niño logró darse cuenta de ello a tiempo por lo que borró la sonrisa de su cara y tomó sus manos, casi con ternura──. Pero no me veas con malos ojos ──le dijo dulcemente──, yo solo estaré aquí ocasionalmente. Será como mi lugar de descanso. ¡Yo también merezco descansar, ¿sabes?! ──la chica bufó y desvió la mirada, perdiendo por completo el miedo. La anciana y el chico sonrieron a causa de esto──. La próxima vez que me veas, mi apariencia será diferente, ¡así que más te vale estar preparada! ──le advirtió, mientras esta giró nuevamente asustada, pues en su mente comenzó a imaginarse una tétrica imagen de aquel ser, lo cual provocó la risa de nuevo en el rostro del infante──. ¡No te preocupes! No apareceré vestida con una túnica negra y el rostro convertido en calavera ──le dijo entre risas, lo cual curiosamente provocó que suspirara aliviada. Después de eso, se quedó un rato pensativa, mientras observaba al infante con los ojos entrecerrados.

──Como… ¿cómo debo llamarte? ──le preguntó avergonzada, mientras el chico intercambiaba miradas con la anciana, mientras esta simplemente se encogía de hombros sin poder ayudarlo. El niño la imitó y giró hacia la chica haciendo el mismo gesto. María José puso los ojos en blanco.

──Debe haber una forma en la que pueda llamarte ──le dijo, extendiendo las manos frente a ella para dar a entender que todo eso la estaba cansando. El chico se llevó una mano a la barbilla y adoptó una postura pensativa.

──Pues, tengo varios nombres alrededor del mundo.

──¡No voy a llamarte “parca” delante de todo el mundo! ──expresó frustrada. El niño giró he hizo una mueca, mientras sacaba su lengua.

──¡Ya lo sé! ──dijo dolido──. Umm, veamos, ¿por qué no me llamas Alex?

──¿Alex?

──¡Sí!

──¿Ese es tu nombre? ──el chico se encogió de hombros.

──No, pero me gusta ese nombre ──dijo sin darle importancia.

──¡Bien! Entonces te llamaré así.

El niño sonrió y se acercó con el puño frente a él, a la espera de que la chica lo golpeara con el suyo, lo cual hizo algo avergonzada.

──Muy bien, María José, vendré a jugar contigo pronto. Ahora, debo marcharme. Alguien me espera del otro lado de la ciudad. ──dicho esto, Alex avanzó hacia la puerta, desapareciendo sin ni siquiera tocarla. Esto, en cualquier otro momento de su vida, le hubiera parecido de verdad increíble. Sin embargo, estaba comenzando a perder el asombro por esta clase de cosas. Giró hacia la anciana, solo para llevarse la sorpresa de que esta, también había desaparecido, lo cual solo la puso de mal humor. Dio una patada al aire y se llevó las manos a los bolsillos.

──Al menos debería de tener la decencia de decir “adiós” ──reclamó.

Salió de ahí con la intención de regresar a su habitación cuando en el camino, tropezó con Víctor, quien llevaba en las manos una decena de comida chatarra, la cual, evidentemente había tomado de forma clandestina, pues al verla se puso tan pálido como la cera.

──¡Señorrita! ──expresó asustado.

Ella solo cruzó los brazos y lo observó acusadoramente, adoptando una postura similar a la que solía usar su tía Carlota cada vez que la pillaba haciendo algo indebido.

──¿Qué llevas ahí? ──le preguntó, poniéndolo nervioso.

──¿Qué, ¿esto? ¡Oh! No es nada, señorita, es solo un… ¿cómo lo llaman aquí? ¡Oh sí! Un «refrrigerradorr» ──María José lo observó confundida, tratando de descifrar lo que el pobre chico trataba de expresar.

──¿Querrás decir “refrigerio”? ──le preguntó viéndolo con algo de burla. El chico aplaudió dejando caer, sin querer, las cosas que llevaba en las manos. Este acto, dibujó una amplia sonrisa en el rostro de la chica.

──¡Sí! ¡Está en lo cierto, señorita! ──expresó el chico alegremente.

El rostro del joven se puso rojo por la vergüenza, lo cual provocó que riera un poco, mientras cubría su boca con la mano de forma disimulada. El pobre chico tuvo que inclinarse rápidamente para recoger los alimentos que habían caído al suelo. A ella no le quedó de otra más que inclinarse un poco para ayudarle, pues aún si el chico no era enteramente de su agrado, sabía perfectamente bien que, si lo encontraban a esas horas con lo que llevaba, su tía no tendría compasión de él. Y ella, mejor que nadie, sabía lo difícil que sería lidiar con una situación como esa. Se disponía a recoger una lata de refresco, cuando su mano chocó con la suya, lo cual le dio un ligero toque eléctrico que la hizo apartarla rápidamente. Fue entonces cuando prestó atención a la mano del chico y observó claramente un brillante y colorido hilo rojo que estaba atado al dedo meñique de este. Eso causó que su mente se perdiera por unos segundos. Era la primera vez que era capaz de observar aquel hilo en ese chico, por lo que aquello le causó sorpresa.




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