Pre-destinados

PLAN DE ESCAPE

Ahora podía comprender con claridad las palabras que Agatha le había dedicado cuando le habló sobre los hilos. Sentía miedo, pues era plenamente consciente de lo que hubiese ocurrido de no haber llegado a tiempo. En su mente aún estaba demasiado claro el rostro de aquel tipo, lleno de ira y dispuesto a dañar a la chica, quien en esos momentos sollozaba con el rostro oculto entre su pecho. Marijo acarició con cuidado su cabello, mientras ella no dejaba de sollozar tomando con fuerza de su blusa. Fue entonces cuando la apartó un poco y la vio directamente a la cara, dándose cuenta de que tenía algunos golpes debajo de todas esas lágrimas que cubrían su deteriorado rostro. El hilo negro que la unía a aquel tipo seguía arrastrado en el suelo y permanecía lúgubre y opaco.

──¿Cuál es tu nombre? ──le preguntó con voz amable. Sin embargo, la chica no respondió y tampoco hubo oportunidad de ello, pues en ese momento, Haku, Luca y Víctor llegaron, con noticias para nada alentadoras.

──Lo perdimos ──anunció Haku, bajando la mirada. Luca se acercó a las chicas, ignoró a Marijo y le tendió la mano a la joven que le acompañaba, quien temerosa la tomó.

──¿Estás bien? ──le preguntó con una cálida voz.

En ese momento, Marijo pudo darse cuenta cómo el hilo rojo que se encontraba atado a su meñique brillaba con un poco más de intensidad, aunque aún se desvanecía y parecía incompleto.

Víctor se acercó a Marijo y la ayudó a ponerse de pie mientras volteaba fugazmente hacia la chica a la que recién habían rescatado.

──¿Conocías a ese tipo, Alex?  ──le preguntó a esta.

Ella lo vio sin comprender lo que trataba de decirle.

──Ella no se llama Alex ──corrigió Haku──. Ella es Lucia Fiore y es la sobrina del profesor de canto, ¿no es así? ──la chica asintió con la cabeza, sin despegar la vista del piso. Víctor se llevó una mano a la boca y se disculpó con ella, mientras su pálido rostro tomaba un color rojizo.

──¡Cómo sea! Debemos llevarla de inmediato a la enfermería y avisar a los profesores sobre esto ──sentenció Luca──. ¡O mejor aún ¡debemos llamar a la policía!

──¡NO! ──suplicó Lucia casi al borde del llanto, mientras levantaba la cabeza de golpe y lo sujetaba de su camisa──. ¡Per favore no le digan a nadie de esto! ──en su rostro podía verse con claridad la desesperación y el miedo, aunados a la vergüenza que la embargaba en ese momento.

María José la observó con un poco más de cuidado y comprendió que la situación era mucho más grave de lo que parecía. Hablar no era suficiente, tenían que tomar acción, pero hacerlo no era cosa sencilla. Los tres chicos giraron hacia ella y la vieron consternados, pues para ellos lo más lógico era informar sobre lo ocurrido para poder obtener algo de ayuda. Sin embargo, Marijo de inmediato se acercó, rodeándola con sus brazos.

──No te preocupes. Ni ellos, ni yo, diremos nada ──le aseguró, logrando calmarla un poco. Ninguno de los chicos estaba de acuerdo con ello, pero la fría mirada de Marijo fue más que suficiente para hacerlos cambiar de parecer──. Pasarás la noche en mi habitación. Mañana ya veremos qué hacer, por ahora no te preocupes. Ustedes ──les dijo──, llévennos hasta la alcoba, no sabemos si ese tipo siga rondando por aquí.

──Daremos una vuelta a los alrededores para estar seguros ──sugirió Luca, mientras sujetaba la mano de Lucia para indicarle el camino, pero, sobre todo para tratar de calmarla, pues la pobre no dejaba de temblar.

En ese momento, tanto el hilo del chico, como el de la joven, brillaron con una intensidad similar. Marijo se quedó perpleja por un momento observando aquello. Era la única que podía verlo, pero, aun así, temió que alguien más pudiera presenciarlo, por lo que giró temerosa hacia todos lados tratando de leer el rostro de los demás. Sin embargo, fue más que obvio que nadie más se había percatado de esto. Fue entonces cuando su mente comenzó a trabajar al mil por hora. ¿Qué pasaría si Luca y Lucia estuvieran destinados? Tal vez, la pareja que debía de unir estaba justo frente a ella en ese momento y no solo eso, sino que también se había presentado la primera oportunidad para cortar uno de esos malditos hilos. Sus pensamientos se concentraron solo en eso y no fue sino hasta que Haku la zarandeó un poco, que pudo lograr regresar a la realidad. Tal vez su oportunidad se había presentado al fin, pero ese no era el momento oportuno de modo que no le quedaba más remedio que esperar. Los cinco avanzaron hacia la zona de los dormitorios. Sin embargo, estos eran custodiados por un grupo de guardias, quienes vestían con un aburrido uniforme oscuro, igual al de la mujer que acompañó a Marijo el primer día. Aquel grupo de mujeres se encontraban justo en la entrada de los dormitorios, hablando como si nada. Del otro lado, se encontraba la división donde comenzaba la entrada a la zona de dormitorios masculinos. El pequeño grupo de jóvenes se encontraba oculto detrás de una de las paredes que se situaba al final de las escaleras.

 

──No queda de otra ──comentó Luca, mientras se asomaba un poco tratando de buscar soluciones──, hasta aquí llegamos. Ustedes tendrán que entrar solas a los dormitorios.

──No podemos dejar que se vayan solas ──intervino Víctor algo asustado── ¿Qué pasará si ese tipo aparece de nuevo? ──al oír eso, Lucia tomó a Marijo de su blusa con un poco de fuerza, provocando que girara hacia ella y sintiera un poco de lástima.

──Eso no pasará ──aseguró observando a la pobre chica──. Nadie sería tan estúpido como para entrar a los dormitorios a esta hora. Y mucho menos, después de vernos en el invernadero. El tipo debe de estar alerta, pues sabe que lo buscamos. Lo más probable es que se haya marchado o permanezca oculto. Sea cual sea el caso, llevaré a Lucia a nuestra habitación. Ustedes encárguense de vigilar los alrededores, mañana veremos qué hacer.

Haku se mordió el labio. Se sentía algo a la defensiva con el plan. Se acercó a ella y tomó a la fuerza el brazo de esta, sacó un bolígrafo de su bolsa y escribió su número telefónico en este.




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