El grupo de profesores había llegado a una conclusión. “Alguien” había intimidado a Lucia y al parecer, María José la había defendido. El problema ahora era poder descifrar qué alumno era quien había cometido dicha falta y la razón por la que ni Lucia, ni Marijo habían revelado su nombre. Al parecer, para ellos, la única solución posible era que se trataba de alguien cercano a ellas, por lo cual, dedujeron que los únicos sospechosos podrían ser: Hatori, Kohaku, Luca, Víctor, Diego, Jeann o Jacqueline. Por ello, decidieron que lo mejor que podían hacer era aislarlos de sus demás compañeros, con la esperanza de descubrir lo que estaba ocurriendo. Los demás alumnos fueron colocados en habitaciones improvisadas, en uno de los edificios que se encontraban a disposición de aquella academia. Sin embargo, este peculiar grupo de alumnos, fueron llevados directamente a la casa principal de la familia Montoya, la cual, era la casa en la que Marijo habitaba junto con su muy querida y estricta tía Carlota. Junto con ellos y Carlota, desde luego, se irían también Rosalinda y el profesor Daniel Kwon, a quien Marijo, solo había visto un par de veces. Era joven, pero por alguna extraña razón, a María José le daba la impresión de que, junto a él, su tía Rosalinda parecía una niña pequeña. El hombre era alto, de cabellera oscura y piel muy blanca y tersa, además de tener un cuerpo trabajado y un semblante amable. Parecía ser un buen sujeto, pero, aun así, Marijo seguía renuente a saber la relación que existía entre aquel hombre y su tía Rosalinda. Para ella era más que suficiente con ser participe, de manera involuntaria, de la vida amorosa de su tía Carlota, por lo que, consideraba sumamente innecesario conocer también los pormenores de la vida privada de su tía Rosalinda. Habían recogido las pocas posesiones que lograron rescatar y esperaban pacientemente en la entrada a la academia, en silencio. Ninguno se atrevía a hablar y mantenían la mirada fija en diferentes puntos, para evitar hacer contacto visual entre ellos. Diego se encontraba junto a Marijo, tratando de acercarse un poco más para poder rodearla con su brazo, pero la chica permanecía con un semblante oscuro que le impedía cumplir con su plan.
De pronto el profesor Kwon se acercó a ellos con paso lento, captando la atención de todos.
──¿Están listos? ──les preguntó con una sonrisa amable.
Al verlo de frente, Marijo se dio cuenta de que en realidad era un hombre atractivo. El hilo rojo continuaba atado a su dedo y bajaba hasta el suelo siguiendo el camino que había tomado. Ver aquello, provocó que apartara la mirada de pronto. El hombre había comenzado a hablar con el resto de los presentes quienes le ponían atención y reían con él. Sin embargo, la chica no era capaz de prestar atención a nada de eso, pues al dar la vuelta, se encontró con diversos hilos que se encontraban enredados en el suelo. Aquello le dio pánico, pues no se sentía capaz de siquiera tratar de interferir en la vida amorosa de aquellas personas, a quienes en realidad conocía muy poco. Dio la vuelta bruscamente hacia ellos, evitando por completo verlos al rostro.
──Olvidé algo, ahora vuelvo ──dijo mientras se echaba a correr en dirección hacia los dormitorios. Tenía que hablar con Agatha fuera como fuera. No soportaba más esa situación, ese contrato debía finalizar o de lo contrario se volvería loca. Subió las escaleras con paso veloz cuando se encontró con una niña pequeña, que vestía con una especie de uniforme de escuela privada. La observaba con una siniestra sonrisa mientras se acercaba a ella con las manos en la espalda.
──¡Hola, María José! ──le dijo con voz infantil. La observó algo sorprendida pues nunca la había visto. La niña, por su parte la observaba con cuidado sin quitar aquella sonrisa de su rostro. Se acercó un poco más provocando que retrocediera un poco hasta estamparse con la pared──. ¿Buscas a la vieja? ──le cuestionó haciéndola reaccionar, relajó el cuerpo y la observó con admiración.
──¿Alex? ──le preguntó dibujando una sonrisa un poco más amable, ella asintió con la cabeza. Marijo puso los ojos en blanco y trató de continuar con su camino, pues no le apetecía platicar con aquel tétrico ángel. Sin embargo, la niña fue detrás de ella dando pequeños saltos.
──¿Quieres terminar el contrato, cierto? ──le dijo captando por completo su atención. Se detuvo y giró hacia ella.
──¿Sabes cómo hacerlo? ──cuestionó en un tono de voz tan bajo que casi parecía un susurro.
──¿Hacer qué? ──cuestionó de pronto Agatha, quien se encontraba en la parte alta de las escaleras, observándolas, mientras cruzaba los brazos. Alex abrió sus infantiles ojos de forma sorpresiva, mientras Marijo giró hacia ella con un semblante serio.
──Es obvio ¿no? Tengo que hacer mis maletas para regresar a casa ──dijo sonando convincente.
Avanzó sin prestarle atención a ninguna de las dos y se dirigió hacia su habitación.
Agatha la observó con curiosidad, pues era consciente de que sus maletas, al igual que las del resto, ya se encontraban en la entrada al colegio junto con el resto del grupo que esperaba ser trasladado. Sin embargo, también pudo darse cuenta de que su actitud ocultaba algo, por lo que prefirió seguirle el juego y ver que era lo que estaba tramando. El piso se encontraba completamente empapado. Pero Marijo no le dio importancia y fingió buscar sus cosas en el cuarto. Agatha y Alex se encontraban justo detrás de ella observándola con cuidado. Fingió tomar algunas cosas que en realidad no le pertenecían y las colocó en una bolsa de mano que se encontraba dentro de uno de los cajones, por lo que se encontraba completamente seca. Acto seguido dio la vuelta dispuesta a salir de la habitación.
──Esas no son tus pertenencias ──le dijo la anciana viéndola fijamente a la cara──. Y lo sabes.
──¿Cómo estás tan segura? ──replicó ella, viéndola seriamente. La anciana suspiró desviando un poco la vista.
#25998 en Novela romántica
#12098 en Fantasía
romance, fantasia humor magia parejas decepcion, drama amor adolescente dolor desamor
Editado: 20.01.2024