Pre-destinados

DESHACERSE DEL ANCLA

Y en la comodidad de la habitación que fungía como dirección, Carlota gritaba a su sobrina, quien permanecía con la cabeza abajo esperando que aquella reprimenda terminara pronto. Era consciente de que su tía le decía algo, pero no era capaz de escuchar ninguna palabra que salía de su boca. Era como si su mente hubiera bloqueado toda aquella situación. Como si se negara a aceptar aquel reclamo, pues era más que claro que no lo merecía. Sin embargo, eso no detuvo a la mujer, quien encolerizada continuaba reclamando. Fue entonces cuando giró hacia ella, y al no ver una respuesta de su parte, se acercó de golpe tomándola con fuerza de los brazos.

──¡¿Me estás escuchando, María José?! ──le dijo casi gritando, provocando que pudiera salir de su trance──. Esperaba más de ti, pero sólo bastó que esa… “corriente” apareciera para hacerte olvidar todo lo que, con tanto sacrificio, he logrado inculcarte.

──No le llames así ──titubeó en voz baja, sin ser capaz de levantar la mirada. Carlota torció la cabeza, observándola con sorpresa, pues no esperaba que le contestara de esa manera──. Rosalinda tambien es mi tía.

En ese momento, la mujer la soltó y se alejó un paso de ella, observándola con una mezcla de decepción e ira. Sin embargo, era como si la chica no pudiera darse cuenta de eso. Las palabras habían salido solas de su boca, como si hubiese sido otra persona quien las dijo, aunque no las sentía falsas.

──Creo que te has vuelto bastante valiente, María José ──comentó la mujer mientras cruzaba los brazos y la observaba fijamente. En ese momento, alzó la mirada, un tanto avergonzada y temerosa.

──Perdón ──musitó con un hilo de voz. Sin embargo, eso no era suficiente para la elegante dama que se encontraba frente a ella. Se le acercó con cuidado, provocando el temor en ella, quiso retroceder un poco, pero debido al poco espacio que tenía a su alcance, no pudo ser capaz de hacerlo.

──¿Tienes idea de la cantidad excesiva con la que te has disculpado desde que esa mujer, a la que tanto defiendes, llegó a nuestras vidas? ──le recriminó observándola fijamente──. Cada día te estás comportando más como ella.

──¿Cómo quién? ¿Cómo mi madre? ──soltó levantando la mirada.

 

«¡No! ¿qué has hecho? ¡discúlpate ¡ahora!»

 

No supo cómo fue que aquellas palabras llegaron a su boca y salieron disparadas de esta. Era como si alguien más hubiera tomado por completo el dominio de sus palabras y acciones. Era como una especie de títere siguiendo las órdenes de alguien más. Esto desorientó un poco a Carlota, quien, pese a haberla visto actuar un tanto impulsiva en otras ocasiones, había logrado mantener el control que ejercía sobre esta. Sin embargo, era evidente que esta vez era diferente. Su semblante era mucho más desafiante de lo que ella recordaba, por lo que lentamente se fue acercando, dándose cuenta de que esta vez, no retrocedía ni un paso.

──Sí, te estás volviendo igual que tu madre ──le dijo con una pizca de desprecio al recordarla.

──Me alegra ──respondió Marijo bajando un poco la cabeza──. Después de todo es mi madre, es normal que me parezca a ella.

Aquella respuesta encolerizó a un más a la mujer, quien se acercó furiosa con la mano en alto, dispuesta a darle un golpe. Sin embargo, al ver su rostro, se encontró con sus ojos y por menos de un segundo, fue como si estuviese viendo los ojos de su preciado hermano, por lo que se detuvo de repente. Marijo por su parte, no podía creer que aquello de verdad estuviera ocurriendo. Las piernas no dejaban de temblarle a pesar de que trataba con todas sus fuerzas de mantener la compostura. Al ver a su tía de aquella manera tan amenazante, moría por salir corriendo y ocultarse, pero era como si alguien hubiera clavado sus pies al piso, pues su cuerpo no le respondía. Carlota bajó la mano y le dio la espalda, mientras avanzaba sin voltear a verla.

──Las cosas van a cambiar para ti a partir de ahora ──le dijo seriamente──. No voy a seguir tolerando esta clase de comportamientos. A partir de ahora, recibirás tus clases ensayando únicamente las composiciones que le haré llegar al profesor Yoshioka. Y continuarás con tus ensayos a puerta cerrada. No quiero que sigas exhibiéndote de esa manera en el auditorio.

──Pero tía…

──¿Pero? Creo María José, que, en todos estos años, nunca te habías atrevido a cuestionar el sistema de enseñanza que hemos manejado.

──Tal vez sea porque nunca me has dado la oportunidad de hacerlo ──replicó casi de forma instantánea.

──Y esta vez, no será la excepción. ¡Harás lo que te he ordenado! ¿He sido clara? ──le dijo con una voz fuerte que provocó que se pusiera inmediatamente en firmes, como una especie de soldado recibiendo órdenes de algún superior.

──Cómo el cristal, tía ──respondió, con un poco de amargura. Carlota se le acercó, viéndola desafiantemente, mientras esta no podía evitar que las piernas le continuaran temblando como un par de gelatinas.

──Y creo que está de más decirlo, pero pasarás una semana en el cuarto de castigo.

Aquello la regresó a su acostumbrada actitud de siempre. En ese momento su cuerpo reaccionó por fin, sacándola de su trance. Quiso dar un paso, pero sus piernas no le respondieron de forma correcta por lo que estuvo a punto de tropezar. Carlota se acercaba a la puerta dispuesta a alejarse, mientras su sobrina trataba de detenerla y evitar que la enviara de nueva cuenta a aquella a habitación, pero ya era tarde. Carlota se había marchado dejándola sola.

──Tía, espera… Me lleva la…

Una semana más en el cuarto de castigo sonaba terrible, pero por alguna extraña razón, no tenía tanto miedo. Sería algo incómodo, de hecho, siempre lo había sido, pero esta vez se sentía capaz de poder lidiar con eso. Las cosas se habían vuelto algo turbulentas desde que salió del auditorio casi siendo arrastrada por su tía. Rosalinda trató de intervenir, pero Daniel se lo impidió diciéndole que era algo que Marijo debía hacer por su cuenta. Y si bien, Rosalinda no tenía deseos de dejarla sola a su suerte, y mucho menos frente a aquella despiadada mujer, lo cierto era que tambien deseaba que pudiera ser capaz de lidiar sus propias batallas sin ayuda. Por esto mismo, decidió mantenerse al margen. Sin embargo, el resto del alumnado no pensaba de la misma manera. Aquella interpretación, los había conmovido a casi todos, y la forma como Carlota había interrumpido aquello, no les pareció correcta. En cuanto ambas salieron por las puertas del lugar, este se llenó de inmediato de murmullos en varios idiomas diferentes, por parte del alumnado, quienes lucían un tanto contrariados con lo ocurrido. El profesor Yoshioka se puso de pie y giró hacia los presentes, con ese porte sereno que tanto lo caracterizaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.