Predicción de amor

Capítulo 5: Peor que una pesadilla

Sábado, 5 de noviembre. 

Doy toques fuertes al teclado del computador, y trato de solo oír a Rihanna a través de mis audífonos; aun así, los ruidos de la visita son más fuertes y logran derribar las paredes de la música.  

Mi casa en está repleta de gente, adultos y niños por aquí y por allá, gritan, ríen y los crios solo hacen berrinches estando muy cerca de mi habitación. No he topado con ninguno de ellos, me he limitado a estar aquí: encerrado en mi mundo. 

Charlie no está. Para suerte tuvo que hacer guardia en la universidad, y ha estado todo el día allí. El no perdió tiempo en mandarme un mensaje de texto preguntándome si había compartido con nuestra linda familia.  

Aliyah: Te encanta burlarte de mis desgracias.

Dejo el teléfono a un lado y sigo con mi tarea. Unos chillidos de bebé pasan por delante de mi habitación y gruño. Mi celular suena y lo veo de reojo, creo que es Charlie, pero el identificador dice que es Chloe. Con una mano en el teclado, llevo la otra hacia el teléfono y lo tomo para ver qué dice su mensaje. 

Chloe: Adivina quién va directo a tu casita. 

Chloe: Llego en cinco. 

Sonrío al leer eso y le digo que la esperaré en el jardín delantero de mi casa. Quito los audífonos de mis oídos y los dejo sobre el escritorio, me aseguro de guardar muy bien el documento en la computadora y luego la cierro. Los sonidos tormentosos son más audibles y gimo con mucho fastidio.  

Camino hasta la puerta y salgo de mi habitación. Aceleromis pasos lo más rápido para llegar hasta fuera sin toparme con nadie. 

Mi esfuerzo es en vano porque me cruzo con unos primos, que me comienzan preguntar uno que otra cosa que la verdad no tiene relevancia. Quedo varada en un último peldaño de la escalera, y ruego internamente que se vayan a otro lado.  

Para mí suerte, la abuela Chlodette aparece y respiro con mucho dramatismo cuando ella les dice que sus papás los buscan. Mi abuela me da una sonrisa cálida cuando estos se van y yo le agradezco por eso. 

—Es un poco hiriente que ni siquiera hayas bajado a saludarme a mí y tu abuelo.  

Aprieto la baranda de la escalera y hago mueca apenada por eso. No voy a decir que siempre fui apegada a mis abuelos, pero los amo y me gusta verlos con frecuencia. Más a la abuela Chlodette y al abuelo George; eso no quiere decir que no ame a mis otros abuelos, Lucy y Robert —los papás de mi mamá— Pero con ellos no he llegado a convivir tanto. Y tampoco son muy afectivos. 

Creo que es de familia.  

—Lo siento, abuela. Es que no me gusta estar... 

—Con nosotros. —completa asintiendo con la cabeza. 

—No, no —niego inmediatamente—. Hablo de que no me gusta estar con los familiares esporádicos, chismosos y criticones. 

Ella ríe y formo una pequeña sonrisa ladina en mis labios. 

—Siempre sabes que decir y como describir las cosas. Aun así, tampoco vas a los viernes de juegos familiares desde hace un par de años... 

Bajo mi mirada con pesar y un nudo en mi garganta se crea. Es algo feo escuchar como mi abuela siente que los he alejado de mí... Que en cierta forma cree mi burbuja dónde ellos no tienen espacio. Cree mi mundo solitario. 

—Eso es porque desde hace dos años empecé la universidad y no me queda suficiente espacio para esas reuniones. —miento sin verla a los ojos. 

—Tú hermano también tiene tiempo escaso y hace todo lo posible por estar... 

—Abuela —la corto y termino de bajar el escalón que me falta. Quedamos frente a frente y llevo mis manos a sus hombros, le sonrío un poco más que antes—. Charlie y yo somos distintos. No me insistas, por favor. 

Se da por vencida y presiono mis labios. Retiro mis manos de sus hombros y le digo que alguien me espera a afuera; mi abuela hace un gesto pícaro y de una vez le aclaro que se trata de Chloe a lo que ella ríe. 

La rodeo y cruzo la entrada para llegar al jardín. Una vez ahí, veo a Chloe llegar con una radiante sonrisa en su rostro y pavoneando su coleta rubia.  

—Hola amiga, ¿Me extrañabas? —dice con su característico humor. 

—Hace tanto que no te veo. —ironizo. Me abraza y la recibo con gusto. 

Abro la puerta —que había dejado abierta, pero al parecer alguien la cerró— y en el instante que vamos a entrar a mi casa Chloe, voltea hacia un lado y fija su vista específicamente en la casa de los Davis. En ese momento, James sale de ahí y Chloe palidece.  

—¿Que rayos...? 

Su impresión es cruda, y yo me pongo muy nerviosa. 

—Dime que estoy alucinando. —vuelve a hablar, pero esta vez viéndome. 

Abro mi boca para contestar, pero me doy cuenta de que James ha captado nuestra presencia. Veo sus intenciones de venir hacia nosotras, entonces no lo pienso dos veces y toma la mano de Chloe, y la halo para ir al interior de mi casa. 

—No, no estás alucinando. 

Cierro la puerta con rapidez y nos hago correr  hacía las escaleras irnos a mi habitación. Chloe está muy desconcertada y hasta llega a tropezar en el camino. 

—¿Me puedes explicarte de que rayos me perdí? 

Cierro con seguro la puerta de mi habitación. Se sienta en la silla frente a mi escritorio y yo en el orillo de la cama. 

—¡Habla! —exige. 

—Regresó para quedarse —hablo—. Me lo encontré hace un par de días y me lo dijo… 

—Pero... —Chloe titubea mientras se acerca a mí y se sienta a mi lado—... ¿Qué te dijo? ¿Cómo te trató? ¿Por qué volvió? 

—Me trato… —pienso en mis palabras—. Como si siguiéramos siendo amigos de toda la vida, y como si nada hubiera pasado. Y para ser exacta me dijo que “Quería recuperar el tiempo perdido”. 

Ríe con amargura y niega con su cabeza. Chloe no es una persona rencorosa ni mucho menos impulsiva, pero, aun así, está situación le molesta mucho; no tanto como a mí, pero si le enfurece. 

—Ya el tiempo paso. ¡Él te usó, nos usó y nos traicionó! ¡Él nos cambió! ¿Y ahora viene a decir eso? 

Se pone de pie y coloca sus manos en la cintura. Yo veo hacia un punto inespecífico de la habitación y ahí me quedo divagando entre mis pensamientos... Y recuerdos. 

—¿El no tenía una orden de alejamiento? 

Mi pulso se detiene al oír eso.  

—¿Tú cómo…? 

—El papá de Ryan nos dijo que uno de los chicos que lo chantajeaba, le puso una orden de alejamiento —dice con una mano en su barbilla—; y por eso el se fue de Denver.  

Cierto, el papá de Ryan estuvo en la investigación de James y sus amigos. 

—Quizás… la orden se venció. —divago. 

—No debió haber regresado, después de todo lo que hizo.  

Si, todo lo que hizo. 

Imágenes horribles vienen a mi mente. 

—Mejor dejemos de hablar de eso, ¿Sí? —pido levantándome y caminado con dirección hacía mis libros en los estantes que están al lado de mi armario. 

Paso mis dedos por un libro de los principios de la Psicología, y escucho los pasos de Chloe aproximarse con sigilo. 

—¿Y.…? —me giro en su dirección y la veo con una ceja elevada denotando picardía. 

—¿Y qué? —digo pérdida. 

—¿Y Thomas? ¿Qué tal la búsqueda? 

Suspiro y frunzo mis labios para luego dejar salir el inferior, formando un puchero. 

—Todo va mal. No quiero seguir en esta espera. Me canso. 

Gruño y me cruzo de brazos. Chloe suelta una pequeña risita y su celular suena. 

—Disculpa —se aleja de mí para poder atender la llamada—. Hola, amor... 

Ya me imagino quien es.  

Ruedo mis ojos y camino hacia la cama, me siento en ella y subo mis piernas para cruzarlas encima del colchón. Observo a mi mejor amiga y detallo la delicada y reluciente sonrisa que le provoca hablar con su novio. Es cierto que Noah no me cae bien, nunca lo ha hecho y no creo que exista la posibilidad que eso cambie. Lo trato por ser novio de Chloe.  

No soy como Sabrina y Ryan, ellos tratan con mucha comodidad y familiaridad a Noah. A veces, me siento mala amiga por no ser como ellos, aun así, no trato de ocultar mis opiniones con respecto a él. 

—Era Noah. 

Parpadeo para salir de nuevo de mis pensamientos. Lamentablemente me pierdo fácilmente en mi cabeza, y me desconecto del mundo. Chloe de desplaza hasta donde me encuentro y yo dejo mis manos en mis rodillas. 

—¿Disculpa?  

—Que era Noah quien me llamó. 

—Ah —asiento—, eso era obvio.  

—Quiere que pasemos la tarde juntos —me dice mientras se mueve de un lado a otro—, pero le dije que estaba contigo... 

Entiendo lo que insinúa y entonces, decido levantarme para quedar al frente de ella. El tomo de los hombros y la hago verme con fijeza. 

—Amiga, anda. Tienen días que no se ven. No te preocupes por mi. —dibujo una sonrisa en mis labios y ella hace lo mismo. 

—¿Segura? Siento que sería mala amiga. —se muestra dubitativa. 

—Si, estoy súper segura —la tranquilizo—. ¡Ve! 

La empujo hasta afuera de mi habitación. 

—Está bien —se voltea mientras ríe—. Te amo mucho, eres la mejor amiga del mundo. —me abraza y me da un beso. 

Está mujer es tan dramática y melosa. Siempre ha sido así y no me ha tocado más que adaptarme. 

—Yo también a ti, que te vaya genial. 

Con una inmensa sonrisa en su rostro y dando pequeños saltos, termina yéndose. No hace falte que la acompañe, ella sabe muy bien el camino y yo me quedo en mi habitación. 

Nuevamente me quedo sola, pensando en cualquier cosa. Cierro la puerta con seguro y camino hasta el escritorio, busco los audífonos para volver a sucumbirme en mi mundo. Veo que tengo un mensaje en mi celular y lo leo. 

Charlie: Si, es muy divertido imaginarme como tú vena brota, pecas. 

Charlie: Te daré un consejo, dicen que mientras más odias algo, más en tu vida estará. 

Ruedo mis ojos y le a mi hermano mayor. 

Aliyah: Te odio tanto. 

Charlie: Y más en tu vida estoy ;). 

Aliyah: Púdrete

Decido dejar mi celular a un lado y ponerme en lo mío. Minutos después mi celular de nuevo vibra y me rehúso a quitar mi atención del computador. Llega otro mensaje más y cierro mis ojos para luego abrirlos a la vez que suelto un bufido. Reviso el aparato y noto que tengo dos mensajes de mi mejor amigo. 

Ryan: Mañana estaré en casa de mi abuela. 

Ryan: Así que nos vemos en el parque de a las diez. 

Aliyah: Si no me queda de otra… 

Pienso en el hecho, de que debo contarles a Ryan y Sabrina sobre el regreso de James, pero no sé cómo. Esto no es fácil para mí, para hablarlo.  

—Ya Aliyah, tienes que concentrarte en cosas más importante. 

Apago mi celular, y subo la música a todo lo que da. 

*** 

Cuando ya no hay moros en la costa, me escabullo hasta la cocina para tomar un par de aperitivos. Saco una bandeja de la nevera, y cuando me volteo hacia la barra, salto del susto. 

—Aja, atrapada.  

Dice mi tío John entrando a la cocina, y suspiro aliviada. Se ríe de mi.  

—Creí que no estabas en casa.  

—Eh… —escojo un aperitivo con la vista y luego lo llevo a mi boca—. Si estaba, solo que tenía mucha tarea. Y bueno, eso… 

—Ah, claro —toma unos vasos y luego hielo—. Tarea. —dice con un tono de burla.  

—¿Y Annet?  

Pregunto al no verla con él. 

—Esta acompañando a tu madre a darle un obsequio de bienvenida a los vecinos del frente. 

Me atraganto cuando estoy nuevamente masticando, y debo golpearme el pecho. Miro de nuevo a mi tío, y él sigue hablando. 

—¿Los Davis, no? —el corazón se me paraliza y luego vuelve a latir muy rápido—. Oye, por cierto. ¿Annet te dijo que mi sobri…? 

—Lo siento, John… 

Salgo corriendo de la cocina hasta llegar al porche, en efecto, puedo ver a mi mamá y mi tía de espaldas. Están en la puerta de los Davis, hablando con los padres de James.  

No sé muy bien que estoy pensando, pero lo que se me ocurre es cruzar la calle corriendo y cuando llegó al jardín, la puerta de la casa se está cerrando. Ambas vienen de regreso y yo me detengo.  

—¿Qué haces aquí? —pregunta directamente mi madre y yo solo puedo mirar a Annet.  

—Yo… ahm, las estaba buscando.  

—¿Para que? 

—Para… —no se que me ocurre nada—. ¿Verlas? 

—No sabes mentir —rueda sus ojos y vuelve a caminar—. Si, volvieron los Davis. ¿Eso querías averiguar? Ya está.  

La sigo con la mirada, hasta que cruza la calle y entonces regreso con Annet. Ella no posee el mejor de los ánimos, incluso cruza sus brazos y me pide una explicación solo con su mirada. 

—Suerte que le dije a Meredith que la acompañaba. 

Es lo único que dice, y luego también sigue caminando. Me giro y entonces la persigo, a pasos muy largos.  

—¿Iban a decir algo?  

—Hicieron varias insinuaciones, que por suerte pude desviar —llegamos al porche de mi casa y se vuelve paga encararme—. ¿Por qué no me habías dicho nada?  

—Es que, bueno… —de nuevo me quedo muda y froto mi sien—. No lo sé, Annet. ¿De acuerdo? —gimo frustrada—. Es que aún no salgo del impacto. 

—Aliyah, la orden de alejamiento venció y no llamaste para contarme —se acerca y baja más la voz, pero siento la molestia en ella—. ¡A mí! La que te ha ayudado durante estos años, la que ha guardado tu secreto. Tenías que decirme. 

—Perdón, pero que es cuando ví a James y me habló, yo simplemente… 

—¿Te hablo? —sube sus cejas y retrocede—. ¿Me estás diciendo que se acercó a ti? 

Solo asiento con la cabeza. 

—Aliyah, lo que él te hizo fue muy grave y por lo tanto debes cuidarte. Eso significa ser precavida, debiste llamarme en cuanto el se acercó a ti. 

—Lo sé. —agacho mi cabeza. 

—Voy a… —coloca sus manos en su cintura y respira hondo—. A hablar con mi abogado, y le informaré lo que está pasando, a ver qué podríamos hacer con lo de la orden de alejamiento. 

—De acuerdo. 

—Pero una cosa si te digo, Aliyah —levanta su índice—. No vas a poder seguir ocultando esto durante mucho tiempo, mucho hicieron los padres de James con callarlo estos dos años, pero ahora fácilmente pueden hablar. 

—Y yo puedo decir la clase de hijo que tienen. Todo el mundo sabe lo que hizo. —resoplo.  

—Todo el mundo sabe sobre los rumores, él tiene pruebas tuyas. Pruebas manipuladas, pero las tiene. —me recuerda. 

No dice más, y entra a la casa. Me doy vuelta para ver la viviendo del frente, y busco la ventana de la habitación de James; la cortina se mueve y se que él estaba ahí.  

Que pesadilla. 

*** 

Domingo. 06 de noviembre, 2011. 

Termino de atarme las agujetas de mis zapatos, y voy al armario por un suéter. Tocan la puerta de mi habitación y grito que pasen.  

—Hola, pecas. 

—Hey. —saco varios suéters.  

Le sigo con la vista hasta terminar girando todo mi cuerpo. Él se pasea por mi habitación muy cómodamente y yo alzó una ceja. 

—Juro que si empiezas de nuevo a fastidiarme de aquí no sales vivo. —digo aún estando al lado del armario.  

—Oye, oye calma vengo en son de paz —alza las manos hacia arriba—. A veces me pregunto. ¿De quién heredaste ese lado tan agresivo? 

—¿Puedes decir de una vez, ¿qué quieres querido hermano mayor? —doy una sonrisa falsa. 

—¿Ves? Deberías ser así más a menudo.  

Lo atravieso con la mirada.  

—Quedé de verme con Ryan en el parque a las diez, no me retrasé y habla ya. —ordeno toscamente.  

—Valeeee. En el hospital, tendremos una actividad navideña para los niños del área oncológica. Habrán payasos, pinturitas paga las caras, habrá un mini musical, le obsequiaremos juguetes, hasta ira un santa. 

Hace muchos movimientos con sus manos, y divaga de más. Yo, me cruzo de brazos y vuelvo a elevar una ceja.  

—Al grano. —exijo y él pone los ojos en blanco. 

—Están solicitando voluntarios que sean de la comunidad —habla con una gran sonrisa en su cara—, ya que son muchos niños... 

Lo veo a través de mis pestañas y a medida que suelta cada palabra, comprendo lo que me quiere pedir e inmediatamente niego. 

—Lo siento, pero no. Los niños y yo, somos enemigos.  

—Aliyah, vamos. Necesito tu ayuda, debo conseguir voluntarios. 

—Charlie. —él me hala del brazo continuamente. 

Me insiste una y otra vez, sigo negando, pero él parece no querer darse por vencido. 

—Esos niños están pasando por el proceso de la quimioterapia, y tendrán que recibir la navidad encerrados es unos cuartos blancos e insípidos —me hace tomarlo de las manos—. ¿No crees que lo mejor que podríamos hacer es llevarlos un poco de alegría y atención en estas fechas? 

Lo admito, sus palabras me conmueven. Porque es verdad todo lo que dice, y eso solo hace que me vea insensible, si me niego.  

—Vale, está bien—me resigno y Charlie me suelta—. ¿Cuándo es? 

—Aún falta, a mitad de diciembre, pero, a medida que se vayan acercando los días necesitaremos ayuda para ir organizando todo —asiento con la cabeza—. Bueno, muchas gracias, pecas —me estira las mejillas y me quejo. Me da un beso y un abrazo—. Te amo mucho hermana, eres la mejor. 

—Charlie, ya. Me asfixias —odio cuando las personas se ponen cariñosas—. Aléjate Charlie. 

—Que odiosa eres. 

Me suelta y me rodea para salir de la habitación, pero de repente se devuelve  

—Que bueno que aceptaste, porque ya le había dicho a tus amigos para que también fueran voluntarios. 

—¿Ah? 

*** 

—Ryan. Detente… por favor. 

Suplico entre jadeos. Mi respiración se entre corta, y coloco las manos en mis rodillas para poder recuperar el aire. 

—Ya… ya no puedo más. 

Según mi cuenta mental, llevamos alrededor de media hora corriendo y mi cuerpo ya no da, no para un minuto más. Ni un segundo.  

No sé qué demonios me pasó por la cabeza al aceptar la propuesta de “Hacer una caminata ligera”. Siempre es lo mismo con él y con Chloe, al final terminan haciendo una maratón y yo quedo medio muerta, y en ocasiones Sabrina también.  

Cuando vivíamos todos aquí; era verídico que los fines de semana vendríamos al parque junto con nuestras familias a organizar picnics, a veces solo éramos mis amigos y yo y otras, Charlie nos acompañaba. Pero ahora, solo son salidas esporádicas. 

—¡Oh, vamos! No seas exagerada—trota en un mismo lugar—. Sólo llevamos diez minutos corriendo. 

Alarmo y enseguida me enderezo. 

—¿Diez minutos? ¡Siento que ha sido una eternidad! —me tumbo en el césped—. Descansemos, chico atleta.  

Llevo mis manos detrás de mi espalda, dejando caer todo el peso de mi cuerpo en ellas y mis brazos quedan totalmente rectos. Ryan deja de trotar y me ve con decepción ante mi rendición. 

—Deja de ser tan sedentaria y ponte a hacer ejercicio. Terminarás obesa, con siete gatos y soltera… 

Le lanzo una mirada mordaz que lo frena.  

—Siéntate—le ordeno. 

—Vale, pero no me mates —me empuja levemente la pierna con su pie antes de sentarse a mi lado—. Solo era una broma, lo sabes. 

Abrazo mis piernas atrayéndolas hasta mi pecho. 

—Entre tu y Charlie, me matan de la risa con sus chistes. —digo en sarcasmos.  

—No te amargues.  

Dejo mi barbilla en mis codos, y siento como Ryan lleva su mano detrás de mí. 

—¿En verdad piensas que terminaré sola, obesa y con siete gatos? —digo ahora con menos ánimos.  

—Ali…—empieza a acariciar mi espalda—. Claro que no, ya te dije que era broma. Jamás te diría algo con la intención de lastimarte. Lo que sucede es que desde hace un tiempo estás muy firme con el tema de querer tener pareja, y después con lo del sueño, y ahora lo del vidente…—lo miro de reojo—. Es un tanto loca toda la situación y por eso hago bromas. 


Muerdo mi labio inferior y él retira su mano de mi espalda. Quedamos en silencio un largo rato, pero no es un silencio incómodo, solo estamos cada uno sumido en sus pensamientos. 

Me levanto y le extendió la mano a Ryan, él la acepta y se levanta así que empezamos a caminar mientras hablamos de cosas triviales.  

—Charlie ya me dijo que hablo con ustedes, para que sean voluntarios. 

—Ah, si. Nos dijo en la mañana. ¿Te convenció? —ríe. 

—Si. —digo de mala gana. 

—Será divertido.  

—¿Divertido? Ryan, tendré que animar a esos niños, cuando ni yo tengo ánimos de existir, honestamente. Además... 

Ryan se detiene bruscamente y mi cuerpo golpea con su costado. 

—¡Ryan! —me quejo.  

—¿Qué carajos? —musita. 

—¿Qué pasa? 

Él tiene su vista fija al frente y entonces, decido seguir el camino por dónde se dirige su mirada. Visualizo a lo lejos a un chico de cabello castaño oscuro y de tez blanca, trotando en nuestra dirección. Tiene su vista clavada en el suelo, pero aún así, puedo reconocerlo perfectamente, y concluyo el porqué del cambio de actitud de Ryan que él también. 

—¿Ese es…?  

—James. Si, es él. 

Ryan voltea hacia mí con las cejas muy alzadas.  

—¿Qué hace aquí? —sacude su cabeza. Se le ve confundido, y enojado—. ¿Por qué tú no estás igual de sorprendida que yo? 

Abro y cierro mi boca, pero de esta no sale ninguna palabra. Junto mis manos, y presiono mis labios viendo a Ryan directo a sus ojos marrón oscuro.  

—¿Ya sabías que estaba aquí?  

—Pues… 

No termino porque una sombra un poco más alta que yo y más baja que Ryan, se posa al frente de nosotros, y giramos la atención hacia esa persona. 

—Ryan, Aliyah.  

Inmediatamente mi mirada cruza con la de James y una parte se estremece al detallar sus ojos color azabache; esos que por un tiempo pusieron mi mundo de cabeza. Ryan aclara su garganta y lo veo; creo que fui muy evidente. 

—¿Hola? —interviene James y de nuevo lo volvemos el centro de atención. 

—James. —Ryan presiona sus labios y tensa su mandíbula. 

—Ryan, amigo. Qué bueno es verte de nuevo. 

¿Amigo? Su cinismo escala más rápido de lo que esperaba.  

—Fui a buscarte en casa de tu abuela, pero me dijo que ya no vives ahí. 

—Así es.  

La tensión se siente y yo solo busco con mi mirada alguna señal de escapatoria. Ryan se aclara la garganta con fuerza, a la vez que se cruza de brazos y muestra la actitud más a la defensiva que pueda existir. James me ve a mí y yo evado su mirada. 

—¿Qué haces aquí? 


Su tono es hosco, tal y como él se lo merece. James se balancea y trata de aparentar que no sabe de qué habla Ryan. 

—Vine a hacer ejercicio —dice despreocupado y lucho con las ganas de rodar mis ojos—. Ya sabes, como siempre hacíamos cada fin de semana cuando estábamos en la secundaria… 

—No te preguntaba qué haces aquí en el parque, te pregunto, ¿Qué haces aquí en Denver? 


—Ah eso —James se rasca la nuca—. Digamos que deje asuntos pendientes, por aquí… —me mira expresamente a mi, y trago saliva—. Ah, y obtuve un puesto para estudiar medicina.  

—¿Qué? —no puedo evitar decir. 

—Si, lo sé. Pasar de jugar fútbol, a estudiar medicina es un gran salto —se hace el simpático—, pero al final lo llevo en la sangre. Todos es mi familia son doctores, ¿recuerdan? 

Ryan y yo compartimos miradas, y luego  vemos a James. Hay tantos comentarios llenos de rencor que quisiera soltar ahora mismo. 

—Te echaron de la universidad de California. ¿Verdad? —dice Ryan, y este no se niega a sonreír con suficiencia. Mientras tanto, James enfurece.  

Va a responder, pero decido que no me aguanto ni una palabra más. 

—Dejaste todo por ese equipo —comienzo a decir— y un estatus prominente, por una universidad muy prestigiosa y un futuro prometedor, y nada más ve cómo te paga la vida. —ironizo. 


—Bueno, la vida muchas vueltas.  

Sonríe de forma forzosa, así que lo imito.  

—Al menos yo si fui admitido en la universidad que tanto quería. 

Termina por decir, y eso me atraviesa el pecho. 

—Mientras que ustedes… 

Mis mejillas se calientan de la rabia, pero quien se va contra con James es Ryan. Lo toma por el cuello de su franela. 

—¿Crees que vas a venir y que te dejaré que te burles de mi en mi puta cara? 

—Ryan, suéltalo. —le pido intentando tomarlo de los hombros, pero el toma cada vez con más fuerza a James.  

—Sigues aquí por no arriesgar y ser una conformista. —James forcejea. 

—Me robaste el maldito puesto. 

Jodete

—¡Que basta, ya! —ordeno y le doy un tirón de los brazos a Ryan, hasta que de nuevo está a mi lado. 

James retrocede unos cuantos pasos, y las personas que pasan, nos miran.  

—Vámonos, no lo vale.  

Nos hago caminar hacia otro lado, y unos pasos más adelante, miro hacia atrás. James me pilla, y me lanza un beso. 

Entorno mis ojos, y siento como el estómago se me revuelve. 
 




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