Prefiero el amor al dinero

Prefiero el amor al dinero


PREFIERO EL AMOR AL DINERO
(Cuento humorístico)
por Julio Quiñones

Lo confieso, una vez pensé en quitarme la vida. Fue algo repentino, ni siquiera lo tenía en mi agenda. Surgió cuando me asoló la desesperación de ver troncharse para siempre la promesa de estar al lado de la mujer que amaba. Sentí que no podría vivir sin ella. Ya sé que esto puede sonar cursi, pero síganme el juego y yo les prometo una historia que habrán de guardar en sus corazones o, si acaso, en un riñón o no guardarla, que tampoco es que vaya a obligar a nadie. Ella me dijo que ya no quería saber más de mí, y digo yo: si tuviera uno esa suerte con la gente de rentas internas en vez de con el ser que le inspira una devoción de amor como la que yo sentía. Es por eso que el día en que cortó conmigo no pude menos que sentirme como un perro abandonado, volteando hacia todos lados con ansiedad y temor, aunque nunca moviendo la cola por una galletita. Un hombre por muy quebrantado que se halle debe guardar su dignidad.

No la estoy culpando, al contrario, ella es la más inocente en todo este drama de amor fracasado que estoy por relatar, ella siempre estuvo dispuesta a quererme. Es cierto que una vez amenazó con asesinarme, pero ¿qué pareja no tiene sus pequeñas diferencias? Antes, el culpable tendría que ser su padre, que al no consentir nuestra relación la envenenó con mentiras para separarnos, pero ni siquiera él. El responsable verdadero de mi desdicha fui yo mismo. Me miro al espejo y veo a un tonto que no supo cuidar lo mejor que tenía. Y si es en el espejo del baño lo veo dos veces porque está quebrado.

El dolor y la culpa se apoderaron de mí. Yo no paraba de repetirme: «¿Cómo pude..., cómo pude..., cómo pude?...» Unos vecinos, hartos de esa situación, me gritaron: «¡Ya cállate y déjanos dormir! ¡Si quieres, suicídate!» En medio de mi tribulación ésa me pareció la gran idea, es sólo que mi situación económica no me permitía afrontar un suicidio. Un revólver para darse un tiro sale muy caro, y para un solo uso no vale la pena la inversión. El envenenamiento por sobredosis de medicamentos recetados tiene la ventaja de que puede parecer un accidente, evitándole a los parientes la ignominia de sufrir un suicidio en la familia, pero consulté con mi seguro médico al respecto y me informaron que mi póliza no lo cubría. Arrojarme bajo las llantas de un auto en marcha me salía gratis, sólo que en esos días yo estaba tan alterado que me habría faltado la coordinación para hacerlo bien y capaz era de salir mal golpeado pero vivo. Lo único que entraba dentro de mi presupuesto era comprar un pedazo de cuerda y colocar un nudo en mi cuello, pero es conocido que el ahorcamiento produce reacciones impúdicas en el cuerpo, y no era cosa de hacer un papelón post mortem.

Al final, el tiempo, que lo cura todo, me alejó de esas abyectas cavilaciones. Cinco minutos después para ser exactos. Y, la verdad, a quién pretendo engañar, yo nunca podría cometer suicidio por las mismas razones que no me hago un tatuaje: porque si después me arrepiento ya no hay marcha atrás.

¿Qué fue lo que hice para provocar que ella me dejara? La gran majadería: llevado por un coraje cometí el error de dirigirle unas palabras cínicas a su padre para castigarlo por su soberbia. En ese momento lo que dije me pareció una genialidad, pero resultó ser una estupidez ( los presentadores de televisión conocen lo que se siente). Esas palabras se volvieron contra mí cuando llegaron a los oídos de mi amada, porque ella no supo entender mi intención y las tomó como prueba de que yo no la quería. Las palabras exactas a las que me refiero las detallaré más adelante. Necesito contar la historia desde el principio para terminar de creer que una tontería mía sin aparente importancia pudo costarme la felicidad. Alisten espejuelos, marcadores o móviles, que les cuento.

Silvia, así se llama la divina, es la hija de un opulento magnate industrial, el señor Silvio Goldmine (estoy usando un seudónimo), presidente de una firma corporativa transnacional. Un hombre tan rico y poderoso que una decisión suya podría causar síntomas de agitación bursátil de naturaleza carnavalesca. Sus empresas corren desde fábricas textiles en países orientales hasta laboratorios farmacéuticos en Estados Unidos. Es decir, que no sólo les vende las hormonas en cápsulas a las mujeres para hacerse crecer pechos y nalgas, sino también la ropa para el ajuar nuevo. Un verdadero genio de los negocios.

Silvia tiene dos hermanos. Uno es muy joven, el otro es demasiado estúpido. Esto la convierte en la sucesora directa de su padre a la cabeza de las empresas y en su principal heredera. Para eso se ha estado preparando. Recién se graduó en finanzas por una universidad de prestigio con grados de excelencia académica. En el diploma se lee: «Gradus in Rebus Oeconomicis», lo cuál se traduce al español como «tiene la leche para administrar con éxito toda la manteca que le dejará su padre». O sea, que esta joven mujer tiene por delante una vida en el regalo de la abundancia y el poder económico. Su estrella es un signo de dólar.

Y esto, para desgracia mía, porque todo este panorama financiero que acabo de describir es sólo el escenario infeliz de mi historia de amor frustrado o, mejor descrito, abortado. Silvia y yo nos conocimos, nos enamoramos, y el maldito dinero que todo lo corrompe nos separó. Mas no fue por causa nuestra, no teníamos ningún tipo de conflicto por el hecho de que ella perteneciera a una alta clase social y yo tuviera que trabajar duro como un caballo de tiro para ganarme el sustento (cuando lo pienso quiero relinchar). Lo nuestro era muy simple: nos amábamos y ya. Otra cosa era su familia, ellos sí tenían reservas serias con respecto a la diferencia de clases. Al igual que los ricos de las viejas telenovelas, no congeniaban con la idea de la unión entre acomodados y desposeídos. Para decirlo con toda franqueza, le tenían asco a los pobres. Si por ellos fuera los pondrían en campos de concentración y exterminio. Fuera de eso, eran excelentes personas.



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En el texto hay: humor absurdo comedia

Editado: 31.03.2023

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