Preguntando se llega a Roma (#9 Serie Refranes)

CAPÍTULO 5

Rávena se presentó a él con un sol radiante. Su buen humor brotaba por cada poro de su ser. Había analizado la pista que su “pequeña alegría” le había dejado y esta vez el lugar correspondía al Baptisterio Neoniano, la construcción más antigua de Rávena y nombrada Patrimonio de la humanidad. Era parte de la Catedral de la ciudad.

Felipe había llegado allí a primera hora. Había entendido perfectamente la pista. 10 a.m. – Sol”. Si quería encontrarla, debía de estar dentro del Baptisterio a las 10 y ver dónde iluminaba el sol a esa hora exacta. El sitio era majestuoso en cuanto a hermosura. El Baptisterio seguía el modelo clásico de planta octogonal con la pila bautismal en el centro rodeado de un deambulatorio también octogonal. El lugar estaba coronado por una cúpula cuyo diseño destacaba el espléndido mosaico bizantino del Bautismo de Cristo.

Miró el reloj y ya marcaba las 10 en punto. El sol proyectaba sus rayos justo en la pila bautismal sobre una de las tres placas metálicas que había en el borde de ella. Felipe se acercó y con un rápido movimiento levantó una de las esquinas que parecía estar suelta. Allí estaba, tal como lo suponía. Guardó el papel una vez más en su mochila y luego de dar un recorrido por aquella edificación salió con su tesoro.

No podía ocultar la algarabía que sentía por cada logro conseguido. Sentía que estaba cada vez más cerca de su objetivo y eso le hacía palpitar con fuerza el corazón.

Una vez fuera de aquel recinto revisó la pista y esta decía:

44°24'58.4"N 12°12'03.3"E  -  Barba  –  N°12

Buscó de inmediato en los mapas y no podía creer que la pista siguiente también estuviera en Ravena y al parecer a tan solo unas pocas cuadras de donde se encontraba. Preguntó a la gente que pasaba a su alrededor cómo podía llegar hasta la Tomba di Dante y caminó sin descanso hasta llegar a ella.

La pista decía “Barba”. Estaba desconcertado. En principio porque no estaba permitido entrar a la Tumba de Dante Alighieri, el famoso poeta autor de “La Divina Comedia”, aunque las puertas de esta estaban abiertas para mirar desde afuera. Además de eso, por más que mirara el pequeño sepulcro, no veía nada que pudiera relacionarse con una barba, eso hasta que en vez de seguir mirando el interior, se le ocurrió mirar el exterior.

Allí estaba, sobre su cabeza, específicamente sobre el dintel de la puerta. Una especie de escudo tallado en mármol en cuya base había un rostro con una larga barba. Justo en el medio de ella, había una diminuta abertura. Sabía que allí estaría la pista. El problema era que estaba demasiado alto incluso para él. Por más que intentó saltar, no logró llegar hasta allí. Miró a su alrededor y no había nada que pudiera usar a modo de banco o escalera. Solo había unos jóvenes conversando animadamente Dios sabe de qué. En su precario italiano, les pidió ayuda. Al principio se miraron entre ellos y no estaban muy seguros de acceder, pero cuando Felipe le ofreció 10 euros a cada uno, les faltaban pies para correr a ayudarle.

Entre los dos levantaron a Felipe y este al fin alcanzó lo que tanto anhelaba. La pista.

Luego de darles el dinero prometido, buscó un lugar tranquilo para leerla. Desenrolló el papel con aspecto de papiro y leyó la siguiente coordenada.

41°53'25.5"N 12°29'31.9"E  -  Animal – N°3

Como ya era costumbre, revisó los mapas y esta vez el camino lo llevaba a Roma.

Roma …... Siempre quiso conocer esa grandiosa y antigua ciudad, cuna de una gran civilización y una poderosa potencia mundial en su época.

Estaba deseoso de partir, sin embargo, no podía hacerlo sin antes conocer un poco más de Ravena. Su padre así lo habría querido. Aún disponía de todo un día de turismo y eso haría ……en compañía de su padre. Sabía que lo tildarían de loco, pero correría el riesgo.

No “fueron” a ningún otro Monumento o Basílica o Mausoleo, simplemente “caminaron” por las calles, sin rumbo. Felipe “conversaba” con su padre como si él estuviera allí, con él. Su charla era animada y “se reían” de cualquier estupidez. Felipe le contaba cosas íntimas mientras observaban el entorno. Las calles, la arquitectura, las casas, la gente. “Hablaron” de todo y de nada. Y es que siempre fue así con su padre. Una relación mucho más estrecha y personal que con su madre, pese a que a ella también la amaba. Pero ya era hora de dejarlo ir.

El estar allí, en Ravena, le proporcionaba el cierre que necesitaba para dejar atrás todas sus penas y seguir adelante para escribir un nuevo capítulo en su vida. Uno junto a la mujer que amaba y de la que aún no sabía su nombre.



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En el texto hay: busqueda, amor, desafío

Editado: 29.01.2021

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