El acceso al lugar era gratuito y lo agradeció. Después de tantos viajes, comidas, alojamientos y entradas a los lugares históricos y monumentos, sus arcas financieras habían mermado bastante.
Había mucha gente, y era de esperarse ya que ese antiguo templo, dedicado a todos los dioses, ahora era una iglesia funcional. Pero el lugar no solo había ejercido como templo sino que también como tumba de muchos reyes y otras figuras importantes, información que Felipe desconocía hasta ese momento.
Cuando entró quedó extasiado por la maravillosa arquitectura del lugar. Era uno de los edificios más bellos y mejor conservados de toda Roma, una increíble obra de ingeniería tomando en cuenta el año en que se construyó. Haciéndose el tonto, siguió disimuladamente a un grupo de americanos que estaban escuchando el relato de su guía turístico acerca del lugar. Quería saber más acerca de él.
Se enteró del significado simbólico del lugar, comenzando por la gran abertura en el centro de la cúpula que dejaba entrar la luz del sol embriagando el entorno en una atmósfera casi irreal.
Toda la construcción respondía a un cuidadoso y prolijo cálculo matemático relacionado con las proporciones cósmicas y creencias religiosas de la época, según el guía. De hecho, la forma circular y la cúpula representaban la bóveda celeste y sus niveles, representaban las cinco esferas celestes de los romanos. Una maravilla.
Decidió dejar entonces el tour “robado” y seguir buscando su última pista. “Pintor”, decía. Miró a su alrededor pero no lograba unir el lugar a la palabra. Recorrió de nuevo el sector y se encontró con una tumba que no imaginaba encontrar allí. La tumba del famoso pintor y arquitecto renacentista, Rafael.
La tumba estaba frente a sus ojos. Tenía que ser esa, el resto de las tumbas pertenecían a reyes. El único pintor era Rafael. Observó bien y no había nada que delatara un papel escondido. El mármol en donde descansaba sus restos parecía impenetrable. Buscó en cada rendija, incluso en la Madonna que se erguía sobre la tumba, pero nada. Entonces miró al costado de la virgen. Un busto. El busto de Rafael. ¿Y si estaba detrás del busto y no en la tumba?
Otra vez se suscitaba el problema de la altura. El busto estaba demasiado alto. Solo podría llegar allí subiéndose en algo o alguien, cosa que sería demasiado notorio, o bien trepándose por la columna que había en un costado, entre la Madonna y el busto. Era arriesgado pero no imposible. No sabía cómo lograrlo sin llamar la atención de los guardias que vigilaban el lugar. De pronto se ocasionó un disturbio. Al parecer los dioses que resguardaban el lugar le tendieron una mano cuando un grupo de estudiantes comenzó a discutir a viva voz llegando casi a los puños. Los guardias tuvieron que intervenir y aquellos pocos segundos que duró la contienda fueron los suficientes para que Felipe hiciera lo suyo ……y con éxito.
Salió rápidamente del Panteón agradeciendo la intervención “divina” y se fue camino al hostal. La emoción que vivió y la sobredosis de adrenalina fueron suficiente para toda una vida y necesitaba reponerse.
Abrió la puerta de su habitación y se sentó en su modesta pero cómoda cama. En sus manos tenía la última pieza del rompecabezas que representaba su dulce mujercita y estaba a punto de armarlo.
Abrió el sobre, más pesado que los anteriores y dentro estaba solo su celular y una nota que decía:
“Nos vemos aquí 41°56'08.5"N 12°28'00.9"E mañana a las 17 horas”.
Y nada más. ¿Y el nombre de su gatita traviesa? ¿Dónde estaba? Esperaba encontrarlo escrito dentro de la última pista pero no fue así. ¿Había cometido algún error? ¿Había pasado por alto algo? De pronto recordó los números en cada pista. Hasta ese momento no sabían qué significaban, pero intuía que ellos le darían la respuesta que buscaba. Hizo una lista con todos los lugares de cada pista y frente a ellos el número correspondiente. Su “Belladonna” le había dicho que después de la última pista averiguaría su nombre. ¿Acaso estaba escondido en el nombre aquellos lugares?
Estuvo horas pensando hasta que al final se le iluminó la ampolleta. Quizás los números representaban una posición. La posición en el nombre del lugar al que lo dirigía la coordenada. Entonces el velo se descubrió.
Piazza de Ferrari n°9 = F
Torre degli Asinelli n°10 = I
Fontana del Porcellino n°2 = O
Baptistero Neoniano n°9 = R
Tomba di Dante n°12 = E
Coliseo Romano n°3 = L
Bocca della Verità n°8 = L
Panteón de Agripa n°2 = A