Prejuicios y amor

CAPITULO 1

¿Por qué había permitido que la obligaran a asistir esa noche a esa maldita fiesta? Caminó por la entrada del elegante hotel mirando las brillantes botas, cuya punta del estilo vaquero se asomaba por el borde de la falda de tul negra. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios rojo ,"quemado", cómo había bautizado a su labial nuevo. Bueno, la querían ahí, ella iba a estar ahí. Ni siquiera el hecho de que fuera una distinguida reunión iba a cambiar su forma de ser. Estaba segura que Sarah iba a sufrir un colapso; la única que le preocupaba era su madrina, pero estaba segura que le iba a divertir bastante.

Lily pasó ambas manos por la falda vaporosa de tul negro y la sostuvo levantándola un poco ayudándole con Unas zancadas mucho más apresuradas. Fue algo inesperado, nunca hubiera imaginado que el bordillo de encaje se atorara en la orilla de sus botas y tropezara directamente hacia el hombre que en un segundo apareció frente a ella.

Toda esa escena fue, como un cliché tonto y absurdo sacado de alguna película romántica del maldito Hollywood. Lily apenas tuvo tiempo de soltar su falda y buscar un sosten en la figura masculina. Sintió la fina tela de su chaqueta oprimida en el puño y su mejilla frotarse en los ropajes mientras unas manos buscaron sostenerla.

¡No!... Aguantó un respiro. "¡No puede estar pasando!" Levantó la cabeza y miró unos bonitos ojos azules con pequeñas motas grises y aguamarina con unos bordes de oscuras y largas pestañas que se abrieron por la sorpresa. !Que bonitos ojos! Pensó Lily por un segundo antes de cerrar los propios y dejarse llevar por la gravedad y con ella al hombre con el que había tropezado.

Un gemido salió del pecho del hombre cuando su cuerpo cayó sobre la alfombra con ella encima. Ambos se quedaron unos segundos sin aliento. Lily frunció los labios entre molesta y mortificada por la situación. ¡Era lo más estúpido que le hubo pasado en su vida! Y todo era culpa de.. ¡De ese maldito idiota! Una exclamación de furia salió de sus labios y se levantó torpemente de sobre él. 

- ¡¿Está ciego?! - reclamó acomodando la falda alrededor de sus piernas - ¡Cómo no se dió cuenta...

- ¡Mierda! - gruñó el hombre mientras se levantaba ágilmente y fruncía el ceño mirándola con esos magníficos ojos azules.

La mirada recorrió su figura de arriba a abajo. No parecía perderse de ningún detalle. Lily sabía muy bien la impresión que se formaba en su cabeza. Ella no era una chica que estaría en el vestíbulo de un hotel mil estrellas. No encajaba su cabello rosado con las puntas moradas, el par de tatuajes en su hombro y el conjunto negro que formó con su informal guardarropa para esa noche. Lily lamió sus labios sintiéndose algo nerviosa y posó sus manos en la estrecha cintura que formaba el corsé de encaje. 

- ¿Señor? Tenemos que...

- ¡Qué mujer más torpe! ¿Quién demonios eres tú?- demandó exigente con el ceño aún más profundo. - ¿Cómo es que estás aquí? ¿Quién te permitió entrar?

- Bueno, hay un amable portero que me abrió la puerta y me trató como una dama - Lily levantó la barbilla evitando sentirse herida por su actitud. - Gracias a Dios que usted no es él.

Estaba acostumbrada a comentarios prejuiciosos. Alguna gente la veía y de inmediato la trataban de manera diferente; había tomado aquello como una falta de inteligencia ante el mundo del siglo veintiuno. Las personas normales ya no eran sólo comunes o sin personalidad, ahora podían ser un poco más atrevidas, tal y como ella buscaba ser en el mundo. Levantó aún más la barbilla y observó al hombre que apretaba los labios. Ese tipo emanaba masculinidad por los poros debajo de ese traje tan costoso. Cabello oscuro, ojos azules como acero,duros e impenetrables. El típico hombre de las novelas románticas que le gustaba leer. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. ¡De verdad aquel momento se estaba convirtiendo en un gran cliché de novela romántica!

- ¿Qué te parece tan gracioso? - inquirió con voz dura mientras acomodaba su chaqueta sobre la camisa ¿Blanca?

Los labios rojo quemado se abrieron con sorpresa. ¡Maldición! ¿Cómo había llegado el color de su labial hasta la inmaculada camisa del hombre más arrogante, desagradable y guapo que jamás se volvería a cruzar en su vida? 

Él notó la expresión en su rostro y su gesto de desagrado se fue marcando aún más mientras bajaba la mirada hacia la parte delantera de su camisa. Soltó la carísima chaqueta de su traje hecho a la medida y sus bonitos ojos se abrieron ante a la mancha de maquillaje por unos segundos antes de cerrarse hasta convertirse en una linea oscura terriblemente peligrosa.

- Lo siento, ha sido un accidente... - se lamió los labios nerviosa por la reacción. Dió un paso hacia él como queriendo limpiar con sus manos desnudas la mancha. Quizá hacerla desaparecer por arte de magia. -. Yo puedo limpiar...

- ¡No te atrevas a acercarte!

- Yo...

- Será mejor que te apartes de mi camino - gruñó el hombre haciéndola a un lado en un gesto rudo mentiras ladraba ordenes al pobre hombre que le acompañaba.

Lily se tambaleó un poco antes de equilibrarse asombrada por la actitud arrogante del guapo desconocido. Lo miró sin poder creerlo mientras se preguntaba si habría algún castigo para un hombre grosero y mal educado. ¡Maldición! ¡De verdad quería desaparecer ante aquella desagradable escena! ¡No quería estar ahí! Lo hacía por su madrina que junto con algunos más recibirían un premio en manos del alcalde de la ciudad por sus contribuciones a la ciudad y a algunas asociaciones benéficas gubernamentales. Ella y su madre la habían convencido en un momento de debilidad.

- ¡No puedes dejar de ir! - exclamó Sarah ansiosa -, es muy importante para tu madrina que estés ahí esa noche. Sólo nos tiene a nosotras, somos su única familia.

- ¿Qué ha pasado con Tony? - inquirió con el ceño fruncido mientras seguía vistiendo a la muñeca que recién había preparado-, él es su hijo, no creo que le agrade que lo hagas a un lado y no le des el lugar que tiene en la vida de mi madrina.




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