Prejuicios y amor

CAPITULO 3

¡Mierda! Apretó las manos en un fuerte puño. ¿Cómo cayó en la trampa de la pequeña arpía? Miró su reflejo en el cristal de su habitación en el elegante hotel. Las luces de la ciudad eran un secundario panorama ante el reflejo de luz amarillenta que iluminaba a la figura dormida bajo las blancas sábanas. La piel pálida adornada con un par de tatuajes parecía haberse impregnado en sus manos y sus labios. ¡Ella era tan suave, tan femenina a pesar de lo vulgar que podía llegar a ser! Movió la cabeza y paso una mano por el alborotado cabello oscuro. 

Su cabeza estaba llena de recuerdos que nunca imaginó poseer. Esa noche era algo que nunca creyó posible vivir. Desde hacía una semana que recibió aquella invitación tomó la decisión de no aparecer para recibir ese premio por donar dnero a la caridad. No era algo que le importara, él simplemente donaba dinero porque era algo que un hombre como él haría. Realmente no se encarga de ello, Rebecca elegía a quien dar el dinero que se tenía destinado a ese tipo de asuntos. Ella era la merecedora de aquel premio tan obsoleto, pero se había dejado convencer y ahí estaba esa noche, envuelto en una situación que nunca, en su bien arreglada vida estaría.

¡Una locura! Era imposible no recordar el atrevimiento de aquella extraña. Se había vuelto loco y en un instante la levantó sobre sus hombros y la llevó hasta el elevador directamente a !a habitación que reservó esa misma mañana para no conducir hasta las afueras de la ciudad para volver a su casa. Ella peleaba maldiciendo como un marinero, él se mantuvo indiferente a los golpes en su espalda y a las patadas de esas estúpidas botas de pico. Quería darle una lección y ponerla en su lugar antes de hacerla sacar del hotel, pero al entrar en la habitación todo se le fue de las manos.

Casi la arrojó al suelo, ella lo miró furiosa, sus ojos brillaban bajo el maquillaje y sus mejillas sonrojadas por el enojo combinado con el cabello rosa de puntas moradas despeinado lo llevaron a acercarla a su cuerpo y plantarle un beso antes de que alguna nueva maldición saliera de sus labios. 

Se perdió. Tocó la suavidad de aquella boca y luchó con ella para que no usará sus blancos dientes en su contra. La besó y la besó hasta que ella empezó a corresponderle y la pasión los inundó. Ella rodeó su cuello parándose de puntas y él rodeó su cintura acercándola a su cuerpo excitado. En un momento estaban desnudándose, sus manos sintieron la delicada piel pálida de la joven; sus pequeños senos que sus manos cubrieron a la perfección, su delicado torso, la curva de la cintura, las redondas caderas...

Nada era lo que él hubiera esperado. Su vida siempre bien calculada se desmoronaba y estaba emergiendo un hombre que no conocía. Ella gimió mientras buscaba la húmeda calidez oculta y gruñó al encontrarla tan dispuesta. Ambos caminaron a tropezones hasta la cama y recorrió se cuerpo de arriba a abajo admirando su delgada figura casi demasiado perfecta. Sus ojos fueron enseguida hasta el tatuaje que cubría su hombro hasta arriba del codo. Flores y un pájaro. ¡Era tan realista! Se inclinó llenándose de los detalles y con su lengua delineó cada dibujo. Ella gimió estremeciéndose. Poco a poco fue bajando tocando su pálida piel, reconociendo. La llenó de besos, la devoró hambriento mientras ella lo acercaba mostrándole. Estaba fuera de sí, convirtiéndose en un esclavo de el deseo que ella le provocaba. Era una bruja. No podía decir en que momento ella había lanzado su hechizo sobre él.

¡Maldición! Mientras su cabeza se llenaba de escenas de sexo ardiente y su nariz volvía a los olores que desprendía su cuerpo , el suyo se excitaba nuevamente. Se dejó caer en el Sillón y cerró los ojos tocándose mientras se perdía en el instante cuando entró en ella. ¡Tan estrecha!, ¡Tan húmeda!, ¡Tan perfecto! Se mordió un labio y dejo que su mano estrechara su pene duro y dolorido.

Sus movimientos fueron casi idénticos a cada una de los embates mientras su cuerpo estaba sobre ella, bajo ella...

¡Oh! Abrió la boca y de inmediato la cerró aguantando sus gemidos y los suspiros que estaban a punto de llevarlo a un punto sin retorno. 

Se dejó ir y maldijo suavemente ante el desastre que provoco. 

Él no tenía la necesidad de complacerse. No tenía memoria de haberlo hecho antes, quizá en algún momento cuando adolescente y estaba descubriendo su sexualidad. Ahora en su presente hermosas mujeres siempre estaban dispuestas a satisfacerlo. Maldijo en un susurro y miró el cuerpo tendido en la cama con un dejo de rencor. 

Su cuerpo volvió a despertar en un nuevo deseo. Maldijo nuevamente y se levantó de inmediato. Fue al baño a limpiarse y tomar una ducha buscando un minuto para aclarar su cabeza.

 

Lily se estiró lánguida bajo las suaves sábanas. Estiró los brazos y sus manos tocaron madera demasiada perfecta para que se tratara de su propia cama. ¡Hacia tiempo que no se sentía tan relajada!, Tan satisfecha... Abrió los ojos de golpe y miró la suave luz amarillenta que salía de unas pequeñas lámparas incrustadas en el techo. ¿Dónde diablos...

Su memoria corrió como una corriente sin freno. ¡Tuvo sexo con el bastardo arrogante! Sus manos fueron directo a su cuerpo desnudo y a su cabello alborotado y miró a habitación horrorizada en busca de aquel hombre. ¡Mierda! Se levantó de inmediato sin importarle su desnudez miró por todos lados enloquecida buscando sus ropas, las acercó a su cuerpo completamente agitada. ¡Maldición! Jadeó sin aliento y gimió desolada por lo complicado que le sería volver a vestirse. En casa se había tomado un par de horas para hacer de su atuendo algo presentable. Se puso las botas y envolvió su cuerpo con la vaporosa falda negra. Podía hacerla lucir como un vestido.

-¡Joder! - gruñó acomodando aquella tela de manera que no se viera como si huyera de una situación tan vergonzosa.

Su mirada se encontró con un espejo y escudriñó cada detalle de su persona. ¡Mierda! Gruñó mordiéndose los labios. Se veía tan... ¿Satisfecha? Movió la cabeza y apartó la mirada completamente sonrojada.




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