Prejuicios y amor

CAPITULO 18

Charly se mudó sin ningún problema. No tenía más que una cómoda para guardar su ropa y unos tapetes muy coloridos que cubrieron el piso de cemento. Las cortinas tampoco fueron un problema, Charly se encargó de confeccionarlas después de un día de compras en las tiendas de telas. Lily le prestó por unos días un sofá-cama para que no durmiera en uno de sus tapetes como el primer día. Fue agradable tener alguien más de compañía, el lugar era demasiado grande para ella sola y podía hablar o compartir risas y momentos. 

Estaba feliz de tener a su mejor amigo todos los días.

Unos ojos vigilantes no estaban felices. No le gustaba verlos llegar juntos y que se abrazaran como una pareja feliz. Desde lejos observaba su alegría juvenil, los jugueteos y la camaradería. Eso le hacía hervir la sangre. Apretó las manos en el volante al mismo tiempo que apretaba los labios y los dientes hasta que le dolían. ¡Mierda! Juró recargándose en el asiento. 

No era algo que debía estar haciendo. Era un hombre demasiado ocupado y estaba ahí, espiando a una pareja de jóvenes con las entrañas hechas nudo. ¡Mierda! ¿Qué demonios tenía en la cabeza? Él nunca estaría espiando a una mujer con la que apenas había estado, no era que tuviera algún interés. Era sólo...

Bajó la mirada hasta su regazo. Golpeó su cabeza en el respaldo como si quisiera acomodar sus pensamientos. ¡Debía largarse de ahí! Hacerlo antes de que pudiera caer en la maldita trampa... 

 

Charly se levantó esa mañana con nuevos bríos. Estaba de buen humor, el día anterior recibieron un pedido grande y tenían mucho trabajo. Eso significaba salir los fines de semana y celebrar lo bien que iba el negocio. Sonrió evitando una mueca de amargura y levantó la barbilla como si eso pudiera ser suficiente para demostrar que podía salir adelante sin la ayuda de nadie. Buscó la manguera para regar las plantas de las jardineras, se estaba convirtiendo en una costumbre hacerlo, no quería ser mal inquilino de su amiga, la única que tenía y en la que confiaba con su vida, aunque había algo que aún no podía decir. Aquello le causaba escozor y algunas noches sin poder dormir buscando la manera de hablar sin sonar a justificación por mantener su secreto en completo silencio.

Miró el agua caer con potencia sobre las hojas verdes. Imaginó que eran lágrimas desbordadas que él mismo se había impedido soltar. Se mordió el labio inferior y bajó la cabeza hasta que un mechón de rizos rubios cayó haciendo una cortina sobre su rostro. El llamado a la puerta lo sacó de sus pensamientos, dejó la manguera y fue hasta la reja.

¡Mierda! Sobresaltado dió un paso atrás ante la figura frente a él. Esos ojos se clavaron en los suyos y lo demás se perdió en toda su perifería. Era como si una burbuja les rodeara. No hubo una palabra, Charly lamió sus labios de pronto resecos.

- ¿La señorita Ramos?

¡Mierda! Esa voz tan profunda, ronca, varonil. Volvió a lamer sus labios incapaz de retener la pregunta en su cerebro; ahora mismo. Movió la cabeza dejando que sus rizos se movieran con ella. Sostuvo su brazo en el umbral de la puerta en una pose que intentaba llamar la atención. Bruno hizo caso omiso de ello y mantuvo su mirada firme e insoldable como siempre. Pasaron varios segundos sin ninguna respuesta.

- Traigo un mensaje para la señorita Ramos - le mostró el sobre beige con una gruesa ceja levantada a modo de impaciencia.

- Yo se lo entrego - fue lo primero que pudo decir consciente de su garganta reseca -, Lily no está presentable.

Por una milésima de segundo el sobre tembló. Bruno negó con la cabeza y un ligero gesto obstinado se formó en su rostro.

- Es algo personal.

- Bueno, si no confía...

- No confío.

Sus ojos se clavaron en él sin un parpadeo. Charly sintió a su cuerpo temblar y su rostro, por primera vez sonrojarse. Apartó la mirada sin saber que hacer o que decir. 

- ¿Todo está bien?

La voz de Lily fue como un salvavidas y de inmediato se movió dejando que ella se acercara curiosa a saber con quien hablaba. Abrió la boca sorprendida al ver de quien se trataba. Pasó una mano por su cabello y se movió algo inquieta por la presencia de Bruno en su puerta.

- Buen día Bruno - saludó amable -, disculpa por todo esto. ¿Todo bien?

- Buenos días señorita Ramos - inclinó apenas la cabeza -, tengo un recado del señor Torbes para usted.

Lily miró la mano que el misterioso chófer le tendía junto con el sobre beige. Por un momento no supo si tomar el sobre o cerrar la puerta y huir al saber que después de algunos días tenía noticias de TT. Sentía la mirada de Charly sobre ella y la otra más intensa esperando que tomara el recado de su jefe. Por instinto acercó su mano al fino papel del sobre y  lo acepto. Lo miró con el ceño fruncido por unos segundos antes de regresar su mirada hasta Bruno.

- Él... ¿Está bien?

Bruno movió sus ojos hasta ella inclinando apenas la cabeza en un gesto de afirmación. Lily hizo un mohín y bajó el brazo con la nota aguantando las ganas de decir algo más.

- Buen día.

Se movió de una manera silenciosa y enérgica directamente hasta el lujoso vehículo.

Ambos jóvenes se quedaron inmóviles en la puerta. Era como si un temblor inesperado les hubiese tomado por sorpresa y de la misma manera se fuera. Charly miró a su amiga. Lily no le correspondió sus ojos fueron hasta el fino sobre, sentía temor, nerviosismo y uno de sus ataques de ansiedad empezaban a dejarla sin respiración.

Charly la tomó en sus brazos apretándola a su cuerpo. Acarició su rosado cabello y acercó sus labios a las hebras con el aroma a su shampoo. Lily rodeó la cintura de su amigo y acomodó su mejilla en el pecho agradecida por su abrazo reconfortante.

Los ojos vigilantes se volvieron rendijas. No sé despegaron de la pareja hasta que ésta entró a la vivienda.

 

- ¿Entonces? - Charly la miró desde su mesa de trabajo -, todavía tenemos tiempo para terminar ese vestido, pero si sigues sin decidir no creo que el tiempo alcance para hacerlo.




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