Prejuicios y amor

CAPITULO 24

Charly no podía dejar de sentirse culpable. Miraba cada mañana el estrecho cuartucho que habían encontrado ante la premura de salir de casa. Los muebles estaban en un almacén que Grace Vega les ayudó a conseguir y que ella pagaba sintiéndose culpable de que perdieran su hogar por un error de la gente que trabajaba para ella. Lily apenas había aceptado a regañadientes aquel favor de parte de su madrina. Estaba molesta con ella por perder su casa a manos de TT.

La luz entraba a raudales en el pequeño lugar, lo mismo hacia el aire helado de principios de otoño. La noche se volvía una heladera y a pesar de que dormían juntos en la cama de matrimonio no alcanzaba a calentarlos. 

¡Diablos! ¡Todo era una mierda! No podía seguir viendo como su amiga, su hermana se iba apagando mientras en lo único que pensaba era en como recuperar su casa. 

Trabajaba hasta la extenuación. Entregaban los pedidos antes de la fecha prevista y la mayor parte del dinero se iba al banco en busca de aumentar la cifra y pagar esa deuda que de sólo pensarlo le daba náuseas. Estaba seguro de que Lily tenía un plan y que en cualquier momento ella se enfrentaría a TT arrojándole el dinero de la deuda en la cara, aunque a veces disfrutaba de imaginarla como una guerrera vengadora de cabello rosado enfrentándose al villano también tenía la impresión de que todo aquello sería inútil. No sería fácil recuperar la propiedad de su amiga, apesar de que era una cantidad tan absurda para un hombre de la calaña de TT.

Cada día que pasaba la veía más y más silenciosa, apenas sonreía, ya no era la chica entusiasta que había conocido y que amaba. ¡Ese maldito hombre se había llevado su espíritu!

Cada vez que la miraba su estómago se hundía y maldecía por no poder ayudar. ¡Maldición! ¿Por qué tenía un orgullo tan grande? Podría pararse con la cabeza abajo e implorar, pero sabía que nunca podría vivir con sí mismo... Pero ¿Qué demonios importaba? Lily le había ayudado mucho y tenía que retribuir todo lo que ella seguía haciendo por él.

Fue hasta la chica que dormía profundamente cansada y que apenas hacia un bulto bajo los kilos de mantas que la cubrían. Se sentó a su lado mirando las mantas apiladas, apretó las manos en puños evadiendo el maldito orgullo que buscaba apoderarse de su persona y evitar volver...

Soltó un pesado suspiro. Miró algunos mechones de cabello rosado ya casi sin color de Lily. No había tenido tiempo para arreglar su cabello. Estaba seguro que se mantenía en abstinencia buscando la manera de tener el dinero, ¡Mierda! Gruñó apretando los dientes. Definitivamente tenía que hacer algo.

-Lily... - la llamó con voz suave -. Pequeña, vamos tenemos que hacer, el trabajo no va a acabarse solo. Además tu madrina quiere que comamos juntos, su vuelo sale mañana y... 

Lanzó un suspiro al ver que ella se movió agitada murmurando algo entre labios.

-Sé que ahora el!a no es una de tus personas favoritas, pero es tu madrina, la amas y es como tu única familia.

Destapó su cabeza y alborotó su cabello. Un calor que no era normal llegó hasta la palma de su mano. Su corazón dió un brinco y se movió agitado hacia ella. La destapó por completo y buscó su rostro que estaba semioculto en las almohadas, además de estar cubierto con el cabello humedo por el sudor. Su piel estaba algo sonrojada, su respiración agitada y sus labios temblaban. Tocó su frente, estaba demasiado caliente.

-¡Mierda! 

Se levantó buscando el botiquín de primeros auxilios. Lo abrió alterado desparramando el interior. Encontró el termómetro y corrió hasta su amiga que temblaba ardiendo en la cama.

-¡Mierda Lily! - gruñó acariciando su cabello humedo - ¡Esto no debería estar pasando! Quizá si hubiéramos aceptado lo que tú madrina nos ofrecía... 

Lily gimió apenas abriendo los ojos.

-¿Papá?

-No pequeña - Charly bajó la voz acercándose hasta casi tocar su nariz -. Soy Charly, tienes fiebre. Debemos llevarte al hospital...

-No papá, odio los hospitales - gimió ocultando su rostro en la almohada -. En uno de ellos tú...

Buscó el termómetro y miró el resultado. ¡Mierda! ¡Esto no era bueno! ¡Cuarenta de temperatura! 

Se quedó sentado por unos segundos aturdido por lo que estaba pasando. Era una de esas ocasiones en las que no sabía que hacer. Estaba el móvil de Lily, quizá si llamaba a su madrina o a su madre... Ellas sabrian que hacer. 

Hizo las llamadas correspondientes. Nadie respondió. Giró la cabeza y miró a su amiga que seguía temblando y su respiración se había vuelto más agitada. ¡Mierda, mierda! Miró el móvil, algunos nombres en su mayoría clientes y ... , ninguno de ellos le servía para una emergencia.

Lanzó un suspiro, tendría que asumir por primera vez en su vida la responsabilidad de ayudar a alguien más que no fuera él mismo. Amaba a su amiga y sabía que ella era lo más preciado que tenía en esos momentos. Al igual que ella, que no hubiera pensado mucho en hacer algo por él si se encontraran en circunstancias similares.

-Vamos pequeña - llamó su atención en voz baja -, debemos ir a un hospital. Yo... ¡Mierda! No sé cómo vamos a hacer para este gasto inesperado. Quizá tú madrina... ¡Mierda! Si llego a localizarla. Ella es en parte causante de lo que está pasando...

La cargó acomodándola cerca de su pecho envuelta en una manta como una bebé. Apenas pudo tomar ambos móviles y las llaves antes de correr escaleras abajo llevando a su amiga hasta la calle para tomar un taxi.

Acomodó el cuerpo frágil que no pesaba mucho entre sus brazos y miró a la calle en busca de un taxi. 

Una camioneta negra y brillante aparcó frente a él. Charly levantó la mirada molesto ante aquel obstáculo que obstruida su búsqueda de un taxi.

-¿Qué demonios? - apretó los labios buscando moverse hasta un sitio libre para poder detener el auto de alquiler.

La puerta de la camioneta se abrió. Impidiéndole el paso.

-¡Oye! - golpeó la puerta con un pie -¿Qué demonios pasa contigo?




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