Prejuicios y amor

CAPITULO 29

¡Estaba tan aburrida! Se agazapó abrazando sus piernas para acercarlas a su pecho. Miró por la ventana la luz del sol que empezaba a asomarse y suspiró molesta. En esos momentos estaría trabajando con sus muñecas en busca de ganar el dinero que le ayudaría a recuperar su casa. ¡Mierda! No quería estar en ese lujoso departamento que pertenecía a su ahora enemigo, porque ningún amigo o lo que fuera le habría traicionado así como TT lo hizo.

Recargó su barbilla en sus rodillas sintiendo como en esos momentos su euforia por mantenerse alerta y dispuesta a la lucha se apagaba. Sus ojos se llenaron de lágrimas pero no estaba dispuesta a llorar en cualquier lugar que le perteneciera a ese maldito hombre. ¡Ah, como lo odiaba! En ese momento daría cualquier cosa por regresar al pasado y huir apenas se hubiese topado con su persona. 

¡Basta! Se enderezó y dejó caer sus piernas sobre el comodo sillón en la habitación. Si, basta de sentirse como una víctima, (aunque en realidad lo era) ella era mucho mejor que eso. Por años se mantuvo de pie a pesar de todo por lo que había pasado al lado de su madre y sin ella. Apartó algunos mechones de su cara y caminó con una camiseta blanca de algodón que robó del armario de su anfitrión después de la ducha mucho más temprano. Fue hasta la puerta y la abrió apenas mirando al exterior. El vacío pasillo de pisos de madera y paredes blancas le mostró que no había nadie por el momento. Lamió sus labios resecos y abrió más la puerta dando un paso silencioso. 

¡Mierda! Se mordió el labio inferior y siguilosa continuó su camino siempre vigilando que no encontrarse con el hombre al que no quería ver.

–El desayuno está listo si eso es lo que estás buscando.

Lily gritó y brincó ante aquellas palabras. Agitada y con el corazón desbordado giró violentamente encontrándose con TT recargado en el umbral de una de las habitaciones. Su mano en el pecho fue bajando suavemente mientras buscaba controlarse.

–¡Vas a provocarme un infarto! – exclamó con voz aguda –¿Por qué no me has avisado que estabas en casa?

–Es muy temprano no quería despertarte –TT cruzó los brazos y la miró burlón de arriba a abajo. –. Esa camiseta me parece familiar.

–Mi ropa es un asco – se defendió Lily con los brazos en la cintura como si eso impidiera que le arrebataran la camiseta –, la tengo desde que enfermé y...

–No importa Lily – se apartó del umbral dando unos pasos hacía ella. –, puedes usar toda mi ropa si eso quieres

–Bueno, no es lo que quiero pero no tengo otra opción – levantó los hombros. –, no puedo salir de este lugar. El dueño no lo permite.

–Aún no estás bien – se detuvo a una mínima distancia de ella –, cuando lo crea conveniente podrás irte a tu casa.

–No tengo casa – levantó la mirada y se enfrentó a sus bonitos ojos –. Me la has quitado tú.

–Sobre eso, he investigado lo de tu casa – dijo tomando un pequeño mechón rosa en sus manos – y descubrí que Rebecca hizo la compra de las deudas de tu madrina. A mí nombre, por supuesto. Ella no tiene tanto dinero para haber hecho la compra. Y si, es mi firma la del documento. Ella me ha engañado para firmarlo.

Lily no había dejado de mirarle. Se sentía abrumada ante la cercanía de TT y la manera en que sus dedos jugueteaban con su cabello.

–Aún así – Lily lamió sus labios resecos –, tú me arrebataste mi casa por una miseria. ¡Mierda, no es mucho dinero lo que quedaba de la deuda!

El sonido del móvil los interrumpió. TT deslizó sus dedos desde el mechón de cabello hasta su mejilla y bajó hasta la orilla del cuello de la camiseta. Ambas miradas se encontraron. Lily abrió un poco los labios como si le costara un poco respirar, TT fue inclinándose mientras el sonido seguía entre ellos.

–Te llaman.

–¡Joder! 

Se apartó de ella y buscó su móvil. 

Lily lo miraba entre fascinada y molesta. Había estado a punto de dejarse llevar por el deseo de volver a enterrarse en esos brazos. Apretó los labios antes de que algún ruido saliera de ellos. Dió media vuelta buscando refugiarse en la habitación.

–El desayuno está listo – le dijo mientras guardaba su móvil en el bolsillo de su chaqueta. –, tengo que irme ahora. No es necesario que huyas a tu habitación. Desayuna, te hace falta para que puedas sanar por completo.

–Voy a irme.

–¿Irte? – frunció el ceño –¿A dónde demonios te vas?

–Regreso al lugar donde vivo – le anunció evadiendo su mirada –. Ya he estado sin hacer nada por mucho tiempo y tengo una gran deuda contigo. Mientras pronto pague lo que te debo volveré a casa y...

–Hablaremos de ello durante la cena.

Caminó hasta la puerta, la abrió de un movimiento y se detuvo antes de salir. Giró un poco la cabeza mirándola.

–Bruno vendrá por ti a las siete, hay un bonito vestido en el armario en tu habitación.

Lily abrió la boca para negarse a lo del vestido.

–Consideralo un préstamo por una noche – la silenció –. Piensa no puedes ir en camisetas o en cómodas pijamas. Además, recuerda que tenemos que solucionar el tema de tu casa.

Salió antes de que ella pudiera hablar.

–¡Mierda! 

Corrió a la puerta y al intentarla abrir estaba cerrada a llave. ¡Mierda! Movió la manija por un largo rato aún a sabiendas que no iba a poder abrir. Gruñó furiosa. ¡Odiaba a ese maldito hombre! ¡No tenía el derecho a encerrarla! Ella era una mujer libre, nadie tenía el derecho sobre su libertad. ¡Mierda!

Le había costado dejar a su madre desde los dieciocho años. Muy a su pesar, amaba a su madre y aunque odiaba la forma en que manejó su vida desde la muerte de su padre, de verdad le había dolido haberla dejado. 

Dejó salir un jadeo. Apartó algunos mechones que cayeron sobre sus ojos. 

¡Dios! ¿Qué iba a hacer con su cabello? ¡Estaba hecho un desastre! Dudó por unos segundos seguir ahí buscando la manera de salir del departamento de TT o ir a buscar una solución para arreglar el desastre en el que estaba convertida. Lanzó un suspiro y bajó un poco la cabeza. No tenia otra opción que terminar aceptando la cena. Podía tomarlo como agradecimiento a la atención que le había brindado en su enfermedad, sólo eso. 




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