Prejuicios y amor

CAPITULO 35

Lily alisó la parte delantera de su vestido. Cubría lo suficiente para que los padres de Charly no descubrieran sus tatuajes y su maquillaje buscaba camuflajear los orificios de sus percings. No hizo nada por su cabello, el hombre ya la había visto y no lo cambiaría por una estúpida cena.

Charly se comprometió a hacerle un vestido para ese día. Lily aceptó sin replicar, después de todo no tenía mucha ropa adecuada para ir a casa de un severo juez y su esposa. Lo que no había cambiado era el color negro que la caracterizaba y el encaje que le gustaba lucir en la mayoría de sus prendas. Entrelazó su brazo al de él y siguió caminando por la calle de casas viejas. Podía olerse el dinero viejo y la clase. No era como los esposos de su madre. Ellos tenían casas bonitas y dinero nuevo, les gustaba presumir de su riqueza recién creada por grandes nuevas empresas, aquí y ahora ella se movía por un lugar que le causaba algo de temor y una pizca de incertidumbre. Miró a su amigo sin poder creer que un chico como él, tan sencillo y rebelde pudiera tener a su familia en un lugar como ese.

—Estás poniéndome nervioso.

—No podía dejar que yo fuera la única nerviosa aquí — replicó apartando la mirada de él.

—No debiste aceptar la invitación del honorable juez Peterson — replicó él mostrando un dejo de amargura.

—Me conoces, soy demasiado impulsiva — suspiró —, eso siempre me mete en problemas.

—Espero que está vez salga algo bueno de esto.

—¿Reconciliarte con tus padres? — preguntó curiosa —. O tal vez arreglar ese asunto pendiente.

Charly se detuvo de repente obligando a la joven a separarse de él. Acomodó su cabello rubio bien peinado y miró a Lily sorprendido antes de bajar la mirada hasta el cemento de la acera.

—¿Lo notaste verdad?

—Tu padre lo dijo y tú actitud cambio — le anunció tranquila —, no pusiste mucho empeño en evitar lo de esta noche.

—Mi padre me lo debe y debo aprovechar la oportunidad que nunca más tendré — su cuerpo se tensó.

—¡Esa es la actitud! — suspiró Lily buscando darle ánimos —. Vamos a enfrentarnos a tus padres y haz lo que tengas que hacer.

—Es mi última oportunidad — miró hacia la casa que ya estaba mucho más cerca y que le empezaba a provocar escalofríos —. No sé si sea una trampa, aún así quiero agradecer lo que estás haciendo por mí.

—Me salvaste la vida — levantó los hombros como si fueran obvias sus palabras —, es lo menos que puedo hacer por ti.

—Tú hubieras hecho lo mismo — gruñó abrazándola y recargando su barbilla sobre el suave y perfumado cabello color de rosa —. ¡Mierda! ¡Estaba tan asustado! Estoy seguro que si no se aparece el chófer de tu novio hubiera corrido por la calle como un loco sin saber que hacer.

—¿De verdad?

—Si, no lo pensé un segundo, acepté que te llevará a aquel hospital y en algún momento mi cabeza cayó en su sitio y me horroricé pensando en como íbamos a pagar...

—Todavia yo estoy horrorizada — gruñó ella —, no sé cómo vamos a pagar la maldita deuda y a recuperar nuestra casa.

—¿Nuestra? — Charly se apartó un poco mirándola sorprendido.

—¿Vivimos ahí no? — levantó una ceja sardónica —, a menos que hayas decidido regresar a casa de tus padres...

Charly miró en dirección a la casa de piedra gris y altas rejas de acero forjado que mostraban jardines bien cuidados. Sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Vamos — dejó escapar bruscamente el aire —, mientras más pronto hagamos lo que tenemos que hacer podremos irnos y ser nosotros mismos.

Lily lo miró burlona y se apartó del abrazo buscando su mano para mostrarle su apoyo.

—Vamos.

La sensación de incomodidad estaba pesando en Lily como nunca antes. Ni siquiera cuando chocó en contra de TT en medio de ese hotel de mil estrellas y llenó su camisa blanca de maquillaje. Frente a ellos estaban los padres de Charly. El juez con un traje negro y corbata del mismo color sentado muy erguido tomando la mano de una nerviosa mujer rubia con un elegante vestido pasado de moda, Lily estaba segura que era de seda y lo guardaba desde el siglo pasado.

—Su casa es preciosa.

Su voz se escuchó demasiado alta después de un largo rato de silencio. Lily se estremeció y se aferró a la mano de Charly ansiosa. ¡Mierda! Buscó sonreír rogando por que no le diera uno de sus ataques de ansiedad.

—Nunca había estado en una casa como ésta — probó el té en la delicada taza blanca con pequeñas florecitas —. De verdad tiene bien gusto...

—Gracias.

La mujer respondió como si no prestará atención. Miraba a Charly nerviosa y agitada.

—¿De dónde es usted señorita... Ríos?

—De la ciudad — respondió dejando con suavidad la taza sobre el platito y prestó atención a el rostro muy parecido a Charly —. He vivido aquí toda la vida, al menos mis veintitrés años.

Sonrió ante su propio comentario y borró de inmediato su sonrisa al ver qué el semblante del juez seguía manteniendo su seriedad. Se movió incómoda.

—¿Qué estamos haciendo aquí padre?

La voz de Charly interrumpió el momento. Se levantó del cómodo sillón enfrentándose a sus padres ante ellos. Lily intentó tomar su mano para calmar sus ánimos pero su amigo la evitó sin apartar la mirada de la pareja mayor.

El juez y su esposa se miraron a los ojos por unos segundos antes de que un suspiro saliera de la boca del hombre. Él se levantó alisando su traje bajando por un instante su mirada antes de erguirse y enfrentar a su hijo.

—Tengo cáncer.

—¿Eso es todo? — miró indiferente a su padre, a su madre —. ¿Buscas la manera de morir tranquilo? ¿Tienes miedo que Dios no te dejé entrar al cielo si no te arreglas antes con tu hijo degenerado? ¡Lo que puede hacer una enfermedad para ablandar un corazón tan duro como el tuyo!

—¡Charly!

—¡Junior!

La voz de ambas mujeres se escuchó escandalizada. Lily se levantó acomodándose a su lado. Posó sus manos en el brazo tenso de su joven amigo. ¡Mierda! ¡No esperaba que pasara algo así! Miró a la madre de Charly y se imaginó que tenía la misma expresión.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.