Las vacaciones de Navidad habían llegado y en los dormitorios había un ajetreo peculiar que tenía que ver con los pendientes de último minuto, los preparativos de las maletas y la entrada y salida de los estudiantes que hablaban emocionados de sus planes para las fiestas.
Saskia estaba en su habitación. Ella tenía sus maletas listas desde la noche anterior. Le gustaba el orden y empacar sus maletas era algo que no le gustaba dejar para último minuto. Ahora estaba sentada en su escritorio dando los últimos detalles a las postales que enviaría esa temporada. Aunque pareciera pasado de moda, ella disfrutaba de enviar cartas y postales a su familia y amigos cada vez que realizaba un viaje o en ocasiones especiales y la Navidad era un buen pretexto para mandar saludos desde Salzburgo. A penas tenia diecisiete años y estaba perfilándose a terminar sus estudios pre-universitarios en el en uno de los institutos de música más importantes. Tenía tres años de edad cuando comenzó su educación musical bajo la tutela de su abuelo paterno. Él era uno de los mejores violinistas concertistas de Francia y se sentía más que orgulloso de tener con quien compartir su amor por la música. El instrumento elegido por Saskia fue el piano. Con apenas cuatro años le apasionaba la música y fue después de presenciar el concierto de Camille Saint-Saens “El carnaval de los animales” que Saskia decidió tomarse las cosas en serio, tocar el piano no sería solo un juego, ella quería ser pianista concertista. Había quedado impresionada al ver como los instrumentos imitaban y evocaban a los animales: el cucú en el bosque, los canguros, los elefantes, el cisne, las aves, las tortugas y hasta ¿los fósiles?, sin contar las innumerables veces que había visto tocar a su abuelo. La decisión estaba tomada y poco a poco desarrolló su talento natural para la música. Aunque para algunas personas (y miembros de la familia), la decisión de una niña tan pequeña no era algo muy sensato, ella estaba firme en su resolución. Daba pequeños recitales para la familia y amigos (sobre todo colegas de su abuelo), y a los siete años dio su primer concierto con la Orquesta de Radio France. Mozart fue el compositor elegido a interpretar, el concierto Rondo para piano y orquesta es corto, alegre y “sencillo”, muy adecuado para una niña que busca su camino y su estilo interpretativo en el mundo de la música clásica. El concierto se transmitió por radio precedido por una entrevista a la pequeña concertista. La pregunta más frecuente que le hacían a Saskia — ¿por qué te gusta tocar el piano?— tenía una respuesta honesta y sencilla: “porque a través de la música se pueden expresar emociones que no puedes con palabras”.
Desde entonces vivió acostumbrada a las salas de conciertos, a los teatros, a la adrenalina, a las competencias, a la educación en casa y a las largas horas sentada al piano. Primero practicaba las escalas y luego la pieza elegida para la ocasión. Era un reto que se tomaba muy en serio y una vez que lograba dominarlas se llenaba de una gran satisfacción. Para muchos quizás era una vida privada de juegos y convivencia con otros niños de su edad; pero ella tenía claro que su vida era suya y de nadie más, nada tenía que ver el destino; eran sus sueños y decisiones los que marcaban el camino.
Y esos sueños y metas la habían llevado a Salzburgo, donde había estado perfeccionando su técnica al piano. Ya estaba lista para empezar sus vacaciones; tenía sus postales listas para meterlas al buzón, todas excepto una.
Saskia se debatía entre mandar o no la postal. No sabía que palabras poner a alguien que ni siquiera conocía. Sólo sabía que el amigo de su hermano estaba quedándose en París para iniciar cursos en cierto instituto culinario donde John también había asistido. Y de cierta manera este hecho hacía que ella sintiera que Evan no era un completo extraño.
Le incomodaba pensar que él estaba solo, lejos de su familia, en un país extraño donde su único amigo era John y él ni siquiera se encontraba en París. Debía mandarla.
No estaba suficientemente confiada de mandarle una postal a un desconocido, ¿cómo empiezas un mensaje para alguien que no conoces?
«Creo que sería de mala educación no mandarle un saludo, porque yo sé que él está ahí, y supongo que él sabe que yo sé…bueno…debe sentirse solo, a menos que su familia lo vaya a visitar…pero si así fuera Lara me hubiera dicho algo…»
Por fin después de un rato de estar meditando y poniendo los ojos en blanco, escribió unas cuantas palabras de bienvenida que para gusto de Saskia, eran genéricas, sencillas, incomodas; pero sinceras. Una simple bienvenida.
Querido Evan:
Espero que te estés sintiendo como en casa y que tu estadía sea maravillosa.
¿Qué tal París hasta ahora?