Premoniciones

Prólogo.

Salem, ciudad de Massachussets

Un año antes.

Octubre 2013

CASSIE

Permanezco inmóvil cuando los enfermeros me trasladan en una camilla por el pasillo que conduce a la sala de operaciones. El efecto de un calmante hace que mi cuerpo se relaje y deje de luchar para contrarrestar el dolor. El corazón me late desbocadamente, siento las gotas de sangre deslizarse por mi piel y de momentos escucho una voz que pide que no cierre los ojos.

Pero quiero dejar de luchar y hacerle mal a todas las personas que amo.

Es por eso que cierro los ojos hundiéndome en la oscuridad de mis pensamientos y ruego para no volver abrirlos.

El infierno estaba en la tierra y lo sabía perfectamente.

Nunca me acostumbré el hecho de ver el averno desatado antes de que ocurriera, sin embargo, siempre hice lo posible para detener el caos antes de que ocurriera.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo y percibí la silueta de una persona entre las intensas llamaradas. Mis ojos se expandieron de terror cuando lo vi surgir entre el fuego. El color negro adornaba su cuerpo y su rostro se ocultaba detrás de una máscara blanca sin expresión. Era la primera vez que veía un acto tan espectral y el impacto me dejó con un nudo en la garganta.

—¿Estoy ante la primogénita de Christopher Russo? —Preguntó la silueta enmascarada.

Me estremecí.

—¡Te he hecho una pregunta, niña!

Me sentía pequeña ante sus palabras, sin embargo, me armé de valor para responderle.

—¿Eres el que ha venido a matar a mi padre? — Mi voz era temblorosa, aludida ante la presencia del desconocido.

El enmascarado soltó una risa.

—Una pregunta nunca se responde con otra, querida—Comentó en un tono burlesco— No se puede negar lo que se ve; eres esa abominación impura que ha nacido bajo el yugo de los Russo.

Crispé mi rostro.

—No entiendo de que me hablas—Chillé entre lágrimas—¿Dónde está mi padre?

El enmascarado avanzó hacia mí.

—Un pacto es sagrado y el romperlo lleva a la muerte. Tu padre cometió el grave error de romperlo.

Un mal presentimiento pasó mi mente.

Entonces lo vi detrás de él.  Estaba tan cerca y una vez más no pude hacer nada. La palidez de su piel, sus castaños ojos sin brillo y el gran charco carmesí debajo de su cuerpo me respondía lo que tanto había estado temiendo; mi padre estaba muerto.

Entonces exploté.

Temblé cuando una fuerza invadió mi cuerpo e imaginé que lo hacía pedazos. Los gritos aumentaron, mi cabeza quería estallar y cerré los ojos cuando vi como parte del techo del lapsus mental se vino abajo. El lugar quedó en un sepulcral silencio y temí lo peor. Cuando abrí los ojos ahogué un grito cuando el fuego iluminó los cadáveres de las personas que habían sido aplastadas por el deslizamiento de la estructura.

—El infierno está en la tierra y eres tú el que lo desencadena— Grité.

No hubo respuestas por parte del desconocido, pero sabia que no estaba errada. Logré tomar el control de mi cuerpo y lo único que pude hacer fue apoyar mis pies en el asfalto antes de que la figura se acercara a la velocidad de un rayo. Me redujo empujándome hacia abajo con la mano en mi hombro. Era pesada y su tacto en mi piel me quemaba. Gemí de dolor. La figura torturadora se inclinó hasta estar al nivel de mi oído y lo que me susurró helo mi sangre.

—Hoy no es el día de tu muerte, Cassie—Su voz lúgubre resonó con fuerza en mi cabeza—No hasta que todo marche según el plan.

Después de recordar esas ultimas palabras vuelvo en mí.

Condenada a vivir en el infierno llamado: Premoniciones.




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