Premoniciones: M.O.R. [1]

Capítulo 2: El inicio/La Pareja (parte 2/2)

Desperté con agitación y una extraña sensación que no podía sacudirme de encima. La habitación parecía más oscura de lo habitual, y el peso del sueño aún me oprimía el pecho. Me senté en la cama, tratando de recuperar el aliento y despejar la mente, pero las imágenes del sueño seguían revoloteando en mi cabeza, nítidas y perturbadoras.

¿Por qué nuevamente soñaba con ellos? ¿Y por qué en esa situación tan terrible?

La sensación de que algo no estaba bien me recorría la piel. No era solo el contenido del sueño lo que me inquietaba, sino la intensidad con la que lo había vivido. Todo había sido tan real: las voces, los rostros, la desesperación palpable. Sentía como si hubiera estado allí, atrapada en esa pesadilla, incapaz de escapar.

Sus nombres vinieron a mi mente como si se hubieran grabado a fuego en mi memoria. Los recordaba con una claridad inquietante, como si los hubiera visto en la realidad y no en un sueño. Cada nombre, una pieza de un rompecabezas que no lograba comprender.

—Lian Caum, Biel Solina, Neo Orbon y Asel Baene— repasé en voz alta.

Me senté en la cama por unos segundos, intentando calmar mi respiración mientras observaba la hora en el reloj del dormitorio. El tiempo se me había escurrido entre los dedos; no había tiempo para tomar un baño antes de salir. Con el cuerpo aún cargado de la tensión del sueño, me levanté y me dirigí hacia la cocina.

El silencio del apartamento me envolvía mientras tomaba un vaso del estante y lo llenaba con agua.

Tomé un bloc de notas que descansaba sobre la mesada de la cocina, y con un bolígrafo en mano, me dispuse a escribir. Sentía una urgencia inexplicable, como si esos nombres se desvanecerian de mi memoria si no los plasmaba de inmediato. Mientras escribía cada letra, mis manos temblaban ligeramente, un eco de la agitación que aún no me había abandonado del todo.

Anoté cada nombre con cuidado, y al lado de ellos, la fecha de hoy: diez de mayo. No tenía idea de lo que iba a hacer con esta información, ni por qué sentía la necesidad de recordarlos, pero algo en mi interior me decía que no debía olvidarlos.

Mientras caminaba hacia la cafetería, el sueño seguía dando vueltas en mi mente, como una melodía inquietante que no podía dejar de escuchar. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué sus rostros, sus nombres, y esa escena tan aterradora se habían grabado tan profundamente en mi subconsciente?

La idea de usar el sueño como inspiración para mi nuevo manuscrito se me cruzó por la mente, pero de inmediato sentí una incomodidad extraña al respecto. Aunque había algo intrigante en la intensidad del sueño, en la historia que podría desarrollarse a partir de esos personajes y esa situación tan cargada de emociones, no podía evitar sentir que había algo demasiado personal, incluso perturbador, en la idea de plasmarlo en papel.

Al entrar a la cafetería, fui recibida por el característico buen humor de Narel, quien estaba detrás del mostrador organizando algunas tazas.

— ¡Buenos días, abuela!— me saludó con una sonrisa radiante.

—Abuela, mi trasero— me quejé mientras trataba de devolverle la sonrisa—Buenos días.

Narel soltó una risita y me dio una palmadita en la espalda.

—Alguien no tuvo una buena noche— comentó con un tono burlón mientras me observaba de arriba abajo.

—Digamos que el sueño no fue exactamente reparador— respondí, evitando entrar en detalles.

— ¿Qué es esa expresión de velorio que traes en tu rostro?— Narel acortó la distancia para examinar mi cara con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—No es nada, solo un mal sueño— traté de restarle importancia, aunque la incomodidad en mi voz seguramente la delató.

Narel frunció el ceño, claramente no convencida por mi respuesta.

— ¿Pasó algo?

Miré a mi alrededor, tratando de ordenar mis pensamientos antes de responder.

—Creo que la imaginación volvió a mí, pero ¿por qué me siento tan extraña?— murmuré, la última parte casi inaudible.

— ¿De qué hablas?— pregunto, un poco confundida.

—Olvídate, comencemos a trabajar— respondí, cambiando de tema.

El día transcurrió normal, con el café lleno de clientes habituales y algunas conversaciones ligeras con Narel. Sin embargo, a medida que la hora de ir a casa se acercaba, no podía dejar de pensar en el sueño y en lo inquietante que había sido.

—Deberías haberlos visto, lucían tan bien juntos— comentó Narel, maravillada.

Yo la observé desentendida.

—¿De qué hablas?— interrogué, sin poder evitarlo.

— ¿No has visto a aquella pareja de jóvenes enamorados?— respondió Narel, juntando ambas manos, encantada.

Rodé los ojos.

—En momentos así es cuando agradezco mi soltería. El amor vuelve subnormal a cualquier persona sin excepciones— negué con la cabeza— Me iré a casa—avisé, mientras me dirigía hacia la salida.

—Y la soltería te vuelve gruñona— se quejó Narel con una sonrisa.

Con un gesto de manos me despedí de mis compañeros y me dirigí hacia la parada del autobús.

Mientras caminaba, trataba de despejar mi mente, pero las imágenes del sueño seguían acechando, como si quisieran darme una respuesta que no estaba lista para entender.

Aún seguía sintiéndome extraña, ¿qué estaba ocurriendo exactamente? Las imágenes del sueño eran demasiado vívidas, y el miedo y la angustia de aquella escena parecían haber dejado una marca en mí. A pesar de que el día había sido común, la inquietud no me dejaba en paz.

Durante la espera del autobús, mis ojos cansados ​​comenzaron a cerrarse. Sentía cómo el agotamiento me envolvía, pero antes de que pudiera sumergirme completamente en el sueño, una voz suave pero firme me despertó.

—¡¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero hablar contigo?! ¡Deja de llamarme! ¿No entiendes? ¡No me interesa lo que tengas que decir!— su voz se alzó con furia mientras apretaba los dientes.

Pausó un momento, como si la otra persona estuviera respondiendo al otro lado, y la joven soltó una risa irónica.




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