Premoniciones: M.O.R. [1]

Capítulo 3: La chica del bus (parte 1/2)

Solo había pasado una semana luego de aquella "gran coincidencia" como había decidido llamarlo, hasta que otra "coincidencia" llego en forma de sueños.

Instituto N.F., clase 2-5

—Señorita Labrot—la voz firme de la profesora resonó en el aula, interrumpiendo el suave repiqueteo de los dedos sobre la pantalla.

El estudiante levantó la mirada de golpe, como si acabaría de despertar de un trance. Todos los ojos de la clase estaban sobre ella.

—Podría compartir con todos lo que es tan interesante en su teléfono? —preguntó la profesora, cruzándose de brazos.

—Lo siento, profesora— murmuró, impidiendo la mirada de sus compañeros, quienes contenían risas y miradas cómplices.

La estudiante medía apenas un metro cincuenta, con un cuerpo pequeño y ligero que la hacía parecer más frágil de lo que realmente era y lo que la hacía ver aún más menuda dentro del uniforme escolar. Su cabello negro, lacio y cuidadosamente peinado, caía suavemente hasta sus hombros, marcando un rostro de facciones delicadas.

La profesora, con su tono firme pero paciente, cerró el libro que sostenía y recorrió el aula con la mirada.

—Para la próxima clase, tendrán un examen sobre los derechos humanos. Quiero que estudien bien, porque abarcará todo lo que hemos visto hasta ahora.

Los estudiantes respondieron al unísono, con una mezcla de resignación y cansancio en sus voces:

—Sí, Profesora Bech.

Y el timbre del descanso sonó.

El estridente sonido del timbre anunció el inicio del recreo, y los estudiantes comenzaron a levantarse de sus asientos, charlando entre ellos mientras salían del aula. Sin embargo, la joven de cabello negro y lacio, permaneció en su lugar, completamente ajena.

Con los ojos fijos en la pantalla de su teléfono, sus dedos se deslizaron con agilidad, como si lo que estuviera viendo fuera mucho más importante que el descanso.

Sus dedos se movían rápidamente sobre la pantalla, escribiendo y borrando palabras con una expresión de duda en el rostro.

"¿Cuántas veces tengo que decirte que no estoy interesada? Si sigues buscándome, no tendré otra opción más que denunciarte a la policía, y esta vez no estoy bromeando"

La puerta se abrió con un leve crujido, y otra estudiante entró a la sala. Su mirada recorrió el aula antes de fijarse en la estudiante que aún estaba concentrado en su teléfono.

—Mila, ¿no vas a salir al descanso? ​​—preguntó la nueva estudiante con tono curioso.

—Sí, ya voy— respondió sin apartar la vista de la pantalla por un momento.

Guarda rápidamente su teléfono en el bolsillo y se levanta para dirigirse al pasillo, lista para salir al descanso.

Cuando Mila intentó salir al patio del instituto, cuatro estudiantes se interpusieron en su camino, bloqueando la entrada con una postura desafiante. Ella se detuvo, irritada por la repentina barrera humana.

—¡Otra vez ustedes!, ¿no saben leer o qué?— preguntó furiosa— ¡Acabo de enviarles un mensaje!— le dijo a uno de ellos, pero por alguna razón sus rostros no podían distinguirse.

—¿Por qué crees que estamos aquí?— respondió uno de ellos, con tono malicioso— Hablemos un momento, y prometemos que te dejaremos en paz.

Mila los observa con desconfianza, soltando un suspiro irónico.

—Sí, claro, como si fueran a cumplir con eso— replicó, cruzando los brazos.

—Lo prometemos— insistió uno de ellos con una sonrisa calculadora.

—Está bien, ya— se rindió, visiblemente molesta, dando un paso atrás.

Ellos la guiaron hacia un lugar apartado del edificio principal del instituto, y aunque Mila no quería, los siguio con desagrado, sintiendo cómo la incomodidad se apoderaba de ella con cada paso.

—¿A dónde estamos yendo?— preguntó ella, con voz temerosa, una vez que se sintió lo suficientemente alejada del ala principal del instituto.

Los estudiantes intercambiaron miradas antes de que uno de ellos respondiera con una sonrisa burlona:

—Ya llegamos, no te preocupes.

Ella tragó saliva, sin estar segura de qué esperar, y con una mezcla de resignación y temor, siguió caminando tras ellos.

Se detuvieron en un galpón frío y oscuro, cuyas paredes parecían haber olvidado el paso del tiempo. El interior estaba repleto de mesas antiguas y sillas desgastadas, dispuestas de forma caótica, sin dejar rastro de ninguna otra presencia.

—¿Por qué estamos tan alejados?— preguntó ella con incomodidad, temerosa, mientras su voz se perdía en el silencio del galpón. Sus ojos recorrían el lugar oscuro, buscando alguna explicación en las sombras, mientras sus manos se aferraban nerviosamente a su bolso.

—Queremos hablar tranquilos, sin que nadie nos interrumpa.

—Bien, los escucho— respondio con la voz temblorosa y nerviosa.

Dos de los chicos se posicionaron a sus lados, mientras que los otros dos se quedaron frente a ella, creando un círculo casi intimidante. Ella los observa, sabiendo que algo en su actitud no cuadraba.

—Me están asustando —dijo ella, con las palabras entrecortadas por el temor.

Los dos chicos que estaban frente a ella esbozaron una sonrisa siniestra.

—Esa es la idea —respondió uno de ellos, con tono burlón.

Con pasos ralentizados, se alejó lo más que pudo, pero de pronto, una pared a sus espaldas detuvo su avance. El miedo se apoderó de ella, y con la voz temblorosa, preguntó:

—¿Por qué hacen esto?

Sus ojos se volvieron vidriosos, llenos de desesperación y confusión. Uno de los chicos, con una sonrisa desprovista de empatía, se inclinó ligeramente y respondió:

—No lo sé, tal vez por diversión.

La respuesta resonó en el silencio del galpón, intensificando el terror que ya sentía.

Las siguientes imágenes se volvían borrosas y fragmentadas, destellos intermitentes que parecían marcar el paso del tiempo con unos números parpadeantes. En una de ellas, la estudiante con sus ojos inundados de lágrimas, mientras uno de ellos se esforzaba por quitarle el uniforme de manera forzada. En otro instante, apareció ella, vestida únicamente con su ropa interior, el miedo estampado en cada rasgo de su rostro, como si el terror la hubiera inmovilizado por completo. La última imagen fue la más desgarradora: la vi tirada en el suelo, inconsciente, su uniforme disperso a su alrededor, y con solo su ropa interior cubriéndola, mientras las lágrimas mojaban su rostro.




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