La boda de Narel!
Es lo primero que se me pasó por mi mente, pero si la cronología era como yo creía, no tendría sentido, aunque tampoco descartar la idea.
Me acerqué hacia Narel.
—Narel, debo preguntarte algo.
—Claro— respondió ella sonriente.
—¿Cuándo será la boda?
—Aún falta, ¿por qué?... Ah, lo olvidé, espera— Narel se dirigió hacia el cuarto de descanso y volvió al rato con unos sobre en sus manos— Dáselo a Aryan— me entregó uno de los sobres— Y este es para Keb y Mila— me entregó el sobre restante.
Eran invitaciones a su boda.
—Sé que Keb y Mila han pasado por mucho y creí que tal vez les vendría bien un poco de distracción por un momento y Aryan estaba invitado ya de todos modos, solo que había olvidado darle la invitación.
—Jayden ha ganado el premio mayor contigo— le di un pequeño abrazo mientras una sonrisa se escapó de los labios de Narel— Por cierto, hay algo que debo preguntar sobre los invitados.
Ella asintió.
—De casualidad que tú sepas, ¿hay algún invitado que lleve tatuado un ave en su mano izquierda?
Narel hizo una mueca de confusión.
—¿Y como voy a saber eso, Loa?, son como doscientos invitados y la mayoría son por parte de Jayden, realmente no conozco a mucho de ellos y aun así no recordaría el tatuaje.
—Claro, tienes razón— respondí sin ánimos.
—¿Por qué necesitas saberlo?
—Olvídalo no es nada, más tarde les entregaré las invitaciones.
Me dirigí a limpiar una de las mesas que acababa de ser liberada por unos clientes y repasé en mi memoria a alguien cercano que podría tener tatuado un ave, pero fue en vano, nadie se me vino a la mente.
POV ARYAN
—Agente Frago y Agente Visier necesito que se dirijan al bar "Comma", hay un disturbio allí—ordenó mi padre.
—¿Qué hay del resto de los policías?— pregunté en una queja.
—Están atendiendo otras denuncias, así que mueve tu trasero y arreglen el disturbio.
Solté un soplido de queja y me levanté de la silla.
Canek salió a mi par.
—No entrenamos tantos años para ser mediadores en peleas de borrachos— me quejé.
—Al menos es más emocionante que estar sentado detrás de una computadora— comentó Canek.
—Tienes razón.
Subimos al auto y nos dirigimos hacia el bar.
El dueño del bar se encontraba fuera, a la espera de nosotros.
—¡Rápido, están destruyendo el bar!— dijo el hombre que ingresó junto con nosotros.
Botellas, sillas, palos de billar y vasos volaban por todo el lugar.
—¡Voy a matarte bastardo!— gritó uno de los hombres en un estado extremo de ebriedad.
—¡Inténtalo!— se defendió el otro en estado similar.
Me quejé internamente.
—¡Alto!— pedí a los hombres.
Una botella fue lanzada hacia nosotros, pero logramos esquivarla.
Los borrachos se gritaban incansablemente entre sí.
—Canek, terminemos con esto, espósalo a él que yo esposaré al otro— indiqué.
Canek agarró a uno de los borrachos y lo esposó, yo hice lo mismo.
—¿Qué hay, señor Bech?, ¿lo está haciendo bien?. Modere la bebida, recuerde aquella noche— oí que Canek hablaba con uno de los clientes de la barra.
A lo que el cliente se limitó a esbozar un ebrio, ¡si!
—Llevémoslos al auto.
Canek asintió y llevamos a los borrachos hacia el auto para dirigirnos a la estación.
Al llegar a la estación, sentamos a los detenidos frente a mi escritorio.
Me senté en él para comenzar a interrogarlos.
—Bien, con tranquilidad, necesito que me digan que es lo que pasó— pedí.
Uno de los borrachos apoyó el brazo sobre el escritorio.
—He dicho que era una paloma, pero él insiste en que era una mariposa— el olor a alcohol se desprendía de su boca.
—¡He dicho que es una mariposa!— gritó el otro.
—¡Que no lo es, bastardo!
—¡Dilo de nuevo y juro que voy a golpearte!
Me apoyé sobre el respaldo de la silla, frustrado.
—¿De qué rayos hablan?— pregunté molesto.
—¡De la paloma!— respondió uno de ellos con enojo.
Tapé mi cara con las manos, notablemente frustrado.
—¡Suficiente!— grité— Por favor, enciérralos por hoy, ya veremos que hacemos en la mañana— pedí a Canek.
Canek tomó a los detenidos y los encerró en celdas diferentes.
—Voy a demostrarte que si era una paloma— siguieron la discusión desde sus celdas.
Me levanté de la silla.
—Iré a tomarle declaración al señor Gatius, suerte con esos dos— informé a Canek.
Regresé al bar y me acerqué hasta el Señor Gatius, el dueño del bar.
—Señor Gatius, debo tomarle declaración— informé.
—Un momento— pidió.
Atendió unos clientes y luego se acercó hacia mí.
Nos sentamos en una de las mesas cercanas.
Saqué mi libreta.
—¿Qué sucedió?
—Estuvieron tomando toda la mañana y luego comenzaron a discutir por una paloma y una mariposa, pero no estoy seguro, luego comenzaron a lanzar cosas por todo el lugar y los llamé.
—¿Son clientes regulares?
Él asintió.
—¿No pensó en tal vez, solo tal vez, abrir el bar un poco más tarde?, sabe que no es bueno que beban tan temprano por la mañana.
—Sinceramente, tengo varios clientes por la mañana, por lo que no puedo hacer eso.
—Señor Gatius, no sabe que puede ocurrir la próxima vez, por eso debería pensar en cambiar el horario de la mañana.
Noté que el cliente que estaba en la barra anteriormente aún seguía allí.
—¿Hace mucho está allí?— pregunté al Señor Gatius en referencia a aquel hombre.
Él observó hacia la barra.
—Ah, ¿el señor Bech?, él es uno de los clientes regulares matutinos.
Me levanté y me acerqué hacia él.
—Señor, ¿no cree que ya bebió demasiado?
Él se giró a observarme.
—¿Tú quién eres?— preguntó con sus ojos entrecerrados y perdiendo el equilibrio.