¿Y si no era aquí el lugar?, nos estamos perdiendo de algo y no tenía tiempo de esperar por Canek.
Volví nuevamente hacia la tienda del señor Danot y al ingresar él se encontraba frente al mostrador como si nos hubiera estado esperando.
Él me observó y me estiró un papel. Lo tomé y había una dirección escrita en ella.
El señor Danot inclinó la mirada.
—Unax es un buen muchacho, debe saber eso— hizo una pausa y continuó— Tal vez puedan estar allí.
Lo miré desconcertado.
—¿Se refiere a él y Sira?
Él asintió.
Salí rápidamente de la tienda y llamé a Canek.
—Aryan, aún no llego a la estación— comentó.
—Olvídalo, debes volver ahora. Unax y Sira no están aquí, pero sé donde están, te necesito ahora.
—¿Cómo lo sabes?— preguntó con sorpresa.
—El señor Danot me lo ha dicho, ¡debes apurarte!
—Voy en camino.
La espera se había vuelto eterna, pero Canek finalmente había llegado.
Me adentré rápidamente en el auto y fuimos camino hacia la dirección, una hora de distancia nos separaba de ellos.
—Necesitaremos refuerzos y una ambulancia, espero que no sea demasiado tarde— comenté.
—Estará bien— consoló Canek.
Al llegar al lugar indicado se trataba de una pequeña casa.
—¿Será el lugar correcto?— preguntó Canek.
—Eso espero, debemos ser cuidadosos, Unax debe estar dentro también.
Nos acercamos hacia la casa con sigilo y la rodeamos en busca de una ventana que nos diera acceso al interior. Comprobé que la ventana no tuviera traba y la levanté lentamente, pero segundos después un joven apareció desde una de las puertas mientras se limpiaba la transpiración de su frente.
Canek y yo nos sentamos debajo de la ventana
—Debe ser él— susurró Canek.
Asentí.
—Uno de nosotros debe entrar mientras que otro debe distraerlo— sugerí.
Ambos nos observamos.
—Bien, yo lo distraeré— se resignó Canek.
Canek se dirigió con cuidado hacia la entrada principal. Se oyó el sonido del timbre y vi al joven acercarse.
En ese mismo instante levanté la ventana dejando un espacio justo para que pudiera encajar en ella y una vez dentro pude observar a Canek quien asintió con la mirada.
Caminé en cuclillas hasta la puerta de la que el joven había salido, pero solo era un baño.
Observé hacia el fondo de la casa y caminé hasta allí. Se encontraba la cocina y a un lado de la cocina había una puerta. Me levanté y me aseguré de que el joven todavía estuviera hablando con Canek, pero ya no estaban allí, la puerta estaba cerrada y no sabía dónde estaba el joven.
Sin pensarlo, me adentré en la puerta ubicada en la cocina. Unas escaleras se encontraban solo dos pasos más adelante, por lo que con cuidado bajé. El lugar estaba oscuro, por lo que tomé mi teléfono y encendí la linterna. Estaba lleno de objetos antiguos y un aire de alivio recorrió mi cuerpo. ¡Estaba en el lugar correcto!
Tomé una foto y se la envié a Canek. Continúe recorriendo el lugar hasta que se oyó el sonido de la puerta que se abría. Rápidamente, me escondí detrás de uno de los muebles y apagué la linterna. Mi respiración comenzaba a acelerarse. El joven encendió la luz del lugar y me agaché cuidadosamente.
Al observar el lugar detenidamente pude deducir que se trataba del sótano. El joven se acercó hacia un gran ropero y debajo de él, ¡la alfombra roja que había nombrado Loa!
Corrió el ropero y acto seguido la alfombra. Un pozo había debajo de ella.
Corrió la tapa del pozo y tomó una escalera cercana. La introdujo en el pozo y bajó por ella.
Con cuidado salí de allí y fui en busca de Canek. Al salir del sótano, me dirigí hacia la ventana por la que había ingresado, pero al llegar me detuve con cara de horror.
Canek se encontraba inconsciente sentado contra la ventana. Me acerqué rápidamente y golpeé suavemente su rostro para lograr que reaccione.
—¡Canek!— llamé en tono bajo— ¡Despierta, Canek!
—No te preocupes, solo está tomando una siesta— comentó una voz a mis espaldas.
Me giré rápidamente y vi al joven parado frente a mí.
—¿Qué le hiciste?— tomé mi arma reglamentaria y apunté hacia él.
Él formó una sonrisa maliciosa.
—Tranquilo, despertará pronto.
—¡¿Qué le hiciste a Sira?!
Hizo una mirada despreocupada.
—Ahh, están aquí por ella, en ese caso, no creo que despierte pronto, en realidad no creo que despierte jamás— levantó sus hombros en gesto desinteresado.
—Entrégate, la policía viene en camino.
Sonrió nuevamente.
—No tengo más nada que perder.
Estiró sus manos hacia mí en señal para colocarle las esposas.
Lo miré con desconfianza.
—Vamos, no intentaré nada.
Formé una sonrisa irónica.
—¿Piensas que voy a caer?
Él sonrió.
—Si quisiera escapar ya lo hubiera hecho, de todos modos, tarde o temprano me hubieran arrestado. Te estoy facilitando el trabajo, luego me lo agradeces.
Dudé unos momentos hasta que opté por sacar las esposas y acercarme hacia él.
—Tienes derecho a guardar silencio o todo lo que digas será usado en tu contra— terminé de colocarle las esposas.
Los refuerzos habían llegado.
—Llévenlo— dije en referencia a Unax— Necesitamos una ambulancia para el agente Visier y la víctima.
Ellos se llevaron a Unax y yo me dirigí hacia el sótano.
Tomé la escalera y rápidamente ingresé al pozo.
Me detuve unos momentos...había llegado tarde.
Me acerqué hacia ella. La sangre cubría todo su hombro derecho.
Opté por avisar que teníamos un cuerpo, pero al dar un paso, sentí una mano tomando mi pie.
Me agaché hacia ella rápidamente.
—¿Está bien?— la tomé para calcular el pulso.
¡Estaba viva!
—Señorita Rillo, ¿se encuentra bien?