Un hedor a podredumbre les dio la bienvenida y una improvisada chimenea podía observarse en un rincón, mientras que un santuario en el que veneraban al santo de la muerte se encontraba a un lado de la vivienda.
—Somos grandes creyentes. Siento si no es de su agrado, agentes— esbozó el hombre al notar el rostro de ambos.
Una señal de alerta lo hizo llevar a Dan su mano hacia el arma reglamentaria, solo por si acaso.
—¿Qué sabe de la desaparición de los niños? — interrogó Dan mientras continuaba su recorrido por el lugar.
El hombre elevó nuevamente sus hombros en señal de desinterés.
—Lamento informarles que es algo recurrente que sucede aquí, por lo que no hay mucho que podamos hacer.
—Siendo un lugar tan pequeño, no creo que no tenga información acerca de lo que está sucediendo con ellos— replicó Jay— ¿También son aficionados a sus creencias?
—¿Los niños?, bueno, no sabría qué responderle, agente. Podrían preguntárselo ustedes mismos, si no fuera porque están desaparecidos— respondió con vacilación.
En ese momento, algo se apoderó de Dan, algo que hizo que tomara al hombre del cuello y lo estampara contra uno de los rincones de la vivienda.
—¿Le divierte?, ¿es divertido usar niños como ofrenda? — interrogó con un odio en su mirada que Jay nunca antes había visto.
Una risa se escapó de los labios del hombre.
—¿Utilizar niños como ofrenda?, ¿de qué habla, agente?
—No te hagas el desentendido, porque juro que me aseguraré de que pases el resto de su vida en prisión.
—¿Bajo qué argumentos, agente? — replicó con diversión.
—Dan, déjalo, no es nuestra prioridad— le recordó Jay.
—¡Está escondiendo algo!
Jay tomó una de manos y la separó del hombre.
—Lo sé, pero hay algo que debemos hacer antes.
Dan soltó al hombre con gran enfado.
—Volveremos por ti— advirtió Dan.
—No iré a ningún lado, agente.
Nunca creyó que podía llegar a odiar aquella palabra.
Ambos se retiraron de la vivienda, no sin antes cruzar una última mirada con el hombre.
Continuaron avanzando hacia el final de las casonas y de repente, una voz familiar oyó a sus espaldas.
—¡Suelta eso o no dudaré en disparar!
Ambos se giraron rápidamente y el agente Caum se encontraba de pie apuntando con su arma al hombre con el que habían tenido el altercado.
El hombre sostenía un hacha entre sus manos y estaba listo para atacarlos.
—Me encargaré de ello, ustedes continúen en la búsqueda de los niños. La policía local nos respaldará en breve, no se preocupen.
El rostro del hombre se ensombreció mientras que dejaba caer el hacha de sus manos.
—Debemos seguir— esbozó Jay, sin embargo, los dos se encontraban pasmados.
Si no hubiera sido por el agente Caum, cualquiera de ellos podía haber recibido un grave daño.
—Busquemos a los niños, Jay.
Y luego de salir del impacto, ambos continuaron vagando en los alrededores.
—¿Qué hay de la mujer?, puede sernos de ayuda y con el pronto arresto del hombre, tal vez quiera hablar— sugirió Jay.
—Bien, busquémosla, ahora podemos separarnos.
Jay asintió y rápidamente se separaron en la búsqueda de la mujer o tal vez, los niños.
Dan avanzó entre la decadente calle mientras evitaba pasar por encima de aquellos extraños elementos de ofrenda que decoraban el lugar.
No paso mucho tiempo hasta que Dan observó a un pequeño niño a la distancia y sin dudarlos, fue tras él.
—¡Pequeño! — llamó; sin embargo, el niño no logró oírlo.
De repente, el niño se adentró en una de las viviendas. Dan se detuvo momentáneamente y observó a su alrededor en la búsqueda de Jay o el agente Caum, pero no había rastro de ellos, por lo que, con su arma reglamentaria entre sus manos, Dan se adentró en el interior de la vivienda.
Un sinfín de fotografías de santos inundaban la habitación acompañada de un sinfín de velas negras y los elementos que venían viendo con anterioridad, sin embargo, algo más llamó la atención de Dan, un rastro de sangre que continuaba en la siguiente habitación.
—Sabes cuánto confiamos en él, que él es el único dios que existe y, ¿te cuento un secreto? — la voz de un niño se oyó y de repente, Dan sintió una puntada en el corazón.
Su arma cayó hacia el suelo mientras intentaba mantener la calma ante el repentino dolor.
—Me ha hablado y me pidió un sacrificio, a cambio de eso, dijo que cumplirá todos nuestros deseos.
¡Es él!
Dan retomó su postura, sin embargo, cuando estaba a punto de recoger el arma, un niño frente a él la había tomado primero y estaba apuntándola hacia él.
Sintió la conexión, sabía que se trataba del niño que había personalizado en la premonición.
—Soy agente policial, suelta eso o podrías lastimarte— advirtió Dan.
Pero el niño no hacía más que observarlo con un malicioso rostro. Guardó el arma en la parte trasera de su cuerpo, como si no fuera la primera vez que sostenía una y regreso hacia la otra habitación.
Dan fue tras él y un grupo de niños con variadas herramientas entre manos se encontraban frente a un santuario, pero no era cualquier santuario, era el santuario de la premonición.
—Cambio de planes, lo usaremos a él como sacrificio. Ya saben lo que deben hacer.
Y acto seguido los niños, bajo la orden de este último, comenzaron a golpear a Dan, quien aún se encontraba con el dolor en el corazón.
Había solo un niño quien no participo de la golpiza para salir corriendo hacia el exterior de la vivienda.
Los niños habían logrado derribar a Dan y de pronto sintió como un líquido se deslizaba por su rostro, era sangre.
Lo último que oyó antes de caer desvanecido, es la voz de Jay acompañado de un sonido de disparo.
...
"Un terrorífico hecho tuvo lugar en las antiguas casonas de Pontevedra, en donde se llevaron a cabo varias denuncias por la desaparición de niños, sin embargo, en el lugar se realizaban veneraciones hacia el santo de la muerte y junto a ellos, sacrificios que hasta llegaron a involucrar vidas humanas. Gracias a los agentes de la localidad de Beazley, los autores pudieron ser atrapados y lo más inquietante es que había niños efectuando estas repudiables prácticas, todo orquestado por el padre de uno de ellos.